Tuve
una adolescencia peculiar. Como casi todas. Los 80 en España y tener 16 años
eran una combinación peligrosa. Explosiva. Componentes de bomba de relojería.
Como
hijos de padres comprometidos íbamos a colegios peculiares. Cuando menos. Allí
compartíamos pupitre con hijos de soñadores, como nuestros progenitores. Ellos
sí vivieron el 68 y su revolución.
Fuimos
protagonistas activos de protestas, huelgas de hambre. Siendo unos
mocosos. Reivindicando siempre. Luchando
con poemas. Profundos. Hondos. En mi caso me salvó la sierra. Subir a la sierra
era pasárselo bomba. Punto. Risas
Amores.
Descubrimientos normales para la edad. También había chavales llenos de granos
y de amor. Chavales normales, que pegaban en sus carpetas fotos de Pink Floyd.
Se disfrazan de mods, iban a fiestas.
Pero
ese núcleo duro de amateurs de pensadores, no daba tregua. Eran mayoría. Yo, a
pesar del aire serrano que me cambiaba la vida de viernes a domingo, durante la
semana tomaba el disfraz existencialista. Leíamos a Simone de Beauvoir, hasta
nos poníamos pañuelos a la cabeza imitándola. No bastaba Sartre. ¡No! Eso era
poco. Hacíamos bromas con su desayuno. Bomarzo. Escritores que describían la
belleza de jardines italianos. La muerte en Venecia. Mann. Oíamos a los cantantes
cubanos entonces rebeldes. Ahora no tanto. En París, después de ver la torre
Eiffel fuimos a saludar a Paco Ibáñez. A su casa. Juró que no era él. Pero
tenía su cara. Nos dio con la puerta en las narices. Debió flipar, ahora que lo
pienso con distancia. Y yo que había creído que nos tomaríamos un café con él.
En su buhardilla con mansardas, mientras a la guitarra desafinaba "y ríase
la gente" Buscando muy enhorabuena el príncipe mil cuidados; o nos acunaba
con una lobito bueno al que maltrataban todos los corderos y las lágrimas de
dos lagartos con sus delantalitos blancos.
A
lo que iba. Un día, en casa de una amiga discutíamos sobre a qué o quién
dedicaba Silvio "te doy una canción ". No nos bastaba desgastar sus
discos, dibujar las letras. Castigar a parientes y amigos a golpe del "pon
a Silvio ". Con familiaridad. Sin apellido. Era nuestro. No era
suficiente. También discutíamos el significado de las manidas letras. Ante la
falta de acuerdo no se nos ocurrió nada mejor que llamarle. A Silvio. No nos
preocupó la hora en el lejano Caribe, cuyo huso evidentemente no era el
nuestro. Resultó que tenía razón la amiga que siempre iba un poco por delante.
La que era más honda si cabe. A la libertad. Yo había votado por el amor.
Siempre. La libertad. Mentira, Silvio.
Todo está dedicado al amor. Y "te doy una canción" también. No
me digas que Yolanda es un símbolo de cárcel porque no me lo creo. Aunque Pablo
siempre fue más sentimental que tú. Todo es el amor. Siempre lo ha sido y
siempre lo será. Unos con sus poemas, otros detrás de las parcas y los
patinetes. Orejas tapadas con auriculares enormes. Labios pintados. Música y
humo. Siempre es el amor, que el alma llena
Jeje, yo tuve la misma discusión muchas veces, también la de quien era El Elegido...pero la discusión es absurda...las canciones de Silvio tienen muchas caras (por eso me gustan)
ResponderEliminarJaaaa. Me parto
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