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19/08/2018

¿TU CÓMO QUIERES SER DE MAYOR ?


La pregunta normal es ¿tú qué quieres ser de mayor? Así le preguntó el piloto del avión en el que volábamos en viaje de fin de carrera a un amigo mío. Claro que mi amigo le había pedido previamente que le enseñara la cabina. Como un niño chico.

En el "qué" es fácil moverse: piloto ya que estamos, escritor, artista, malabarista, payaso, bombero, médico, o "yo llevaré los negocios de mis padres". (Uso el neutro porque quiero, porque nuestro idioma nos permite englobar en él a ambos géneros). El abanico es amplio. Lo difícil es cómo.

Yo nunca supe lo que quería ser. Hasta el último minuto me debatí entre filosofía y arquitectura. Igualito. Finalmente hice otra cosa. Lo que sí sabía era "cómo". Ahora me doy cuenta. Entonces, ni idea. Lo peor que me podían decir a mí no es que era tonta, fea o gorda. ¡Pesada!. Tela. Lo peor era "tú crees que eres buena, pero en realidad no lo eres ". Ese inocente comentario, de un mocoso de seis años, a mí me abría en canal.  Me dejaba muerta. Porque es que yo quería ser buena. No buena de santa. Solamente buena.

Nací en ese momento de la historia de España en el que muchos padres optaron por la educación liberal. Lo agradezco. Siempre me he sentido afortunada. Pero hubo algunas zancadillas en ese camino para nosotros, beneficiarios de tal libertad. La principal dificultad era el límite. Ahí está la madre del cordero. ¿Qué está bien y qué no? No hablamos de robar y matar. El límite había que encontrarlo dentro, porque se depositaba en nosotros el bien preciado de la confianza que implicaba la libertad para decidir. No era fácil. Ahora sé que el ejemplo era el camino. Y yo tenía suerte en eso.

En fin, desde niña a muy mayor, ahora, que dicen que ya soy mayor; yo solo quería ser buena. Quería ser esa persona que entra en los sitios y sus amigos o compañeros o parientes, se alegran. No porque es simpática y ocurrente. Porque da paz. Porque por donde pasa siembra alegría. Porque siempre tiene una palabra agradable que decirte. Porque tiene un sensor que le hace saber cuándo el otro necesita más. Porque da sin pedir nada a cambio. Sin esperarlo. Eso quería yo ser. Buena. No la típica amiga que está llena de chascarrillos. La que saca defectos de donde no los hay, o de donde sí. Esa gente que en cuanto te giras son mordaces. Hacen reír al público un montón. Ya. Pero yo nunca he querido eso. Que no digo que sean malos. Tampoco quería tener un millón de amigos y así más fuerte poder cantar. No. Yo quería lo otro. Dar paz. Dar alegría. Facilitar las cosas. Anticiparme. Estar pendiente. No tener pereza para echar una mano. Enfocar la vida desde el lado bueno. Encontrar, en fin, de todo, la parte positiva. Sin mentir. Sin pintar la realidad. Pero casi dándole la vuelta, mirando de manera que hubiera siempre salida.

Sé que todo esto parece una bobada, un canto al sol. Lugares comunes. La paz mundial. Pero es mucho más que todo eso. De tan profundo que lo siento está en lo oscuro, escondido, hasta aburrido. Se encuentra en las cimentaciones del corazón. Y es una decisión de vida. Además, hay gente así. Que lo sé. Yo no.


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