Eso sí, su mal gusto vistiendo en la pista es exquisito. Aunque va
mejorando y se pule con el tiempo; y es que a Rafa se le perdona todo, además.
Pero en Londres ponte un polo, alma de cántaro, como hace el suizo. Hombre. Por
no hablar de las camisetas interiores hechas prendas deportivas, que ni
ajustadas ni sueltas. Por mucho músculo que enseñen son feas, feas,
cierrabares. Claro, el suizo, llega con americana a los partidos. No es solo
cuestión de percha la diferencia.
Yo que soy miope me pierdo en el juego. "Que vamos con el
otro", me dice el de Castellón porque había aplaudido un punto del
concentrado suizo. Me despisté con ayuda de mi corta visión y lo impoluto del
vestir. Y eso que uno juega con la zurda y el otro no engaña con su diestra y
su polo impecable. Estos ingleses son la monda. Exigir el níveo. El conjunto es
idílico. Si hubiera estado verde el césped ya ni te cuento lo bonito del
contraste. Había zonas que parecían tierra batida. Amarillas las bolas, verde
el fondo y dos figuras que alcanzan categoría de cumulonimbos con traslación
rapidísima.
Lo que pasa es que Nadal es un pesado sacando. Yo soy buenísima
observadora de tenis. Excelente jugadora de tele. Como si hubiera practicado
toda la vida. Sube a la red, haz una dejada, tírasela al revés, más cortada.
Experta, salvo un periodo en el que la tele por cable me ha hecho perder
entrenamiento. Ahora ando algo floja. El revés lo hago a dos manos. “Tío,
acércate más, tienes que moverte”. “Es un fenómeno. Llega a todas” Hasta me doy
cuenta si está cansado o es que no se centra, no lo ve claro. Guiño
imperceptible al entrenador al pasar junto al juez de línea. Después de un
juego sin cambio aprovecha cada segundo, se limpia con la toalla, va a la
silla, un traguito de aquí otro de acullá. Vuelve a la línea de saque, toca la
raya, fija el pie, coge las tres bolas entre los dedos, pone todas sobre las
cuerdas, tira una. Coño, si quieres dos, coge dos y no marees a los
recogepelotas. Se guarda otra en el bolsillo, no que en el bolsillo ya tengo
una, la cambia, la tira, pide otra. Se toca una oreja, la otra, y la nariz en
el paso de una a otra, resbalón de sudor, la frente. Se ajusta la hombrera
derecha de la camiseta, repite gesto con hombrera izquierda. Botes de la bola,
al noveno, deja de darle con la raqueta, la coge con la mano derecha, la bota
otras quinientas veces. ¿Desesperación al otro lado de la pista? Paciencia,
tres padrenuestros. Ya está, en ese momento ha acabado el ritual, el proceso
zen, llámenlo superstición, concentración, lanza la pelota al aire y saca. El
inevitable toque del calzoncillo que le molesta. Jolines Rafa, con las horas
que pasas jugando, cambia de ropa interior, prueba otra cosa. Que queda fatal.
Estamos más pendientes de la costura de tu calzón que de si ha entrado o no esa
bola a más de 100 km/h. Mientras tanto Federer, cual falangista, lleva media
hora esperando. Quien dice media hora, dice tres minutos. No le cambia el
gesto. Dicen que son 20 segundos. (¡Será en Canarias!) Lo que tarda, yo creo
que paran los relojes. Aunque cada vez hace más cosas y más rápidamente. El día
menos pensado pilla desprevenido al contrario, que ya piensa que no saca.
Cuando salta a la pista no pisa nunca las líneas. El que pisa raya pisa medalla, el que pisa cruz pisa al Niño Jesús.
Tiene que ser por eso. Luego vuelve a su sitio con pasos largos, y dale con lo
de no pisar las rayas. En los cambios de campo, lo mismo. Cede educado el paso
a su rival y cruza evitando tocar las líneas y siempre con el pie derecho por
delante.
Comentemos también el tema del tendedero que organiza con las toallas.
En la silla, sigue una meticulosa rutina con las toallas. Coloca la usada, que
está húmeda, se entiende, en el respaldo de la silla que queda a su derecha y
la raqueta encima. La otra, la limpia, la extiende sobre sus piernas, por
encima de las rodillas. A ver, denle dos toallas limpias, parece un lavadero el
tinglado que tiene Nadal. Pobrecito.
Para manías las del agua; bebe siempre de las dos botellas que lleva,
una más fría que la otra, las coloca el mismo sitio, en diagonal. Primero coge
la de más afuera, que suele ser un líquido naranja, la apoya sobre el muslo
derecho, la abre y bebe. La deja exactamente en el mismo sitio e igual
orientada, siguiendo la marca de la base de la botella. Yo creo que lo hace
para que se vea la marca, estará patrocinado, digo yo. Como empiece con
detalles sí que puede acabar fatal. Además, el pitorreo que se va a organizar a
su alrededor no se lo quita ni las ensaladeras varias donde imagino que
disfrutará de los productos de la huerta mallorquina. ¿Para qué quieres tanta
copa, y tan grande? Y la costumbre de darle un mordisco al trofeo, que el
primer día tiene gracia, pero con la trayectoria que lleva, un día tenemos un
disgusto y se le salta un diente.
Rafa es un fenómeno, pero María Francisca, Meri, Xisca, mira a ver que
no se le hagan grandes los rituales. Lo que pasa en la pista se queda en la
pista. No quiero ni imaginar el orden de la nevera como se extienda hasta ahí
el tema de las botellitas, o la elección del suelo si no puede tener rayas, a
ver que azulejos pones o como colocas el parqué. Ojo con las manías, que van a
más, campeón.
Buenísimo
ResponderEliminarGracias P
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