En medio del mes de mayo. ¿Saben ustedes, señores del gobierno, del
gobierno de España, de la Comunidad, del Ayuntamiento, qué ocurre el mes de
mayo? No es que haya elecciones, no es el mes de las flores, que también. Ni el
de alguna feria en el sur, los patios de Córdoba, tan lejanos. El mes de la
Virgen.
Se lo voy a decir, en mayo empiezan los finales. La educación, ese gran
desconocido. La educación: Caballo de batalla y argumento que usan propios y
extraños para diferenciarse en sus programas políticos y en sus banderas. La
educación, sobre la que todo debería descansar si fuera sólida. La educación, nudo
gordiano de la evolución. La educación, tema crucial donde habría que llegar a
un acuerdo, para ser más fuertes, para ser menos vulnerables, para crecer
mejor. Sí, la formación de nuestros chavales, culmina el curso en mayo y junio.
Cierto. Es la época en la hace mejor tiempo. Olor a flores. Ha dejado de
llover. En la calle se está de lujo. Ni frío, ni calor, cero grados, que decía
aquél. Brazos vistos a mediodía, sin medias ellas, las corbatas abiertas ellos.
Rebequita por la noche. Fresco, que sabe a aire limpio, al amanecer;
atardeceres de viento suave. En ese ambiente magnífico y propicio para disfrutar
del ocio y los amigos, los estudiantes históricamente hacen un acto de fuerza
de voluntad de titanes. Se repliegan, se encierran, se ponen en modo “avión”,
se calzan ropa con la que no pueden salir a la calle y se preparan para los
exámenes finales, los globales, el proyecto fin de máster, fin de carrera. Las
recuperaciones, rescates y las subidas de nota son ahora, en mayo y junio.
Bastante esfuerzo supone. Todo el que ha pasado por ahí lo sabe. Sabe a lo que renuncia
cada día por luchar por su formación futura y presente. En estos meses los
chavales que van a acceder a la universidad se juegan la posibilidad de elegir
carrera, las décimas que les falten para entrar en una universidad a veces no
se compensan ni económicamente, Solo una calificación permite la libre
selección. Por eso es clave esta época. Cuando los tentadores llaman, ya no al teléfono
sino al telefonillo, “venga que es una copa, y así te despejas”. Eso, y un
total, no me está cundiendo” son el cóctel más peligroso en esta temporada. Todos
saben que no es una copa, ni dos, que se está de miedo en la terraza de debajo
de casa, con los amigos, una cervecita, y arreglando el mundo a través del humo
del cigarro. Que también eso es importante. No solo de estudiar y estudiar vive
el hombre. Sí. Es cierto. Pero son dos meses, nada más. Y luego ya estás libre.
Un verano al pairo. Esa visión un poco más allá, no ciega, pocos la tienen. Después
de seis meses de encierro, tío, no abras ahora. ¡No me jodas! Con perdón. Estos
chavales son ollas a presión, no hay quien les contenga en casa. Están cargados
de argumentos. Y los adultos, vacíos. Que no digo yo que esté bien lo que ha
pasado el día del fin del toque de queda, eso es un disparate. Pero que no les
vamos a poder sujetar, también, Eso hay que darlo por sentado.
El año 2020, el de inicio de la pandemia, el toque de queda terminó en
esta época también. Lo primero que se cerraron en marzo fueron los colegios,
sin más. Y se abrieron las puertas a finales de mayo, con la primavera en auge,
las hormonas libres y los músculos en tensión al oír el pistoletazo de salida.
La selectividad y los finales a las puertas. Ellos, que no enfermaban, ellos
estigmatizados por poder matar a su abuelo o a su padre. Ellos, que se han
quedado en casa de verdad. Ellos. Ahora otra vez tienen que atarse en corto por
decisión propia. Puñetas, ahora no. Arrastren el cursor a junio.
Bendito toque de queda. No es momento para levantarlo. Ahora no. No. La
diferencia entre llegar a las 11 a casa y a las cuatro de la mañana no es solo
la ingesta de alcohol u otros espiritosos. La diferencia está en las horas de
sueño. La diferencia está en cómo se levanta uno. No es lo mismo una boda de
día que una boda de tarde. Dormir de día no es igual que dormir de noche.
Cambiar los ritmos, o los biorritmos, tiene sus consecuencias, que alargan la
reparación. Además de que a algún chaval “no le renta” llegar a casa a las once
fuera de punto, cuando sus padres están arrumados bajo la manta del salón. Que
tiene que darles un beso. “has fumado” concluye la madre en el achuchón, no lo
dice, prefiere el abrazo. Ya no se engaña con la retahíla de que fumaban otros,
porque ha estado en una terraza. Los efectos de los hielos le hacen ser más charlatán
y cariñoso de lo que acostumbra, para alborozo de los padres, que le miran con
ternura. No les renta pasarse de vueltas, prefieren llegar a casa controlando. El
efecto de las cervecitas es adormecedor también, y a pesar de Netflix, canal
Plus, Movistar, Premium y cuanta plataforma adicte
al joven, después de lavarse la cara y los dientes y coger una botella de agua
de la nevera, cae como un plomo en la cama y duerme como un bendito al menos
nueve horas. Igualito que cuando llega a las cuatro o a las cinco. Que se hacen
las 12, la una, y las dos y las tres, y
desnudos al anochecer nos encontró la luna. Ya puedes pasar la aspiradora, levantar
la persiana y se achicharre al sol, el tío no se levante ni con agua caliente.
Que no son ocho horas lo que se necesitan cuando te acuestas a las cinco, Las horas
de sueño necesarias a partir de las cuatro o cinco de la mañana se multiplican
van a afectadas por un coeficiente.
Por eso y por mucho más, bendito toque de queda. Lo único bueno de la
pandemia. Que no es perfecto, no. Pero no tiene precio el que esté la familia
recogida a las once. Podría ser a las doce. Sí. Los cuentos siempre tienen
razón. Dejémoslo a las doce. Cenicienta. No pierdas tu zapato. Si tenía razón Perrault o Basile. La sabiduría
popular es digna de ser escuchada. Las doce es una hora estupenda para llegar a
casa, después se pierden los papeles y los zapatos.
Es verdad que para los estudiantes de bachillerato y de universidad es un suplicio, hormonas a tope y muchas ganas de salir!! 🤔🤔🤗🤗
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