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18/05/2021

LOS ASIENTOS VACÍOS

El asunto se nos ha ido de las manos. Y cuando eso ocurre, acontece también la desobediencia, el caos, el pasotismo, la desesperanza, la incredulidad y un todo vale que en absoluto es coherente ni es respuesta a situación alguna. Desde el lado oscuro nada se arregla. Todo es venganza, bandazos, golpes de viento, nada. Siempre es mejor entender lo que ocurre. Siempre es mejor saber. No existen las mentiras piadosas, ni receptores que no pueden entender. Hay que explicar todo muy clarito y luego que cada uno actúe en consecuencia. 

"No asustarse": Vamos a ver, estos son mis pensamientos de todo a 100. La última bobada que se me ha ocurrido: Llegar a Atocha y sentarse son conjuntos disjuntos. Y eso que no viaja mucha gente. No hay vacas gordas ni vacaciones. Apenas hay ruido en Atocha. Reuniones de trabajo que se solucionan con llamadas en las que se ven las caras los interlocutores, han hecho mucho daño a las reuniones en persona. Las videoconferencias es cierto que han sido un herramienta muy interesante y útil para un momento crítico, pero las secuelas son como el delta, que van invadiendo la vida social. La realidad virtual sustituirá en breve a la propia realidad. O no. A lo mejor estamos tan atontados que ni nos damos cuenta. ¡A saber! 

Al grano: En Atocha, porque al aeropuerto no he ido, que estará en una situación parecida, entre las zonas delimitadas con cintas como las de "no pasar policía" que dan a entender el crimen al otro lado, y las sillas marcadas con un prohibido para que no se siente nadie, ya no se puede ni ver a las tortugas. Teniendo en cuenta la altura de los techos, la ventilación constante, parece que no es nicho para que el virus anide. Pero cumplimos el Reglamento. Españolito que vienes al mundo, te guarde Dios. Con mascarillas y a tres metros de distancia, obedientes, para hacer cola, para el café, para sentarte. Eso sí, es entrar en el AVE y el peligro desaparece. No hay virus en el tren. Será por la velocidad supersónica que alcanza o por alguna virtud escondida que las ondas transmiten. El caso es que se hace el vacío en el vagón y el hermetismo aporta seguridad sanitaria suficiente para permitir juntarse. Porque el hacinamiento es el de siempre. No hay asientos vacíos, sí una señora vestida de uniforme que a nada que te muevas, te desinfecta, pero tú estás "cheeck to cheeck" con el de al lado, y con el de enfrente haciendo piececitos. Desconocidos con o sin PCR, vacunados o no. De los que huelen a bebé de una sola dosis. Afortunados ellos con su camomila. Todos juntos. 

 No he frecuentado el metro y el bus, pero según me cuentan que tampoco hay asientos reservados para el amigo invisible. El aforo completo no delimita un aforo inferior al de los tiempos sin pandemia. O con pandemia sin mascarilla, sin toque de queda, sin horror en los hospitales, overbooking en las unidades de cuidados intensivos. Es curioso, que en misa se sienten al tres bolillo los feligreses, para media hora de recogimiento y en el transporte público no haya que mantener esa distancia social de obligado cumplimiento en cualquier edificio público y caso privado, con el límite de personas a reunirse. Todo ello independientemente del tiempo de duración del viaje. Y sin tener en cuenta que autobuses y vagones son espacios mucho más reducidos que iglesias, estaciones, hospitales, bancos, supermercados,...el Club de Campo, la casa de Campo o la mismísima Sierra de Madrid. Hay que ir con mascarilla por el camino Smith, a 3m de distancia, pero en el 43 y en el 27 se puede ir achuchado. No entiendo. Me falta información, quizá. Se me ocurre que se crea algún tipo de campo magnético, eléctrico, combinado quizá, si es que existe; que aleja al virus, será cosa del éter. La posibilidad de añadir un vagón la tren, de aumentar la frecuencia de autobuses, a costa de los ingresos del concesionario sí, o del Ayuntamiento. Pero tampoco han subido los precios en los bares por la reducción del aforo, ni por la inversión acometida en licencias de terrazas, mamparas, limpieza exhaustiva; ni en los hoteles sale más cara la habitación a pesar de que solo han podido abrir un porcentaje de las que tienen. ¿En que quedamos?. ¿Vale de algo la mascarilla? ¿Podemos dejar de hacer el tonto saludándonos con el codo o con el puño? Porque a nadie se le ha ocurrido el saludo de pataditas. ¿Hay pandemia o no hay pandemia? 

Estoy empezando a sospechar de todo y de todos. Es lo que ocurre cuando se tiene piel de quemado. 

3 comentarios:

  1. 👏🏼👏🏼👏🏼👏🏼👏🏼👏🏼👏🏼👏🏼

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