El caso, que yo oigo la COPE muy de mañana, cuando todavía Herrera no ha empezado a escucharse a sí mismo y a ponerse demasiado estupendo. Oigo la COPE cuando aun no han empezado hablar los hijos de, el del propio Herrera, ni el de Naranjo, en fin. El nepotismo de la COPE no tiene disimulo. Pero me gusta la tertulia, eso me suele gustar. ¿Que por qué hablo de esto? Porque de pronto mi Carlos empieza a tartamudear, el volumen se baja solo y el dial se mueve sin mi intervención hacia la SER. Ejem. A mi la SER, que debe estar bien, me pone muy nerviosa. Mis amigas y parientes la escuchan y me la recomiendan, pero no. No soy yo de la SER. Me gustaba escuchar ONDA MADRID, sí, con Colmenarejo, pobre. ¡Mira que morirse!. Habla Victoria Prego, que mejora en la radio en contraste con lo pedante que resulta en la tele; y mucha otra gente muy lista. Oía a veces a Alsina, pero es otro que se escucha. Y para auto bombos ya tengo bastante con mi Carlos. Además me parecía una especie de batalla continua entre Charlies. Nada. Cuando me cansa Herrera, a eso de las diez, me voy a Radio Nacional. Pepa también se escucha, pero mola, Aberastury es simpático. No escucho todo el rato. Es compañía. Pero con la SER, no puedo. No me han hecho nada, que conste. Y lo deben saber los espías que controlan mis importantísimos escritos. Porque la cosa es, que cuando tocan los anuncios, ¡zas! se cambia el dial, solito. Y eso ocurre desde que hablé de Pegasus, ingenua de mí. Y de pronto no reconozco las voces, la sintonía. Algo remueve la paz de la mañana. Oigo un ruidillo, ¿interferencias? se baja el volumen. ¡Zas! Soy Angels Barceló. ¡Pero concho! ¿Qué ha pasado? Y en mi radio, de dial manual, ya no encuentro ni la COPE ni Radio Nacional, ni emisora alguna de mi confianza.
Y es que lo espías se han dado cuenta. Aquí hay madera. Ya te digo. tecnología punta. Esta señora esconde algo, bajo esa vida de aparente rutina de no romper platos. Miro mi móvil, un último modelo, Redmi. ¿estará intervenido? No se cuántos de estos existen en el mercado. Se lo regalaron a mi madre como teléfono de sustitución. Cuando instalo una aplicación tengo que desinstalar otra, porque la memoria no da de sí. Cada dos por tres me avisa de que tengo que borrar cosas porque el teléfono va a dejar de funcionar bien. ¡Como si alguna vez lo hubiera hecho! Eso sí, la pantalla tiene una altísima sensibilidad. es decir, en lo más interesante de una conversación, se activa el modo avión, así, sin avisar. Con mi complejo de grandes orejas, atribuyo siempre a éstas el incidente. No culpo al contrario. Soy yo. Dejo el cacharro en la mesa mientras escribo en el "ordenata" y de pronto se enciende la pantalla y se activa solo, adquiere vida propia. Sin intervención por mi parte el teléfono con autonomía se pone a llamar a alguien. Suele ser que llama a la última persona que he marcado. Pero a veces es aleatorio y en general muy inoportuno. Yo miro la luz que ilumina la pantalla y el botón verde que parpadea, le doy al rojo. Colgar, Colgar. Escribo a quien sea para disculparme porque he llamado sin querer. También me pasa cuando lo tengo en el bolso o en el bolsillo. Ahí casi lo entiendo mejor. No lo habré bloqueado y de alguna manera se ha activado. Pero cuando está en la mesa me da susto. Esto ya me pasaba a mi antes, en otra época. Ahora que lo pienso sería que entonces también me espiaban. ¿Te acuerdas? Me decías "me has llamado", enfadado, otra vez. Y yo, que hubiera querido llamarte cada minuto, decirte cuánto te quiero, cuánto te quería, que te echaba de menos. Que buscaba tu abrazo hasta en mis sueños. Hubiera querido seguir sintiendo tu calor cada día, cada noche. Pegada a ti sin moverme para no romper el momento de hechizo. No era consciente, no era yo. Ahora lo veo. Fue luz de gas. No era yo. Eran los espías. Persona de interés. OLE tú. ¡Toma ya! Si es que estaba destinada a ser grande. Ya lo decía mi madre. "Person of interes" Suena mucho mejor en inglés. Pues no se aburrirá el colega de la furgoneta escuchándome. Ya lo decía un amigo mío que tuvo su momento. Ahora vive en el anonimato al lado del río, en la ciudad donde antaño la niebla cargaba las aceras y escondía los rumores y los amoríos. Pues no se aburrirá el colega de la camioneta, con los cascos puestos. ¿Para qué tengo yo que espiar a esta señora? Como a mi amigo. Yo voy a recoger a la mayor, no como en casa, que tengo lío. Hay barbacoa en casa de tu madre el fin de. Y el de la camioneta venga "de fumar", hasta la coronilla de cuitas. Intentando descifrar códigos secretos. Entramos por Normandía. El morse es mucho más fácil que este hablar de rutina de la señora del sexto. Que si tiene una reunión, que pone la lavadora, que hoy cocina una cremita que le enseñó su chico a hacer, que sabe a campo. ¡Qué rico! Esa crema le tenía que gustar a mi padre, más que a campo, sabe a monte y remonta un catarrazo o un resacón.
En fin, que por hablar, he vuelto al tiempo en que mi teléfono hace ruiditos y sé que me están espiando. No voy a decir que me enorgullece, no. Me llena de orgullo y satisfacción, así hablan los que sí que saben. Pero, mira, si me espían, vale, pero que no me cambien la sintonía, que yo soy muy de costumbres. Si ya no me adoctrina nadie, que no se preocupen con mis tendencias políticas. No soy peligrosa, además, lo mismo hoy pienso una cosa, que mañana se me ocurre otra que me convence mucho más. Y no es falta de coherencia, es de verdad que lo pienso. Y estoy igual de convencida. Eso, que me espíen si quieren, pero por favor no me pisen jamás mis zapatos de gamuza azul.
No hay comentarios:
Publicar un comentario