Sin las condiciones de contorno, la frase, aunque
rara, es aceptable. Porque faltan datos.
Pongámonos en situación: Se trata de una mujer madura
en modo Cabify, de transportista de sus vástagos a actividades varias,
universidades, colegios o fiestas de amigos. Ahí, lo que quiere uno decir es
¿qué te parece como voy vestida hoy? La cosa cambia. Le ha salido solo, y con
la ilusión de acercarse a la juventud mediante la expresión, ha marcado con
claridad su posición y distancia (mucha). Es mayor. Sus hijas se preocupan por
la vestimenta a llevar al colegio, facultad, fiesta. Ella las observa paciente
y con un alto grado de sorpresa. Bendito uniforme.
Es la misma situación que cuando les pide a sus hijos que le instalen spotyfive. Dicho en el mejor inglés que le sale, acentazo de academia. Eso sí, confiesa que siempre le resultó curioso lo del five. ¿Por qué cinco? se preguntaba. ¡qué raro! que le llamen Spoty, vale. A saber de dónde viene, ¿pero lo del cinco? Se lo inventarían en 2005. Como si todo hubiera que entenderlo. Se acabó el misterio. Porque no es cinco. Claro.
Por meterse con otros, escucha confusiones ajenas: sinónimo de lucro, no sabía que era un chistecito de abogados. ¡Ahora se llama así!. Apuesto a qué algún letrado había oído la frase sobre la falta de ánimo de lucro, de corrido, sin verla escrita nunca y la reprodujo a su manera ante su señoría. Imagino la cara de los togados.
Otro ejemplo lleno de cariño: la boutique del gourmet, en la plaza de los angelitos, en Navacerrada. Conocida por su precios más que por sus exquisitos productos, que siempre hay quien confunde valor y precio. Allí donde los angelitos ofrecen un agua helada y si te libras de las avispas y consigues beber sin un picotazo, según la sabiduría popular, ese agua hará que el turista vuelva. A falta de fontana, los cerrudos tenemos a nuestros angelitos. En la esquina donde ahora se debaten los cubatas al cobijo del aire fresco que viene de la Maliciosa, antaño había un supermercado. Uno de los varios Adrados. Abierto a deshoras, amables los dueños. ¡Hasta te colocaban las cosas dentro de la bolsa!. Eso sí, era un lujo a su alcance. El precio de una urgencia podía ser cualquiera. A veces los productos estaban marcados en la boutique, para sorpresa y ojos grandes del cliente, que no salía de su asombro, no daba ni tenía crédito. Conocida también la tienduca como la boutique del grumet, sin e al final, afrancesado grumete. Y los del corte inglés con su mal nombrada boutique.
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