Se trata del dedo meñique, del mío. Hace mucho tiempo
me di un trompazo de campeonato. Andaba en tiempos de tribulación. Y, a pesar
de seguir los consejos paternos, y evitada la mudanza, tuve un percance.
Después de que el cirujano tratara de reconstruir mi quinto hueso metacarpiano,
con éxito parcial ya que le sobraron elementos calcáreos que quedaron olvidados
en la bandeja metálica del quirófano junto a otros útiles quirúrgicos; digo,
después de la labor excelsa del cirujano, y ya sin vendajes, recuperada la
movilidad hasta poder ponerme el sujetador sin ayuda, le comenté al instruido
que había quedado más corto mi dedo chico de la mano izquierda, que el de la
derecha. Aporté sin dificultad prueba gráfica. Añado aquí la calificación de
mano catastrófica aportada por magnífico fisioterapeuta que pospuso su
jubilación ante el reto de recuperar la movilidad de MI dedo meñique. Distinta
fue la versión del médico que, pronto en la respuesta, me dijo: “Bueno, es el
meñique, ¿para que usa usted el meñique?” Pues doctor, SU meñique no lo uso yo
para nada, es más, no me interesa, pero el mío, me sirve. Y no estoy pensando
en actividades de semáforo, feas costumbres que se disparan cuando uno no se
siente observado y para las cuales el dedo más fino resulta conocidamente útil.
No.
Mi dedo meñique lo uso para lo que se me antoje. Es
más, su cambio de longitud ha afectado a mi escritura, a los mandos del
portátil, así como a mi conducción. Ha perturbado a mi saludo, que ahora
disimulo, como la sonrisa. Por no hablar de mi autoestima. "Irías a ser
ciega, que Dios te dio esas manos", me decía padre. ¿Qué me diría ahora?
¿Dónde vas con ese dedito?
Como MI/SU meñique, cada uno tiene SU suspenso, su-suspenso
en inglés, en matemáticas, música o educación física. Sí, ¿qué pasa? yo
suspendí música. Según mis parientes fue porque, a pesar de mis enormes orejas,
tengo un oído enfrente del otro. Pero no era por eso, era porque no sabía
copiar en los exámenes. Nadie estudiaba ni música en esas épocas, copiaban
hasta los listos. O tocabas la flauta hasta aburrir a los vecinos. Pero yo no.
Así que me catearon. “Es para que se esfuerce la niña!, Así se motiva para la
próxima evaluación”. A mí no me motiva que me den una mala nota. Me motivan
otras cosas, pero un cate, no. "Te he suspendido porque quiero que saques un 10, tu eres de matrícula". Es que yo no quiero un 10, ni un nueve, no; lo que quiero es quitarme esta asignatura, ¡hala! una menos. A la porra. La ambición es suya, no me la transfiera, profesor. “Te apruebo a condición de que saques un seis en
el siguiente examen”, vale. “Hazme un trabajo, entrégame los problemas”, eso me
motiva. Igual que me motiva un regalito al hacer la compra, un descuento. Yo
soy muy de conformar. A nada que me empujes me vengo arriba. Me encanta
acumular cupones para acceder a chismes inútiles. Que los regalos no se rechazan, no señor.
Igual que MI meñique, es MI duelo. (O TU duelo,
entiéndaseme) Porque esa gente ilustrada, leída, como mi cirujano, que me dice
“hija, pero olvídate”, ya ha pasado mucho tiempo. ¿Les digo yo acaso cuando
olvidar? Pues déjame a mí, con mi recuerdo y con mi pena y mi meñique. Ya va a
hacer más de un año, de dos, de diez, de 50, que se fue, que murió. Tienes que
asumirlo. ¿Quién te dijo que no asumo? ¿Es porque no he vuelto a subir a las
montañas? ¿O no he caminado más hacia la fuente por el camino umbrío? ¿Acaso lo
dices porque no quiero pisar los adoquines de la ciudad del esgrafiado en sus
fachadas? ¿O porque no dejo de subir allá donde volaron sus cenizas? No estoy
majareta, sé que no va a volver, ni el tiempo pasado ni mis muertos. El derecho
a la tristeza es como el de la pereza, personal e intransferible, y mientras no
haga daño a nadie,…es que, ¿a quién le afecta?
¿Qué es eso de que tu meñique no sirve para
nada? El tuyo a mí no me sirve. ¿Qué eso de que no te vistas ya de negro, que los
padres, tu hermana chica, la mayor, tu hermano del alma murieron hace tanto? Que
al fugado se lo llevó el viento o el mar no te lo devolvió. Ese momento en que
se apagó la luz a partir del cual nada volvió a ser lo mismo. ¿Quién me va a
impedir ser estatua de sal? Hay cosas que no caducan. El anímate no sirve de nada. Solo remangarse
y caminar juntos. Lo demás son patrañas. ¿Qué todo depende de cómo te lo tomes?
Sí. En parte sí. Pero es mi dedo meñique, eso no me lo quita nadie.ie.