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25/02/2024

LOS SONIDOS

Hay una serie de alimentos, que cuando se caen no se caen, se derraman. Con eso te digo todo. ¡Se derraman lágrimas! Se derrama la leche, se derrama la sal, el azúcar. Pequeñas catástrofes que adquieren categorías de crisis según el humor, o el amor. Y si hay o no alguien para echar las culpas. Se trata de comestibles crudos o no. El café, la harina, el azúcar, la sal con su mala suerte asociada “oh”, el aceite, la leche “aggggg" (ya el colmo es que se “salga” la leche, cuando se hierve, con la consecuencia inmediata del quemado y la dificultad que eso añade a la limpieza, los improperios no se pueden transcribir; un huevo "¡mierda!", una bombilla "¡no!". Las legumbres de cualquier tipo: Garbanzos, lentejas, judías y judiones, echan a correr con velocidad angular y lineal, sobre todo los garbanzos, que son como canicas, imposible seguirles la pista antes de hacer guá; las lentejas, al ser planas, viajan menos, pero por eso mismo se esconden con más habilidad.  En cuanto a las judías, pintas, blancas, depende quizá de tu tamaño, origen y madurez. Las palmas de ambas manos hacia arriba. Inmediatamente se pasa en todos los casos a la posición de jarras, tan poco atractiva como sugerente del momento de caos y desesperación en el que acabas de sumergirte por un descuido absurdo. En realidad es algo menor, pero se te hace bola y cuesta arriba la jornada.

Depende mucho de la hora del día, la reacción. Si es por la mañana y se te cae la leche, el talante amable con el que enfrentabas la jornada se agría a velocidad del rayo. Si es que has encontrado la leche medio abierta o mal cerrada en la nevera y el goteo va acompañado de un olor desagradable, un charco en la repisa que parecen litros imposible que quepan en el tetrabrik, tienes dos opciones: ponerte manos a la obra o hacer como que no lo has visto. Esta última, vestida con un desayuno fuera, o esperar al café de la oficina es en sí misma una maña elección, porque la vuelta a casa solo empeora las cosas. El olor, la guarrería y tu cansancio han ido en "crecendo' . La otra opción es rascarte la cabeza mirando el esastre mientras calibras la decisión: estás entre el papel de cocina y un trapo; kh7 que todo lo vale o un cristasol apañado. Siempre papel.

 

Si es que estás haciendo una súper tortilla de patata que levanta el ánimo y las pasiones, te sientes un imbécil de tomo y lomo al ver el huevo rodar. Que sabías que no debías dejarlo ahí.  Sí.  Mierda. Recoger el huevo lleva un rato, primero papel en seco, más papel. Y luego limpieza del desaguisado.  Vale.

De entre las harinas, azúcares blancos o morenos, cafés, no sé qué prefiero o qué prefiero menos. El azúcar da la sensación de que va a ser caldo de cultivo de hormigas impenitentes. Pero el café tiene su mala idea porque además se ve en tu impoluta encimera blanco, pero no digamos la harina. Oí a Pepe, un Presunto Ignorante (en realidad ilustre) decir que un día se le cayó un paquete de harina por la noche, al abrir un armario para pecar con algún gudi, y el sueño o la pereza le impidieron recogerlo. Al día siguiente había huellas de animales no catalogados como tales, sino como monstruos que solo habitan la imaginación,  que eran prueba de una vida ignota que existir, existe.  Prefiero no arriesgar.

De los líquidos, sustancias sin límites y viscosidad variable, además de la leche, tiene mala idea el aceite. Que por mucho que pases trapos secos y mojados, es resistente ese aspecto brillante de.la encimera, que no es película, es brillo; y tu sospechas, sabes, que no es de reluciente limpieza, que aún resbala.

Pero todo esto no es nada comparado con cuando te dispones a colar la pasta sin hacer uso del colador y se te cae al fregadero. "No no no ¡noooo!" Primero un espagueti, que lánguido se escapa, luego dos y el desastre se hace incontenible. Se asemeja el desastre a un deslizamiento de terreno, al principio parece que carece de envergadura hasta que una vez materializado el desastre, no tiene solución. En cuanto a la pasta en el fregadero, la duda está en "lo digo o no lo digo". Porque inmediatamente la pasta en sí ha vuelto a la cazuela seca. Como si hubiéramos dado a la tecla de "rewind" (rebobinar). Ha vuelto en cascada, como cayó. Estaba limpio el fregadero. Total.  Se te aparece como bocadillo saliendo del lado derecho de tu frente. Total. Ahora voy a volver a calentarla, con el sofrito y tal. Otro bocadillo por la sien izquierda. Tírala. Que no. Esto se come. No han sido ni dos segundos. Bendita regla que se aplica al chupete en origen. ¡Hala!. Que lo que no mata engorda.


19/02/2024

LOS QUE ESPERAN EN EL PASO DE CEBRA

Los que esperan el borde del paso de cebra están cargados de razones, eso no se lo niega nadie. El paso de cebra, o paso de peatones, es para eso, señora, para que usted cruce tranquila. Caballero, pase usted, tómese su tiempo. No soy yo quien pita, ¡faltaría más! ¿Me ha visto mover las manos del volante? No osaría a tamaña ofensa. Usted pase sin prisa, que las cabezas que salen por las ventanillas de los coches que me siguen, es a mí a quien insultan. No sabe que usted ha esperado en el precipicio de la acera, como si de un océano se tratara, esta callecita que está dispuesto a cruzar. Desconocen el detalle de que hasta el momento mismo en que me he detenido completamente, y se ha cerciorado mediante un intercambio de miradas, la suya cargada de desaprobación, de que le he visto y con un gesto ha indicado que era su derecho, y que procedía, hasta ese momento no ha iniciado la marcha. Con parsimonia y si lo fuera, elegancia. Para ello ha echado el pie al asfalto, con calma, atusándose el cabello y repasando los pliegues de la chamarra. Se ha tomado su tiempo, pues ha tardado exactamente 10 minutos en todo el proceso. Si tenemos en cuenta que el ancho completo de la calle no supera los 10 metros, la velocidad alcanzada en el tránsito, de riesgo, ha superado los 0.05km/h, por utilizar una unidad accesible a la imaginación. 

No sufre usted de ninguna patología visible en sus extremidades inferiores. Parece ágil en el movimiento, pronto en la respuesta. Ni pierna ortopédica, ni bastón o muleta acompañan o ayudan su caminar. Tampoco se observa que le sobren quilos o años que pudieran ralentizar sus reacciones y por tanto afectar al gracejo de su marcha.

Es simplemente mala leche y aburrimiento, ganas de educar a los demás, abuso de queja, déficit de inteligencia, absurdez personificada en ser humano, lo que mueve a esos seres que esperan lo que haga falta a echar el pie en un paso de cebra, hasta que el conductor llega a dudar si tiene intenciones de cruzar, o simplemente está ahí plantado porque espera a un taxi, a un amigo, o a tomar una decisión en cuanto al rumbo. O si acaso echará raíces, ya con la lluvia de abril y el sol de mayo. Son ganas de pillar al incauto conductor, de regañarle, alzar con amenaza el periódico o el puño, dar un golpe en el capó que bien pudiera abollarlo. Demostraciones que necesitan algunos humanoides para sentirse vivos, para vivir. ¡Cuan míseras han de ser sus vidas que precisan de semejante entretenimiento para llenar sus horas, dar sentido a sus mañanas!

Pase señor, señora, adelante, no tenga prisa. Comente con los amigos, corra a otro paso de cebra en busca de aventura. Que de tan digno elemento del paisanaje de la ciudad, solo quede la huella de los que un día yacerán entre sus bandas blancas por el mero deseo de tener razón, y dar lecciones de civismo.  Encadenados, vivos o muertos, a sus derechos y las obligaciones del otro. Me hubiera gustado verles ante uno de sus semejantes, y ellos al volante, con prisa y poca paciencia. Ya quisiera el paso que se le recordara por un encuentro, por un beso, por un paseo, por una foto. 

09/02/2024

POCO SE HABLA DEL TAPON

Poco se habla de los sutiles cambios que se van haciendo hueco en nuestra vida diaria. Se meten en lo cotidiano y el hombre obediente obvia la queja, se olvida, en el trajín de la vida. La transformación de los coches y todo tipo de vehículos, tanto externa como interna, cada vez más parecidos a lo que se imaginaban los escritores de novelas futuristas. El abandono del usted en casi todos los ámbitos. La vestimenta, en fin. De pronto te plantas en un mundo que no conoces.

Pero ¿A quién se le ha ocurrido lo del tapón del tetrabrik? Es que me parece de juzgado de guardia. Vamos a ver, una señora decía el otro día "mi cocina no es tan grande como para perder el tapón de la leche". Si es que se te cae. Si es por higiene, si se cae, se limpia. Más sucio y peligroso me parece que la leche al salir pueda tocar el borde del tapón, que ¡a saber dónde ha estado". Por no hablar de cerrar el tetrabrik, que no es de un solo uso. El encaje del tapón a la hora del cierre ya no es tan fácil, no encaja a la primera. Si la leche se colocara verticalmente en la nevera, en la puerta, el problema casi pasaría desapercibido, pero ¡ay de quien la tumba en los estantes! Si no ha hecho clic el tapón, el estropicio puede ser de órdago. Con lo mal que huele la leche.
Si ya tiene su misterio servir la leche sin que caigan gotas en la encimera, mesa o mantel, ya con el tapón, en un descuido, se organiza un lío morrocotudo. Hay que sujetar el tapón con el dedito, girarlo para que quede arriba y permita el vertido sin interrupciones. Todo comodidades en ese primer café. Menos mal que existen las jarritas de leche. Que yo soy muy propia. Y en caso de que no las hubiera, unas buenas tijeras y de vuelta al método tradicional de apertura. Un buen tijeretazo y se acabaron los problemas.
Será muy ecológico.  Será. Desde luego queda claro que el envase va a la misma bolsa que el tapón.  Por si había duda entre los fundamentalistas. Aunque haya estado en contacto con alimento, van a envases, no así el papel que tiene restos orgánicos.  Ese no va al papel. 

Ecologistas y ecólogos al margen, el asunto del taponcito me parece una locura.  Que no solo afecta a la leche. ¡Ojo!. Sírvanse Coca-Colas o bebidas espumosos con el taponcito colgando. No te arriendo la ganancia.

05/02/2024

PASTILLAS PARA LA PENA

El duelo no se puede medicar, hay q pasarlo. Te tiene que atravesar. El dolor del alma no tiene antídoto. Es.  Si se medica, vuelve. No hablo de enfermedades que convierten al hombre en piltrafa de llanto y agonía.  Hablo del duelo, de la pérdida. 

Tras una pérdida hay un dolor inmenso. Y si ese dolor se tapa con paliativos, sin más, sin sentirlo, sin hablarlo, sin que te atraviese, sin llorar, a base de fármacos, vuelve. Y vuelve empoderado, vuelve con ese conocimiento profundo de la autoridad que le ha dado el que se ha escondido. Vuelve y se sabe fuerte porque es temido. Vuelve y no hay donde esconderse, hay que enfrentarlo. Hay que salir a la calle, mirarlo de frente y a los ojos aunque las lágrimas no dejen ver.

Hay pérdidas que parecen imposibles de superar. Cada uno tiene las suyas. Para según quien, resulta imposible imaginar a otro anclado en la nostalgia, muerto de dolor después de un tiempo. Pero es que no existen reglas estrictas, no se puede aplicar la matemática ni los logaritmos al corazón. Como dijo Pascal "El corazón tiene razones que la razón no entiende" y lo dijo en mil seiscientos y pico.  Y eso que él era de ciencias. 

01/02/2024

QUE SE VAYAN A FRANCIA

Esta reflexión ya la hizo Dani Rovira con mucha más gracia. No solo por su acento si no por su labia. El malagueño de ojos juntos, como él mismo dice, es un artista. No hablo del idioma, que de eso ya lo dijo todo Eugenio, "que al pan le llamen pain, vale; que al vino le llamen vin, vale; pero que al queso, que se ve claramente que es queso, le llamen fromage". Va este post por mis queridos liceanos, urbanitas, elegantes, que saben que los quiero.


Hablaba en un monólogo el malacitano de que en España sobra gente y no por manía a los franchutes, si no por estrategia sugería un traslado al pais vecino. Dado su tamaño y densidad poblacional, siguiendo una lógica aplastante, los debíamos mandar para allá, a los que sobran aquí. Que se las apañen allí. Cojo el testigo.



Quizá por la presión del directo o el público, se dejó a algunos individuos que son claramente prescindibles, y que estarían genial en Francia. O no. Por ejemplo, esa gente que no respeta la distancia social. Por decirlo suavemente. El vagón de metro está vacío, el autobús, lugares públicos sin asignación de asiento. En el caso del metro, con poca gente, vacío, vacío, raro. Entras y te sientas, con elección libre de ubicación. El colega que entra detrás de ti, se pone a tu lado, pero a tu lado, literal, no en la misma ristra de asientos, no, se sienta encima de tu abrigo, y si has dejado el bolso a tu vera te pide que lo cojas, que se va a sentar ahí. ¿Por? En el autobús eliges tu sitio favorito, pasillo, primera fila, al lado de la salida, inmediatamente detrás. Te pide pasar para ponerse en la ventana ¿por? Que le gusta ir en la ventana, sí, pero hay diez asientos más con ventana, y otro en primera fila. Le da susto ir solo. Quizá. Sigo en el transporte, me da igual ahora que sea tren o avión, asiento asignado. Ese tipo que ha elegido ventanilla, porque le gusta mirar el paisaje. El trayecto no supera una hora. El individuo en cuestión padece de incontinencia urinaria. O le da nervio el viaje. Otra explicación no encuentro. La cosa es que, antes de despegar, en el caso del aéreo, o de arrancar, en el del tren, ya se ha levantado al menos una vez para ir al baño. "Disculpe" Había una leyenda urbana, herencia de algo cierto, seguramente, que decía que nunca se debía ir al servicio con el tren parado, jamás en estación; por extensión tal mito afecta al avión. Leyenda es, pero ¿qué necesidad? Si hace dos minutos que nos hemos subido, haber ido antes. Pues no, tiene que ser cuando tú ya te has instalado, has pedido pasillo, que no te caben las piernas, te has abrochado el cinturón, preparado para una siesta tras el madrugón o repasar las notas de la conferencia, leer un rato o verte una serie en el ordenador. "Perdón, le voy a molestar" Vaya por Dios. Esto aplica a la playa, piscina, espacios públicos en general. Llegas con tu toalla a la Antilla, a una de sus extensiones infinitas de arena clara, no hay nadie, es mayo, un mes para ir al mar. Un mes para ir al mar enamorado. Te instalas, tiendes la toalla y te vas al agua. Solo o en compañía de otros, pero enamorado. A la vuelta del chapuzón te encuentras una toalla que literalmente solapa con la tuya. No es un amiguete. No. Es una familia, que ha clavado la sombrilla y extendido sus 17 toallas, una por pariente; colocado su nevera azul a la sombra y el altavoz cantando por peteneras. ¿Por qué? ¿por qué ahí? No es una cala, literalmente se trata de tres kilómetros de playa, por no hablar de la distancia al mar, que lleva un rato mojarte los pies. Será el mejor sitio. Será. O seré yo una antipática.
Otro tipo de persona a la que es posible que le hagan hueco en Francia, o no, que los franceses son muy suyos; es esa que interrumpe conversaciones interesantes o divertidas para no decir nada. Es decir, ellos no están escuchando, les importa un bledo el asunto que se está tratando, ellos están pensando en sus cosas, sin atender a bromas o argumentos. En medio de las risas o el calor de la discusión, sueltan, al que tienen al lado, a ti, cogiéndole del brazo, reclamando su atención. “¡Qué casa más bonita tienes!”. “¡Ay como son de monos los mellizos!, tres añitos ya, ¡cómo pasa el tiempo!”. ¿Perdón? No esperan respuesta. Igual que se quedan, podrían dar media vuelta y marcharse. Tienen un monólogo preparado, como los del club de la comedia, como Dani Rovira, pero este discurso no tiene gracia. Han comido cuerda y al llevar toda la tarde sin hablar, es complicado meter baza, que tampoco quieres. Lo que estás deseando es saber por qué se ríen tus amigos, qué ha dicho ahora tu cuñado, con qué ha salido tu primo, ¡las cosas que se le ocurren!, el chascarrillo de siempre, que te sigue haciendo gracia. Pero el aspirante a francés se te ha metido en el canal auditivo, lo notas lleno, afectando ya al tímpano y a todas esas láminas y delicados elementos que forman tu dispositivo sonoro, que si pudieras cerrarías. Tu educación, de la que el futuro francés adolece, te impide salir de la situación como te gustaría. Incapaz de hacer gestos a tu pandilla que les inviten a rescatarte, asientes y sonríes. Después te preguntarán: "¿Qué te contaba Fulano que estabas tan interesado” Y tu “cabrones”. A Francia, o a Rusia, que es más grande, y ellos sí que están holgados. Si no les queda sitio allí deberíamos aprender una palabra de rescate para esas situaciones. “Cheeseburger”. 

Que se vayan a Francia los que se cuelan en la cola del súper, ¡ay, no me había dado cuenta!. "Sí que la carne de cerdo es transparente para los ojos de burro". Los que te pisan los esquís, que se vayan a Francia. Que se vayan a Francia los que dicen que les ha salido fatal el examen y luego sacan un diez, los que dicen que no han estudiado y es mentira. Que se vayan a Francia los de la falsa modestia. Hala, directos a Francia, que hay cola. Que se vayan a Francia. Que se vayan todos los que empiezan una conversación diciendo "no es asunto mio, pero...". "Yo no quiero decir nada, pero..." y lo que sale luego por esa boquita.  Que se vayan a Francia los que tiran petardos y se ríen del susto que te has dado.
En la categoría de primer aviso quedan los que empiezan una conferencia con un "no me voy a enrollar" o " seré breve" y luego no hay moderador que les cierre el pico ni el micrófono. Al tercer aviso: a Francia.