Hay una serie de alimentos, que cuando se caen no se
caen, se derraman. Con eso te digo todo. ¡Se derraman lágrimas! Se derrama la
leche, se derrama la sal, el azúcar. Pequeñas catástrofes que adquieren categorías
de crisis según el humor, o el amor. Y si hay o no alguien para echar las culpas.
Se trata de comestibles crudos o no. El café, la harina, el azúcar, la sal con
su mala suerte asociada “oh”, el aceite, la leche “aggggg" (ya el colmo es
que se “salga” la leche, cuando se hierve, con la consecuencia inmediata del
quemado y la dificultad que eso añade a la limpieza, los improperios no se
pueden transcribir; un huevo "¡mierda!", una bombilla
"¡no!". Las legumbres de cualquier tipo: Garbanzos, lentejas, judías
y judiones, echan a correr con velocidad angular y lineal, sobre todo los
garbanzos, que son como canicas, imposible seguirles la pista antes de hacer
guá; las lentejas, al ser planas, viajan menos, pero por eso mismo se esconden
con más habilidad. En cuanto a las
judías, pintas, blancas, depende quizá de tu tamaño, origen y madurez. Las
palmas de ambas manos hacia arriba. Inmediatamente se pasa en todos los casos a
la posición de jarras, tan poco atractiva como sugerente del momento de caos y
desesperación en el que acabas de sumergirte por un descuido absurdo. En
realidad es algo menor, pero se te hace bola y cuesta arriba la jornada.
Depende mucho de la hora del día, la reacción. Si es
por la mañana y se te cae la leche, el talante amable con el que enfrentabas la
jornada se agría a velocidad del rayo. Si es que has encontrado la leche medio
abierta o mal cerrada en la nevera y el goteo va acompañado de un olor
desagradable, un charco en la repisa que parecen litros imposible que quepan
en el tetrabrik, tienes dos opciones: ponerte manos a la obra o hacer como que
no lo has visto. Esta última, vestida con un desayuno fuera, o esperar al café
de la oficina es en sí misma una maña elección, porque la vuelta a casa solo empeora las cosas. El olor, la guarrería y tu cansancio han ido en "crecendo' . La otra opción es rascarte la cabeza mirando el esastre mientras calibras la decisión: estás entre el papel de cocina y un trapo; kh7
que todo lo vale o un cristasol apañado. Siempre papel.
Si es que estás haciendo una súper tortilla de patata
que levanta el ánimo y las pasiones, te sientes un imbécil de tomo y lomo al
ver el huevo rodar. Que sabías que no debías dejarlo ahí. Sí.
Mierda. Recoger el huevo lleva un rato, primero papel en seco, más
papel. Y luego limpieza del desaguisado.
Vale.
De entre las harinas, azúcares blancos o morenos,
cafés, no sé qué prefiero o qué prefiero menos. El azúcar da la sensación de
que va a ser caldo de cultivo de hormigas impenitentes. Pero el café tiene su
mala idea porque además se ve en tu impoluta encimera blanco, pero no digamos la harina. Oí a Pepe, un Presunto Ignorante (en
realidad ilustre) decir que un día se le cayó un paquete de harina por la
noche, al abrir un armario para pecar con algún gudi, y el sueño o la
pereza le impidieron recogerlo. Al día siguiente había huellas de animales no
catalogados como tales, sino como monstruos que solo habitan la imaginación, que eran prueba de una vida ignota que
existir, existe. Prefiero no arriesgar.
De los líquidos, sustancias sin límites y viscosidad variable, además de la leche, tiene mala idea el aceite. Que por mucho que pases trapos secos y mojados, es resistente ese aspecto brillante de.la encimera, que no es película, es brillo; y tu sospechas, sabes, que no es de reluciente limpieza, que aún resbala.
Pero todo esto no es nada comparado con cuando te dispones a colar la pasta sin hacer uso del colador y se te cae al fregadero. "No no no ¡noooo!" Primero un espagueti, que lánguido se escapa, luego dos y el desastre se hace incontenible. Se asemeja el desastre a un deslizamiento de terreno, al principio parece que carece de envergadura hasta que una vez materializado el desastre, no tiene solución. En cuanto a la pasta en el fregadero, la duda está en "lo digo o no lo digo". Porque inmediatamente la pasta en sí ha vuelto a la cazuela seca. Como si hubiéramos dado a la tecla de "rewind" (rebobinar). Ha vuelto en cascada, como cayó. Estaba limpio el fregadero. Total. Se te aparece como bocadillo saliendo del lado derecho de tu frente. Total. Ahora voy a volver a calentarla, con el sofrito y tal. Otro bocadillo por la sien izquierda. Tírala. Que no. Esto se come. No han sido ni dos segundos. Bendita regla que se aplica al chupete en origen. ¡Hala!. Que lo que no mata engorda.
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