LOS CINCO Y
YO. ANTONIO OREJUDO
El libro es
cojonudo. Con perdón. Antonio Orejudo escribe como le da la gana. De un
tirón. Como el que cuenta una historia, bien contada. Se repite poco, no se
contradice, o sí. Porque las historias requieren a veces recovecos, abrir paréntesis,
irse por las ramas. Después hay que retomar el hilo, incidir para atraer al que
escucha, al que lee, ponerle a tu lado y que no se pierda. Que coja la hebra y se quede. Pendiente y
atento. Orejudo hace lo que quiere con las palabras. Porque domina el medio. Es
un pez en el agua. Un delfín.
Orejudo dice
que Reig ha escrito After 5. Otro que tal baila. De rodillas debemos leer a
Orejudo y a Reig. Hay que escuchar sus libros, sus artículos. Guardarlos como
oro en paño. Son pequeñas obras de arte. Merecen un monumento. No un Oscar o un premio. Un monolito de piedra. Para que haga de hito. Para que dure. Antes y
después de Reig y Orejudo. Un menhir que lleve Obelix a todas sus batallas
contra los romanos. Porque, toda la Galia está conquistada, ¿toda? No, queda Orejudo, que sigue escribiendo.
Si Reig no ha escrito After Five, debe hacerlo. Es una idea genial. Traer a nuestra literatura aquélla con la que nos iniciamos en la lectura. Mezclar entre nosotros a esos personajes que fueron tan reales, hacer que sus vidas sigan. Porque Enyd los dejó quinceañeros. Es fascinante saber qué ha sido de ellos. Conocer su edad adulta, sus contradicciones. Asombrarnos con la noticia de su éxito o fracaso.
De un buen escritor no importa la
historia que cuente. En fin, importa. Porque la historia queda. Pero puede ser mágica, trágica, desternillante. Da igual si es humor o comedia. O si al final todo es pena. Cada frase hay que leerla. No vale
saltarse párrafos para ver qué pasa al final. No. Ese libro que no quieres acabar, es el libro que siempre temes encontrar. Porque la última página significa que quedará un hueco difícil de llenar. Solo el menhir puede estar ahí
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