Me asomo a la ventana sin saber por qué.
Sigo igual, padre. Me acuesto la última y me levanto
la primera. No quiero perderme nada. Mamá dice que soy la primera mujer que ha
tenido un hijo. Es cierto, y la primera mujer que ha perdido un padre. Nunca he
presumido de ser realista. No lo soy. Soy exagerada sin ser mentirosa. Mis
experiencias siempre me han parecido máximas. Y así las vivo. Y así las cuento.
Por eso algunos dicen que invento. Pero no. Es como yo lo vivo.
Mi autoestima no levanta un palmo del suelo. Sigue a
nivel felpudo. Pero mi imaginación me ha permitido siempre estar entretenida. Y
asustada. Cuando no tenía nadie con quién hablar imaginaba conversaciones con
amigos o con desconocidos. Creaba situaciones imaginarias e iba resolviendo
conflictos. No hablaba conmigo misma. Inventaba diálogos.

Es verdad, si tú vivieras, otro gallo cantaría. Pero
tenías que irte antes que yo. No hubiera soportado provocarte ese dolor. Hay
otros que también habrían llorado, sí. Pero especialmente a ti, tan castellano
y tan austero, no hubiera querido hacerte ese feo. Tenías que marcharte tu
antes, padre. Pero siento tanto tu ausencia como el día en que te fuiste. Ya no
me ven llorar. Casi nadie me ve. Pero te lloro, claro, todos los días un
poquito. Y en el fondo estoy contenta de seguir haciéndolo. Te echo mucho de menos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario