¿Quién me va a curar el Corazón partío?
Pensó que podía. Pero no
está seguro ya. Un corazón roto no se puede pegar. O sí. Pero sale otra cosa.
Leyó una historia de una abuela y el café, una historia de transformación. Una
historia que consistía en salir fortalecido de la adversidad. Pero ya no sabe
si es capaz. Las heridas de los corazones rotos no se pueden coser. O sí.
Quedan las costuras y las cicatrices. Queda otra cosa.
¿Quién me tapará esta noche si hace frío?
Es cierto que el camino no es siempre fácil. La vida se va construyendo poco a poco. Aprendió a aprender y a querer , a sacar lo mejor de todas las situaciones. Sabía exprimir zumo dulce del amargor de las aceitunas demasiado verdes. Extrajo sueños de las pesadillas. Hizo luz con fuego enemigo. No fue sencillo. Pero luchó cada bola.
Su discurrir fue como el de muchos afortunados. Nació en un barrio burgués de Madrid. Fue al colegio religioso vestido de uniforme. Camisa blanca, corbata de rayes azules y verdes, pantalón gris, chaqueta azul con botones dorados, dos. En julio cursos en Londres, veranos marítimos después con la familia en la casa de Sangenjo. Se casó con una chica de allí. Su novia de siempre. Ese pelo rizado amarillo descansando en sus hombros, esos ojos de miel, le cautivaron desde niño. Él se dedicó a las finanzas, ella a la medicina. Sus hijos llenaron de risas los silenciosos pasillos de la casa de la calle Serrano. El alborozo de su presencia le hizo siempre sentirse lleno.
Y de pronto ella quebró su promesa. La dulce médico gallega empezó a llenar su cabeza con pájaros ajenos. El la veía distanciarse, le cuidaba con esmero, las comidas más ricas, las camisas planchadas, pero sus ojos se iban. Ella dejó de hablar, aunque parloteara. Ella se volvió cristal. El no tuvo oportunidades.
Dime si tu te vas, cariño mío ¿Quién me va a curar el Corazón partío?
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