Don Julián,
estamos a mitad de año, ¿qué va hacer con las agendas? Tiene que regalarlas,
porque caducan, como los calendarios. Don Julián es el Presidente y Anamari es
la secretaria de siempre. Se pinta las uñas mientras le pasa llamadas. Intercambia
criterios con sus compañeras sobre distintos métodos de depilación. No quiere
soltar su máquina de escribir porque la usa para escribir las direcciones en
los sobres. A su alrededor todo está obsoleto, como ella. Pero de tonta no tiene
un pelo. Y Don Julián entra en resonancia con sus comentarios. Porque es cierto,
las agendas caducan, como las noticias.
Por eso ser
periodista lleva la incompatibilidad intrínseca con el perfeccionismo. No llega,
no le da tiempo. Es imposible que consulte y compare todas sus fuentes. Y más
en esta era de la comunicación donde el bombardeo de noticias requiere de
filtros y escudos protectores. El periodista necesita paz para estructurar lo
que va a contar y una capacidad de síntesis que le salga a borbotones, que le
mane por todos los poros. Así puede aporrear su teclado, revisar faltas gramaticales,
ortografía: sabe que lo que está mal escrito es más difícil de leer y además provoca
desconfianza en el lector. Abro paréntesis. Si yo me encuentro una “vaya”
pintada de verde, rodeando un jardín multicolor, me pasa lo mismo que a Don Julián,
entro en resonancia, no puedo seguir, soy un animal enjaulado persiguiéndose la
cola creyendo que va de caza. Doy vueltas en círculo. No sé salir. Pierdo el interés
por el contenido, me abruma la falta de confianza. Temo que todos sea ya
mentira a partir de ese punto. Cierro paréntesis. Por eso creo que la profesión
del periodista que requiere rapidez y precisión está poco valorada. Es falso
eso de “Cualquiera puede ser presidente”, desde médico a albañil. A lo mejor presidente
sí, pero el que informa tiene una responsabilidad social que debería serles
inculcadas desde el día uno del inicio de sus estudios. Igual que el médico
hace un juramento. El que cuenta oficialmente las noticias, no es un tío simpático
que dice todo lo que se le pasa por la cabeza, tampoco un buen lector. Es un
analista, un ser con pericia y método, con criterio. Tiene en sus manos algo
valioso, el conocimiento de la verdad y el poder de hacerla pública y conocida
ahora mismo por millones de personas.
Reivindico
el respecto a estos profesionales que se enfrentan a la caducidad temprana del
producto y al reto de exponerlo con fidelidad a tiempo. Aún más en este tiempo de redes sociales, amigos internautas y facilidad de acceso a una última hora que puede estar sesgada por el camino que ha recorrido. Es cierto que hay muchas fuentes. Mucho no es sinónimo de mejor.
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