El asunto de conjugar los verbos irregulares siempre me
recuerda a mi padre. Me acuerdo con Corcuera. Cada vez que salía en la
televisión, lo siguiente era "Corcuera o Corcuese". Al principio nos
quedábamos todas (porque en casa, menos él, éramos chicas todas en una
época) tal cual. Pero después de repetirlo una y otra vez, la cosa tiene
gracia. Y ya no lo decía él. Lo decíamos todas. Y si no bajo su atenta mirada,
también nos salía, en cualquier conversación. Corcuera. Zas. Corcuera o
Corcuese. La perplejidad ante el comentario siempre me ha divertido. Es la
primera vez que lo escribo, lo pondría con "q", lástima de diéresis
para tal letra. Pues con canté pasa lo mismo, ¿Por qué no es irregular el verbo
cantar? Porque cantar es como estar. Esté no, estuve. Claro, esté se puede
confundir con otra palabra, es otra. Otros tiempos. Como éstos, que son malos para la lírica. Me estoy metiendo en un berenjenal. Mi profe me
va a llamar la atención. Con razón.
Por cierto. Me parto. Berenjenal. Es buenísimo. Meterse en
un berenjenal. Según el DRAE: Embrollo, jaleo, lío. Ahora dicen la RAE. ¡Mira
que somos!, eso es cosecha de la siembra feminista, victoria pírrica: quitar diccionario del acrónimo para
que sea femenino. Sin comentarios. ¿Era necesario? A mí me parece una bobada.
La verdad. Es un diccionario. Sí, también hay una academia, real. Pues academia
y diccionario. A lo mejor mola más “academio” y “diccionaria.” Somos idiotas.
Así nos va. Eso de preocuparse por la forma más que por el fondo es una especialidad de los cretinos, ya lo decía Holden. Tienen poder de convicción, arrastran a masas. "Meterse en un berenjenal’ es el acto de meterse en un
embrollo y/o en una situación de la que es difícil salir. Quien no ha visto una
berenjena más que en una lata o en un puesto de encurtidos o en escalivada o "ratatui" no entiende. Yo no es que haya visto muchas, pero
me he pinchado alguna vez con esas hojas
grandes, aovadas, de color verde, casi cubiertas de un polvillo blanco y llenas
de aguijones. Es imposible olvidar y muy gráfica la expresión. Pues nos hemos vuelto tontos de tanto miedo a meternos en berenjenales. No. No son remolachas, las de bote de cristal, hechas tiritas o rodajas, preparadas para echar a la ensalada y teñirla del color del mismo nombre. Esas que son fruto de
la planta homónima, y tienen un tinte dominante. Es un gen ganador. Envases donde una bola compacta se encierra al
vacío.
Pero es estuve y no “esté”, anduve y no “andé”. Por eso me
gusta “cantuve”. Lo mejor son los errores que hacen los niños, que tienen toda
la lógica del mundo. Ese “yo cabo”. Una amiga mía decía que no quería corregir
a sus hijos en el lenguaje. Que tenían errores que no eran más que una comprensión
exhaustiva de las reglas. No son golpes al diccionario. Son manozatos de
lógica. Y esas caras de sorpresa ante el “se dice yo quepo, no yo cabo”.
Imagino esos cerebros ágiles de los infantes que buscan en su RAM todas las
aplicaciones y la extensión incluso de tal excepción.
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