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25/07/2022

ORANGE Y CORONA

Nadie sabe lo que es divorciarse hasta que le ocurre. No lo saben los abogados ni los jueces por muchas sentencias que dicten los últimos, por mucho que los otros sean testigos necesarios. No lo saben los psicólogos ni los curas. Por mucho que se empeñen. Clasificado el divorcio como la situación emocional más traumática después del fallecimiento de un hijo, me gustaría llamar la atención sobre la deferencia que con el divorciado se tiene. Hablo de él y de ella. Da lo mismo. Mucho se habla de banderas de colores varios, de cantidad de melanina en la piel. de eutanasia, del paro, de la subida de la luz. Pero la condición de divorciado, que no viudo, que esa es otra, ¡tela!. Otro día hablaremos del soltero. Debería haber un teléfono de atención al cliente especial, por las dificultades que para el divorciado entraña la realización de determinados trámites, sin tener que pedir el consentimiento escrito del que fue conyugue, ni su permiso, ya que no son nada. 

Quiero escribir sobre la delicadeza de los empleados de ORANGE, ¡ojo!, de algunos, que llaman por teléfono para informar de esto o de aquello. Un suponer: Ella cambia de compañía pero él es titular de la línea. Él, con disposición procede a la baja, por ley de protección de datos es él quien debe hacerlo. Bueno. La condición de divorciado significa, salvo idílicas situaciones, una ruptura de la relación entre los cónyuges, una dificultad sino brecha para la comunicación. Por tanto ella sufre para pedirle a él que haga el trámite y él sufre o se siente desvinculado de la responsabilidad y manifiesta desánimo u otras prioridades, reticencia al hacerlo. Pero lo hace. Al cabo ella recibe una llamada porque ha habido un impago. Sí, responde ella, el importe de 545 € por cuantía y usando la coherencia y la sensatez por vez primera en su economía doméstica, le parece desorbitado, y ha dado órdenes en el banco de no abonar el recibo. Pide a la señorita que le habla, le envíen desglose de la factura. Ella, que acostumbra al tuteo, en esa ocasión se agarra al usted frente a una impertinente obstinada en el tú, como si hubieran comido juntas. Ella no se enfada, tiene dosis de paciencia inyectadas con un gotero. Ella no se altera. La señorita de Orange le pide el DNI, al comprobar que no es titular de la línea le informa a ella de que no puede enviarle la factura por ley de protección de datos. Que le de el DNI del titular. Ella le explica que el titular es quién hace años fue su marido. Y que no conoce su DNI (aunque lo conociera, ella nunca daría esa información sin el consentimiento de él). La operadora de pide el teléfono de él. Ella le explica que la factura es suya, cargada a su cuenta de ella, no de él, que la abona en modo domiciliación, desde su banco, que no quiere que le molesten a él, que bastante hizo gestionando la baja de la línea porque a ella no le dejaban hacerlo, por la ley de protección de datos. La operadora le espeta, le grita; ella mantiene el usted, la señorita o señora: el tuteo impertinente, "no me estás entendiendo, estamos perdiendo el tiempo, yo no puedo seguir hablando contigo, dame el teléfono de él". Ella recuerda el mensaje previo a la llamada: esta conversación va a ser grabada. Ve la bombilla encendida. Y es la primera vez, que sin llegar a la sonrisa, piensa, bueno, ni tan mal. Ella no le da el teléfono de él. Ni el nombre, la operadora lo sabe, se lo ha dicho. "Dame su teléfono". Ella, con la calma, responde que lo desconoce. No es cierto, pero se enroca en intentar proteger al otro. La operadora suelta "¡que tengas un buen día, adiós!" En mayúsculas, gritando.

En la sierra está una amiga, porque en Madrid no admiten positivos, paseando a sus perros por el pantano, enmascarada con su FPP2. Lleva cinco días que le duelen los tobillos, tiene 38.5ºC  de fiebre, y la línea roja de la prueba de antígenos en el lado malo. Ella, como tiene hijos mayores pero no es mayor, no va al médico. Porque tener 38.5ºC es normal con el bicho. Ella no va al médico. ¿Para qué? Si esto es lo que pasa. Ya puede fumar, podría, porque no fuma. Eso quiere decir que tiene bien el oxígeno. No se asfixia ya. Además con el oxímetro lo comprueba con la frecuencia que su preocupación le indica. Se fatiga pero poco. Le duele la cabeza que no puede soportarlo. Se mide la tensión, lo que le haría la médico del pueblo. Normal. Le zumba un oído. Normal también. A su hermana le pasó lo mismo. Se ha tomado las mismas medicinas que la recetaron a esta. Ciencia experimental. Incómodo, eso sí. Por su cuenta y riesgo decide llamar al teléfono "corona". Le atiende la misma señorita de ORANGE, o su prima. "no te oigo, se entrecorta" La amiga tiene un poquito de dificultad para hablar porque le duelen la cabeza, los tobillos, tiene como un carraspeo en el fondo de la garganta, un moco gigante que le impide hablar seguido sin toser, le zumba el oído, se agota al hablar y además en la sierra la cobertura va y viene. Se disculpa la amiga, y le cuenta su caso, para que conste, le pregunta  a la señorita del CORONA que qué tiene que hacer. La operadora de CORONA, prima de la operadora de ORANGE le espeta con una retahíla, que si trabaja con personas de riesgo, que si se debe aislar; la amiga escucha y pregunta en un descanso si se debe hacer otra prueba, que ya han pasado cinco días. "Si te quieres gastar el dinero" responde la operadora. ¿Pero qué respuesta es esa? Vamos a ver. En ese teléfono, como en el de ORANGE, más que en el de ORANGE, se supone que debe haber personas acostumbradas a escuchar, y conscientes de que quien llama es un enfermo en el caso del CORONA, él sí es una persona vulnerable. Pues le colgó, la operadora del CORONA colgó a la amiga. La amiga se sintió fatal. Maltratada. 

Mientras tanto, ella recibe otra llamada de ORANGE, desde un número diferente. En el fondo se alegra, la operadora no es la misma, ella le resume la conversación anterior y le explica que no han conseguido entenderse. Que quiere la factura, nada más, que como ya no es cliente no puede obtenerla por la web y otros medios que aparecen en la página de la compañía. Porque con ORANGE no hay manera de comunicarse que no sea a través de una línea de ORANGE, en otro caso se debe recurrir a un número de esos que cobran un ojo de la cara por minuto de espera. Ella bastante tiene con el susto de los 545€. Cierto, que fue ella quien quiso la baja, que le advirtieron de una penalización, pero le parece desmesurada. Ella no quiere volver a implicar a él.  Él es el titular, y quien contrae la deuda. Pero ella sabe que la deuda no es de él. La segunda operadora resulta ser pariente de la primera y de la del teléfono CORONA. Por ley de protección de datos le vuelven a colgar con un que tengas un buen día escupido.

Él ha sido localizado, sin ayuda de ella, ni de ningún otro familiar, han llamado a todos, pidiendo el teléfono de él. Con la ley de protección de datos en la mano, ¿Eres él? No, pues dame su teléfono, así. A gritos, subiditas de tono las operadoras, abusando de tuteo. ¿Pero quien es usted? Que me lo de. Pues no. Lo siento. Es curiosa esta ley de protección de datos que no deja visitar a una madre recién parida al hospital, a un amigo con el corazón abierto o roto si no se acredita parentesco y sin embargo permite a una compañía hacer un cargo incorrecto sin impunidad y bajo amenaza. Permite acosar sin tregua al cliente. Amenazar. Él se pone a disposición de ella en cuanto ella le hace un pantallazo de la situación. Él se declara soldado, lo que tu digas. Consigue la factura detallada de modo inmediato y en ella figura un desglose de aparatos desconocidos para ella de los que debe abonar una cantidad de 25 por barba, más IVA, hasta el importe total, por darse de baja, por infiel. Por desleal. Quién lo diría. Ella ha escrito a ORANGE mientras tanto y a las 8h le contestan que la incidencia se ha resuelto a su favor, por un importe de 245€. Total 300€ menos que la primera factura. Sin despeinarse. Sin disculpas ni explicaciones. Aun así a ella le parece un despropósito, una barbaridad, una razón para no contratar nunca más con ellos. 

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