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13/07/2022

SOY UNA CHICA CORTEFIEL

Soy una chica Cortefiel, de toda la vida. Mona, cateta, simpática y medio tontita. Gusto un montón a los hombres. Será por mi sonrisa o por mi dulzura, será por el verde miope de mi mirada o mi tímida manera de escuchar. Siempre he sido feliz y afortunada. ¡Qué! Si algo no lo entiendo, disimulo, o lo que les gusta más aun, pregunto. A un tío le gusta más que a un tonto un lápiz, explicarle desde su a veces discutida virilidad,  desgranarle a una mujer de labios rojos y turgentes eso que él considera obvio. Se acomoda en el podio y desde ahí se siente el macho alfa que tanto reclama la vida. Y yo tan pancha. En realidad no importa lo que yo entienda. Me da lo mismo. Beben mis vientos, comen de mi mano. Hablo poco por no meter la pata, y en general porque no se me ocurre qué decir. 

Yo no me bajo de mis tacones, ni soy infiel a mi gloss. Soy paletita y discreta. Me río mucho cuando me preguntan y no encuentro respuesta, no sueño estar atenta aunque lo parezca; como es situación que me ocurre a menudo, me río mogollón. Por eso parezco más simpática todavía. ¿Por dentro que tengo? ¿Y a ti que se te importa? Como decía Soledad Montoya, " vengo a buscar lo que busco, mi alegría y mi persona. Gracias Federico,

Las piquetas de los gallos
cavan buscando la aurora,
cuando por el monte oscuro
baja Soledad Montoya.
Cobre amarillo, su carne,
huele a caballo y a sombra.
Yunques ahumados sus pechos,
gimen canciones redondas.
Soledad: ¿por quién preguntas
sin compaña y a estas horas?
Pregunte por quien pregunte,
dime: ¿a ti qué se te importa?
Vengo a buscar lo que busco,
mi alegría y mi persona.
Soledad de mis pesares,
caballo que se desboca,
al fin encuentra la mar
y se lo tragan las olas.
No me recuerdes el mar
que la pena negra, brota
en las tierras de aceituna
bajo el rumor de las hojas.
¡Soledad, qué pena tienes!
¡Qué pena tan lastimosa!
Lloras zumo de limón
agrio de espera y de boca.
¡Qué pena tan grande! Corro
mi casa como una loca,
mis dos trenzas por el suelo,
de la cocina a la alcoba.
¡Qué pena! Me estoy poniendo
de azabache, carne y ropa.
¡Ay mis camisas de hilo!
¡Ay mis muslos de amapola!
Soledad: lava tu cuerpo
con agua de las alondras
y deja tu corazón
en paz, Soledad Montoya.
 *    *    *
Por abajo canta el río:
volante de cielo y hojas.
Con flores de calabaza,
la nueva luz se corona.
¡Oh pena de los gitanos!
Pena limpia y siempre sola.
¡Oh pena de cauce oculto
y madrugada remota!

No soy Soledad Montoya, soy una chica Cortefiel, porque Cortefiel es de toda confianza. No es una gran superficie, con sus agobios, no es El Corte Inglés ni un Mol, no es Zara, con el mogollón. se acerca a una boutique Tiene su estilo. Huele  a casa. En Cortefiel no se pierde uno. En Cortefiel hay moquetita al entrar. Dependientas de uniforme que se distinguen de sobra de las clientas que somos. No hay tarjeta Cortefiel. Me conocen porque soy de toda la vida. Cuando mamá vivía, íbamos juntas las chicas, las hermanas y ella, tan contentas. Después la cervecita, ¡ea! Y a papá y a los hermanos sabían qué recomendarles los días del cumpleaños y fiestas de guardar. 

La ropa de Cortefiel es como yo, que no tiene nada de extraordinario, pero gusta a todo el mundo. Soy una chica Cortefiel, me visto de negro, que me adelgaza y me hace más alta. Aunque no me hace falta ninguna de las dos cosas porque estoy buenorra. 

Soy el equivalente en chica a un Don Juan de época, feo, católico y sentimental Esa soy yo, Don Ramón María, su ínclita Marquesa de Bradomín. Pero mona. Y me visto en Cortefiel. No me he casado ni pienso. ¿Pa'qué?  Cuando me enhebro a alguno, los otros le miran con envidia. Me sobran cumplidos y me basta autoestima y altura de miras. Hago lo que se me antoja. No necesito de nada ni nadie. De amigos voy justa, pero de amores, "cucha", ahí no me gana nadie. Moscones me tengo que quitar.  Hago lo que me viene en gana. En mii cervecita  del aperitivo compañía no me falta. Me voy cuando quiero. Y vuelvo también. Los tengo en vilo, que si me decido que si no. A mi plín.

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