Yo no me bajo de mis tacones, ni soy infiel a mi gloss. Soy paletita y discreta. Me río mucho cuando me preguntan y no encuentro respuesta, no sueño estar atenta aunque lo parezca; como es situación que me ocurre a menudo, me río mogollón. Por eso parezco más simpática todavía. ¿Por dentro que tengo? ¿Y a ti que se te importa? Como decía Soledad Montoya, " vengo a buscar lo que busco, mi alegría y mi persona. Gracias Federico,
No soy Soledad Montoya, soy una chica Cortefiel, porque Cortefiel es de toda confianza. No es una gran superficie, con sus agobios, no es El Corte Inglés ni un Mol, no es Zara, con el mogollón. se acerca a una boutique Tiene su estilo. Huele a casa. En Cortefiel no se pierde uno. En Cortefiel hay moquetita al entrar. Dependientas de uniforme que se distinguen de sobra de las clientas que somos. No hay tarjeta Cortefiel. Me conocen porque soy de toda la vida. Cuando mamá vivía, íbamos juntas las chicas, las hermanas y ella, tan contentas. Después la cervecita, ¡ea! Y a papá y a los hermanos sabían qué recomendarles los días del cumpleaños y fiestas de guardar.
La ropa de Cortefiel es como yo, que no tiene nada de extraordinario, pero gusta a todo el mundo. Soy una chica Cortefiel, me visto de negro, que me adelgaza y me hace más alta. Aunque no me hace falta ninguna de las dos cosas porque estoy buenorra.
Soy el equivalente en chica a un Don Juan de época, feo, católico y sentimental Esa soy yo, Don Ramón María, su ínclita Marquesa de Bradomín. Pero mona. Y me visto en Cortefiel. No me he casado ni pienso. ¿Pa'qué? Cuando me enhebro a alguno, los otros le miran con envidia. Me sobran cumplidos y me basta autoestima y altura de miras. Hago lo que se me antoja. No necesito de nada ni nadie. De amigos voy justa, pero de amores, "cucha", ahí no me gana nadie. Moscones me tengo que quitar. Hago lo que me viene en gana. En mii cervecita del aperitivo compañía no me falta. Me voy cuando quiero. Y vuelvo también. Los tengo en vilo, que si me decido que si no. A mi plín.
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