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15/08/2019

"NOC NOC"

Torrijos (Toledo)
FOTO de VP
No sé si a ustedes les sorprende tanto como a mí el hecho de que cuando llama a la puerta la policía en las películas americanas, nunca usan el timbre ¿Por? Antes del timbre en las puertas había llamadores. Las aldabas. La libertad de diseño en tal objeto era absoluta. Pero muy comunes eran los puños, metálicos, emulando las humanas manos que evitaban con tal artilugio destrozarse los nudillos. Con tal fin incluso, y para no dañar los dedos, muchas veces se trataba de manos portadoras de esferas, que, como todo el mundo sabe, resisten mejor los golpes por su estructura interna, tensiones y otras minucias. Siempre placa de acero, dorada, metálica, recibiendo el golpe en la puerta. Su misión proteger la tabla de madera de los impactos continuados. Llamadores había de todo tipo: herraduras los supersticiosos, animales peculiares, desde leones con una argolla en la boca, caballos con igual instrumento en los orificios nasales, salamandras, hasta pájaros carpinteros, pobres, se destrozaban el lomo o el pico, según la posición. He visto bebotes, las clásicas “eses”, calaveras. En fin. El dueño de la casa tenía libertad en tal elección.
Tras la aldaba vino la campana, campanilla. Alguna iba conectada ingeniosamente con el propio llamador, de manera que dentro de la casa estaba la campana, que sonaba en el interior cuando fuera se golpeaba la puerta. Se evitaba así que el viento y las inclemencias la accionaran inintencionadamente. Y por fin, el timbre. No debemos olvidar los telefonillos que, aunque nadie lo sepa, tuvieron su origen en Zújar, provincia de Granada. En tal pueblo, cuyos melocotones se inundaron por el pantano que dio de beber a la región; hacía tal calor que la zona habitada de la casa estaba separada de la puerta principal por un pasillo ancho e infinito, que permanecía siempre a oscuras y cerrado a cal y canto. Esa cámara hacía de “cortafuegos” a los 50ºC de la calle, y mantenía fresquita la sala de estar, donde se combatía el calor con crucigramas, ajedrez, cartas y siestas hasta la caída del sol. En Zújar apareció el predecesor del telefonillo. Consistía en un llamador que se situaba en la puerta de la calle, cuando se pulsaba, accionaba un hilo que recorría el larguísimo pasillo y hacía sonar la campana en la salita. Por supuesto nadie preguntaba quién es. Total, para que te digan “yo” y abras igual, tanto da. El más veterano de la casa, abuelo o abuela, asumía la responsabilidad de abrir, sin moverse de la butaca de orejas, accionaba otro mecanismo, una cuerda que estaba atada a la manilla de la puerta principal. Y el más jovencillo, nieto o hermano pequeño acudía a despejar la sorpresa. Con el tiempo, en Zujar no solo se inventó el portero automático mecánico, sino el tono de llamada personalizada, por el que cada uno tenía su propio toque de aldaba que le hacía reconocible al llamar a la puerta; en el caso de no reconocer la llamada surgía una voz del interior de la vivienda que decía: Quién, a lo que el visitante contestaba: Paz, y se abría la puerta.
Pero en Estados Unidos, los Estados Unidos de América, no tienen timbre, ni aldaba, ni telefonillo. No entiendo. Allí los polis se siguen destrozando el puño cuando van a casa del malo. Quizá de ahí esa costumbre de las dos puertas, pero en este caso a un palmo una de la otra. Cristal y rejas. Te veo y no te dejo pasar. Lo que son las costumbres. Será confianza o falta de la misma. O prevención contra apagones. No lo entiendo. En realidad, es lo mismo que lo que tu decías, ¿Por qué no hay vallas entre las casas americanas y entre las españolas hay muros? Entre las casas americanas basta una línea de petunias para que nadie traspase propiedades, en España saltaríamos alambradas de espinos para vernos y compartir cerveza fría y aperitivo. Lo del timbre es igual. Están deseando que lleguen visitas y no saben como decirlo.

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