Torrijos (Toledo) FOTO de VP |
Tras la aldaba vino la campana, campanilla. Alguna iba conectada ingeniosamente
con el propio llamador, de manera que dentro de la casa estaba la campana, que
sonaba en el interior cuando fuera se golpeaba la puerta. Se evitaba así que el
viento y las inclemencias la accionaran inintencionadamente. Y por fin, el timbre.
No debemos olvidar los telefonillos que, aunque nadie lo sepa, tuvieron su
origen en Zújar, provincia de Granada. En tal pueblo, cuyos melocotones se
inundaron por el pantano que dio de beber a la región; hacía tal calor que la
zona habitada de la casa estaba separada de la puerta principal por un pasillo ancho
e infinito, que permanecía siempre a oscuras y cerrado a cal y canto. Esa
cámara hacía de “cortafuegos” a los 50ºC de la calle, y mantenía fresquita la
sala de estar, donde se combatía el calor con crucigramas, ajedrez, cartas y siestas
hasta la caída del sol. En Zújar apareció el predecesor del telefonillo. Consistía
en un llamador que se situaba en la puerta de la calle, cuando se pulsaba, accionaba
un hilo que recorría el larguísimo pasillo y hacía sonar la campana en la
salita. Por supuesto nadie preguntaba quién es. Total, para que te digan “yo” y
abras igual, tanto da. El más veterano de la casa, abuelo o abuela, asumía la
responsabilidad de abrir, sin moverse de la butaca de orejas, accionaba otro
mecanismo, una cuerda que estaba atada a la manilla de la puerta principal. Y el
más jovencillo, nieto o hermano pequeño acudía a despejar la sorpresa. Con el tiempo, en Zujar no solo se inventó el portero automático mecánico, sino el tono de llamada personalizada, por el que cada uno tenía su propio toque de aldaba que le hacía reconocible al llamar a la puerta; en el caso de no reconocer la llamada surgía una voz del interior de la vivienda que decía: Quién, a lo que el visitante contestaba: Paz, y se abría la puerta.
Pero en Estados Unidos, los Estados Unidos de América, no tienen timbre,
ni aldaba, ni telefonillo. No entiendo. Allí los polis se siguen destrozando el
puño cuando van a casa del malo. Quizá de ahí esa costumbre de las dos puertas,
pero en este caso a un palmo una de la otra. Cristal y rejas. Te veo y no te
dejo pasar. Lo que son las costumbres. Será confianza o falta de la misma. O prevención
contra apagones. No lo entiendo. En realidad, es lo mismo que lo que tu decías,
¿Por qué no hay vallas entre las casas americanas y entre las españolas hay muros?
Entre las casas americanas basta una línea de petunias para que nadie traspase
propiedades, en España saltaríamos alambradas de espinos para vernos y
compartir cerveza fría y aperitivo. Lo del timbre es igual. Están deseando que
lleguen visitas y no saben como decirlo.
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