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28/03/2020

ME VOY A LA COMPRA


Poco se habla de ir a la compra. Poco, para lo que supone. No es un "salgo un momento a por el pan", no. Tampoco es un "hago la compra y que me la lleven". Con razón tales servicios se han limitado a las personas que realmente lo necesitan.  Antes de ir a la compra hay que organizarse. A pesar de que se trata de un hecho que hasta hace poco era absolutamente cotidiano y al que no le dábamos especial importancia, salvo cuando hacerlo era un acto de amor en sí mismo, de cariño, de alegría. Esos días en los que en pareja acudíamos a comprar, cada uno elegía un capricho, siempre un detalle para el otro. Juntos por el barrio, de la pescadería a la frutería, selectivos en cuanto a los sitios, disfrutando del momento, del olor de las manzanas, eligiendo una carne para hacer a la brasa en la azotea, una sal especial, las especias coloridas, resaltarían en el mantel. Llegábamos a la bodega y nos dejábamos asesorar. O no. La pasión de él, siempre presente. Esos días de vino y rosas se acabaron. Por ahora.

En primer lugar hay que organizarse, no sé qué es lo primero la verdad. No puedes olvidar los guantes ni la mascarilla. Te tienes que poner algo que al volver puedas echar directamente a la lavadora. Un sayo, le llamaría mi madre. En estos momentos que ya llevamos 15 días en casa, resulta adecuado el estilo Demis Roussos para ocultar el atiborre. Es importante la elección del bolso en caso de ser mujer. Puedes optar por no llevarlo, pero entonces tienes que saber exactamente donde vas a ir, porque si es a Carrefour, recuerda que tienes un vale de descuento, si es a Unide no olvides la tarjeta, y también tienes una oferta de dos botes de Sanex a mitad de precio. Si es a Mercadona no hay nada que recordar. Si vas a la frutería de la esquina, no hace falta que cojas bolsa, te la dan, aunque vaya contra el reglamento. Si es al mercado recuerda que está cerrada la carnicería por las tardes. Sin bolso, las tarjetas al bolsillo. Todas, por si acaso. Lo malo del bolso además, es que al sacar la tarjeta metes la mano dentro, con los guantes y te imaginas a todos los virus invadiendo tus secretos. El bolso de mamá no se toca.

Otra decisión importante es si llevas o no bolsa. Tengo una enorme de IKEA, ya, pero si la lleno no soy capaz de volver con ella. A no ser que solo compre bolsas de Nachos y patatas fritas de las de la bolsa negra. Pensándolo bien, me sentaría delante de la tele y me "empatataría" esta noche, con unas cervecitas. No. Cojo una bolsa tamaño medio, de las que son fuertes, pero que, aun llena, es manejable. ¡Ah! La lista. ¿Qué me hace falta? Mermelada de frutos rojos, pan integral, espinacas, pasas, piñones, plátanos, fresas, nata, Bovril, guisantes, que no gigantes, mantequilla, vinagre de Módena, que tanto daño ha hecho a la cocina y a los sabores; pasta de dientes, lentejas, presa…mmm con unas patatas panaderas. Lo has apuntado durante el desayuno. Has decidido la comida sin consenso, en plan sorpresa. No quieres comprar mucho para no formar parte de la histeria colectiva pero no quieres salir todos los días, así es que decidiste hacer la compra por Internet, como cuando llegabas a casa del trabajo a una hora escandalosa, a la que todo estaba cerrado, menos el Carrefour Express, donde sólo quedaban “goodies” o un pan chicloso, y además no tenías fuerzas para ir. Te metiste en la página del Día, del Corte Inglés, de …no salían fechas disponibles para envío a domicilio. Preparaste listas enteras y entrabas en las webs con regularidad hasta que un día encontraste hueco ¡el 10 de abril! Lo que hace una semana te parecía el más allá, ahora lo tomas como un chorro de aire fresco. Tienes una hora para hacer la compra. Te sobran 55 minutos. Lo lanzas por si las moscas. Pero hasta el 10 de abril, es cierto que hay cosas en la nevera, pero siempre falta algo.

Te echas a la calle, menos mal que no llueve. Llevas las bolsas, las tarjetas y la lista. Te has calzado los guantes, la mascarilla y el sayo. Ya, mascarilla solo los infectados, pero ¿y si yo lo estoy? ¡Hala, pa’lante!.

Nada más entrar en el súper, “te fumigan”, te obligan a darte gel en las manos y a ponerte otros guantes, de los finitos transparentes. Gracias. Gracias. La primera decisión es si coges o no carro. Vas protegida, la barra del carrito no la limpian cada vez que alguien lo coge, pero llevas guantes (dos). Además, si coges las cosas en tu bolsa, para no tocar nada, la tienes que llevar a cuestas por todo el establecimiento. Pillas el carro y empiezas. La estancia en el supermercado cada día se parece más a los coches de choque o al billar, es como si fuéramos todos polo positivo, y en cuanto nos acercamos a más de 1.5m, sin querer, sin darnos cuenta, los campos se rechazan y pum cambiamos de dirección. Rebote. Se ven movimientos caóticos por toda la estancia. Te acercas a la carne, y el señor del bigote va a coger una bandeja de lomo y tú, fuuus, eres rechazada de inmediato hacia el lineal de los preparados. Estás mirando los humus variados, que no tenías planeado comprar y se te antoja un aperitivo, pilla, pilla. (Su voz, entre otras mil) Mientras, se ha acercado una señora mayor, corta de vista, está a punto de rebasar la distancia de seguridad cuando tu sistema de detección advierte de la presencia del intruso y zas, sales rebotado, en la sección de comida para llevar, a donde has sido propulsado, no hay nada, así es que vuelves a tu lista, guisantes, espinacas, la fruta. Bajas a por el pan, hay una “aglomeración” cerca de la zona de los panes especiales, que ahora tienen una pinta horrible, envueltos en bolsas de plástico, te decides por el Bimbo clásico; en cuanto lo encuentras, eres repelido con un Angulo de 135º hacia los yogures, aunque no lo tenías pensado, te encaprichas del yogur griego, que tanto les gusta en casa. Justo a tiempo porque una mano se ha colado en tu burbuja de seguridad y se dirige hacia los actimeles, actimelízate, fuus; rechazada hacia la zona de galletas, qué peligro, ¿quién se resiste a unas Chiquilín?; y de ahí, entre carambolas varias, pasas por los nachos, las almendritas…para cuando llegas a la caja el carro boza, sabes que vas a necesitar otra bolsa. Por lo menos.

Empiezas a colocar los productos en la cinta, cuando te deja la cajera. No han limpiado la superficie, normal; piensas: "si saco el gel de la bolsa y el Kleenex me van a tomar por loca". Te resistes. Pero, ¿cuando llegues a casa lo vas a limpiar todo? Los empleados lo han colocado con guantes, sí, pero a saber cómo han llegado ahí, o quien lo ha tocado. ¿Necesita bolsa? Sí, una, por favor. Sin apoyarlas en ningún sitio vas rellenando tus bolsas. Te van a crecer los brazos de lo que pesan. ¡Ay madre!, si todavía te falta pagar. Sacas la tarjeta como puedes, porque con los guantes eres muy torpe. Piensas en quitártelos, pero, ¿cómo? Si te los quitas, todos los bichos están ahí. Si les das la vuelta como hacen en las series de los médicos de la tele, ¿Cómo te los vuelves a poner? Hay que quitárselos a pellizcos en las puntas de los dedos. Hay gente esperando, consigues sacar la tarjeta y pagar, como te has quitado el guante y tienes que poner el pin; valoras seriamente si llegarías con la nariz, tienes un boli desinfectado en el bolsillo y marcas los números con él.

Por la calle sabes que das apariencia de necesitar ayuda, y de hecho si te cruzaras con alguien, te la ofrecería. Al llegar al portal analizas la posibilidad de llamar al telefonillo, pero otra vez te asalta la duda, ¿Quién lo habrá tocado? O seré yo quien lo infecte. En realidad nadie, porque nadie ha venido a casa desde hace más de 15 días. Luego queda tocar la puerta del portal, el botón del ascensor, la puerta del ascensor, el botón del ascensor…Usas tu propia llave. Así no molestas. Al  llegar a casa, otra vez. ¿Dónde dejo las bolsas? ¿Las tiro a la basura una vez vaciadas? Limpias los limpias con un papel de cocina con un poco de lejía. Tú, que no has sido paranoico en tu vida, te sientes súper culpable. Como alguien se ponga malo en tu familia, es tu culpa. ¡Porras se me ha olvidado el papel higiénico! No es coña.

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