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24/03/2020

NO TENEMOS OTROS PLANES O LA PELUCA DE ANA BLANCO


El otro día estábamos viendo en la tele el telediario de la 1, por supuesto, porque hay que ver el telediario a las 15:00 y a las 21:00, en TVE 1 para intentar escuchar la información más neutral, objetiva. Hay que ver el telediario de la 1. Es un valor seguro, Ana Blanco, que es una constante universal, de toda la vida. Ha sobrevivido a todos los gobiernos, a todos los colores. Con razón. Ana Blanco con su traje de chaqueta (o chaqueta solo, porque ella nunca se pone de pie como estos presentadores modernos que parecen más bien modelos, o que tienen una fiesta después y charlan, modelo chico chica tal cual estuvieran en la barra de un bar). Ana Blanco, camiseta blanca (nunca camisa) de pico o cuello redondo, de Zara o de Armani. Impecable. Impoluta. Cambia el color de la chaqueta, solapas en pico, simetría, ligeras licencias en el tono. Recién peinada, sin florituras, a veces flequillo, un poquito menos largo, un poquito más corto. La melena de longitud variable dentro de la unidad del milímetro. Alguna cana, las justas. O ninguna. El ojo pintado con una sutileza que debe llevar mucho trabajo, maquillaje neutral que da uniformidad al conjunto, carmín casi invisible. Si la perfección es la constancia, ella lo es. Da una confianza enorme. La falta de adornos o imprevisión hace que la concentración en sus palabras sea fácil. Lo que dice Ana Blanco es verdad, va a misa y yo, todo lo que sale de esa boca, leído, dictado, me da igual, aunque no sea verdad, yo me lo creo; y aunque no esté de acuerdo, a mí me parece bien.

Luego por la noche hay otra persona que no es Ana Blanco, para mí no es ya tan fiable como ella; pero por disciplina sigo viendo el telediario de las 21:00.
En ambos noticieros hay una corresponsal que va cambiando de ubicación. Ya solo eso me desasosiega. Igual que Almudena Ariza, eso de que se haya venido de Nueva York, me inquieta. ¿Qué haces en París Almudena? ¿Por qué? Me gustaba ver el día cuando aquí era de noche. Eras un pie al otro lado del charco. Me encanta el retardo con el que llegan las preguntas que te hace Ana, mientras asientes con profesionalidad, sin oír. La velocidad de la luz, culpable de ser mucho mayor que la del sonido. Como Lorenzo, en Italia. Bien. Valor seguro. Patterson, en Bruselas, con su acento limpio, salpicado de tonos europeos. O Idígoras en Londres. ¡Qué lujo de lenguaje! Siempre lluvia en el paisaje. Al grano, la corresponsal madrileña va cambiando de sitio, del Congreso de los Diputados a la Moncloa. Ha cogido mucho protagonismo. Ella no es una constante universal. Cambia de estilo. Se pinta muchísimo, como una puerta, diría Pilar. ¡Qué madre le deja salir así! ¿No sabes que no tenemos nada mejor que hacer? Que vamos a estar aquí.  A las 15:00 y a las 21:00. Danos tranquilidad en tu crónica. No abuses del decorado. Por favor, estamos al otro lado. ¿No ves que te saludamos? Presentes todos, España entera. Aprende de Ana, sencillez, monotonía hasta el aburrimiento, transmite calma, por favor. No dejes que el desasosiego nos invada. Eres una ventana al exterior. Aprende, blanca la camiseta, chaqueta acromática, disimula tu belleza boteriana, tu exageración. Que yo no escucho. No te pintes así porque ante una cara tan picassiana es que no puedo concentrarme en lo que cuentas. Pienso ¿por qué se habrá pintado así?, es distinta que ayer, ¡qué exagerado!, ¡qué colores!, esos mofletes violáceos. Es difícil emular a Ana, pero fíjate en ella. La paz de su aspecto plano es la clave.

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