Si no sabes lo que es la isla, sólo hay
tres posibilidades. Uno: que no sepas lo que es “la Isla”, dos: que no tengas
hijos adolescentes o no seas tú mismo un adolescente barra joven no tan joven, y
por último que no hables con nadie. Dentro de la primera opción está incluida
tanto la tercera, como ese grupo clásico de mentirosillos barra intelectuales de
pacotilla que se avergüenzan de saber lo que es “la Isla”. Si bien es cierto que
no toda la Galia está invadida por los romanos. ¡No! Una aldea poblada por irreductibles galos resiste, todavía y como
siempre, al invasor. Y la vida no es fácil para las guarniciones de legionarios
romanos en los reducidos campamentos de Babaorum, Aquarium, Laudanum y
Petibonum…, los indomables que, bien sea porque ya no ven la televisión por
aburrimiento o porque solo vean películas que sus plataformas digitales les
recomiendan, a falta de consejos amigos; o porque, en fin, tengan otras
aficiones; son como las meigas.
El
caso es que yo sí he visto la Isla, con interés medio escéptico, medio neutro
en un primer momento: Por dar una oportunidad a la generación que viene. Con pasmo,
estupefacción y mucha vergüenza, pasado un solo minuto de programa. El cúmulo
de sensaciones y sentimientos que me invaden antes de que me venza el sueño, desde
luego no son lo que se podría llamar satisfactorios, bonitos, positivos, ni nada
de nada. Interesante no es el espectáculo. Aportar, no aporta nada. Pero desde luego
dice mucho de la sociedad enferma en la que vivimos, de la que somos en parte
responsables. Porque tiene muchísima audiencia, por mucho que Abraracúrcix
resista.
La supuesta pantomima que
protagonizan un grupo formado por cinco parejas que deciden poner su relación a
prueba durante un periodo de tiempo de uno, dos meses o tres, en un lugar paradisiaco,
separados unos metros él de ella. Ellos en una casa de lujo, ellas en otra. Los
novios rodeados de chavalas minifalderas y guapísimas que solo quieren conquistarles.
Con el propósito único de hacer feliz a alguno de los novios. Malmeter contra
la novia, escuchar y ejercer de mujer perfecta. Y las novias lo mismo, con un montón
de guaperas estupendos que solo quieren ganar su afecto y quedarse unos días
más en tan magnifico escenario. No solo los conquistadores tienen tela, en su misión
de romper pareja, que es a lo que van. En el programa salen las perlitas que
cada uno lleva dentro. Las novias y solteras muestran lo bichos que las mujeres
podemos llegar a ser: intrigan, dicen medias verdades, cuchichean a las
espaldas de las supuestas amigas del alma que se conocen de dos o tres días o
semanas. Todo un ejemplo. De los chicos, qué decir, golfos y sinvergüenzas algunos,
imprudentes muchos y en su mayoría buena gente, sensibles, manipulados y
manipulables. Tampoco quedan muy bien, la verdad.
Dos meses de vacaciones
pagadas, a todo trapo, en una gigante casa hortera y paleta, con piscina
privada y el mar tras la duna. Casi no salen de la casa y del agua. Ni pasean,
ni leen, ni investigan, ni van a la playa. Ni siquiera se hacen fotos de los
pies con la arena albero y la raya del agua plana al fondo, una palmera casual encuadra
la imagen. Todo un clásico en tales entornos. Otra posibilidad es la copa con
hielos y limón y algún liquido elemento transparentando el azul de nubes y
aguas y la arena inmaculada. Al menos eso no se ve en los programas, no es la
chicha. Lo único que se muestra es como se cuecen cada noche y ensayan para ser
actores porno. Yo no sé de dónde han salido estos elementos. Sospecho que son actores
secundarios, argumento desmentido por la serísima presentadora. Su próximo proyecto
será escribir una sesuda novela costumbrista, o quizá un ensayo sobre el
significado último de la unión amorosa y su fragilidad. Participará sin duda en
intensos debates televisivos que analizaran con profundidad y juicio el
concepto de pareja.
Me parece un escándalo que se intente trasmitir
la idea de que esas imágenes y comportamientos se aproximan siquiera a la
realidad. Vamos a ver, ¿quién se ha visto en tal situación? Rodeado de
cocoteras, ambiente marino, desayuno de zumo de frutas paradisiacas recién exprimidas, la mesa
servida, la cama hecha, acicalado cada día y rodeado de gente divertidísima,
que solo quiere conquistarte. Todo esto sin tener que pegar un palo al agua,
sin estudiar ni trabajar, dedicado al hedonismo desde que sale el sol hasta el
ocaso. Un día, y otro. ¿Quién dice que es una puesta a prueba de la solidez de
una pareja? Es un insulto a la inteligencia y al amor. Todo dicho sin desmerecer la profesión y pericia de los llamados solteros, individuos que llegan al lugar con el mandato de
ocupar el corazón de uno de los llamados novios, miembros de una pareja. En
cuanto conquistan a uno, más días de vacaciones que acumulan. Pues claro, agudizan el ingenio y usan
las tretas, y cuantas artimañas sea menester para obtener el sustancioso premio. ¿Qué
no?
El espectáculo es en sí bochornoso, pero muy
entretenido según parece. Los chavales tienen grupos de WhatsApp que llaman “la
Isla” donde las frases más comunes son “se viene”, “se lía”, "hay tema" o temita. Atentos a ambas pantallas
van comentando las jugadas de los participantes del concurso. Sé que ellos no
padecen de mi pasmo. Sé que ellos se ríen y divierten, comentan decisiones, y
entretienen el rato que sigue al toque de queda temprano, con una tertulia
mensajera y palomitas. Al día siguiente es argumento de café de media mañana. A
la postre nada queda, cada mochuelo a su olivo y si te he visto no me acuerdo. Al cabo, nada os debo; me debéis cuanto he
escrito. Se irán los habitantes de las casas, solos o en compañía de otros,
arropados por el silencio de la presentadora que con su distancia y hierática figura
es el único referente del concursante. ¿Emula quizá sin conocimiento a algún personaje
de novela, cínico, descreído? Los concursantes se convierten en pollitos asustados en cuanto la
ven y observan cada uno de sus gestos con miedo y atención focal, por si de
ellos manara una pista siquiera de la pareja que alboroza soltería a unos metros
tan solo del matorral floral que separa sus playas. No pestañean, olvidan sus propias faltas
o actitudes curvas, para volver a una realidad que creían quizá enterrada bajo las
dulces olas de ese mar turquesa calda, que moja con calma la orilla.
Me espantan los programas de entretenimiento de la TV. No lo veo, pero escucho en la radio hablar de ello. Debe de ser un fenómeno de masas, pero creo que era más divertido MacGywer.
ResponderEliminar¿Quien? Jajajajaj
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