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14/07/2021

PARA SER ARQUEÓLOGO, ESTÁ EN FORMA INDIANA

 


Harrison siempre hace de bueno. Desde la guerra de las galaxias, pasando por Indiana, Blade Runner, Único Testigo; fuera dudas: tenía que ser Richard en El Fugitivo, segunda o enésima versión. Se lo debió pedir. No hay personaje que enamoré más que ese médico viudo y enamorado, perseguido y traicionado. Air Force One, por supuesto, Peligro Inminente, y todas las pelis en las que es más o menos protagonista, el tío es un fenómeno. Defiende principios, enarbola banderas nobles con discreción. No presume. Quiere a sus amigos.
No se rinde ante nadie, las injusticias le dan sarpullido. Y se transparentan por su tez duran pero traslúcida. Busca Harry en las cenizas de una caja negra la dolorosa verdad. Parece humano, o no, casi es demasiado perfecto, humilde, sencillo, buena gente. Es de carne  y hueso, y etéreo a lo vez. Se chupa la sangre del dedo cuando se corta. Suda. Se cae  cuando hace esfuerzos exagerados, tarda en levantarse si le atizan un puñetazo. No aparenta excesiva agilidad, en fin, que transmite ser una persona casi normal, que se ha visto, por las  casualidades de la vida (que no existen), que por las circunstancias... ha acabado metido en peculiares dramas o situaciones de las que da la impresión de que sale improvisando, a trompicones. Como lo haría cualquiera. Hace asequible su aventura. Asustado. Probando fortuna con ocurrencias de todo tipo. Es pertinaz, en fin. Se tropieza. Se le mancha la ropa y se le rompe. Eso sí, está cachas el tío. Especialmente sorprende en Indiana. Nada más salir de esa clase maravillosa  cuyas paredes están forradas de madera y el arqueólogo embelesa a las alumnas con datos e historias que no comprenden ni lo pretenden; nadie hubiera pensado que el erudito resultaría ser el aventurero del sombrero y el látigo. Que sí, que el arqueólogo no solo es un ratón de laboratorio, ni ese señor flaquito con gafas que limpia una vasija con un pincel mientras una excavadora espera a su vera, amenazante, para llegar al núcleo de la tierra a mordiscos. Pero de ahí al Estado de forma envidiable de Indiana, hay un trecho. 
Cuando le ves en una película todo parece posible, acerca al espectador a la fantasía, hace casi real lo imposible. No hay más que recordar la cara que pone cuando su padre, en la ficción, abre el paraguas en la playa de Mónsul y las gaviotas (eres idiota) alzan el vuelo y hacen que la avioneta que con ahínco les persigue, se estrelle y ellos salgan indemnes. Jones padre sigue andando como si tal cosa.  Se echa el paraguas a la espalda divertido y cierra el episodio con una cita elevada. El impecable Sean, vestido de Tweed, con camisa, chaleco, corbata, satisfecho con su ocurrencia y la cara alelada de Indiana hijo, no tienen precio como imágenes. Realmente parece que a Júnior le ha pillado desprevenido. A continuación pasean por las cálidas arenas almerienses como si tal cosa. Natural. 

Preferiría no saber nada de él. No me gustan los infieles. Las personas que no tienen palabra...no gusta. Me da lo mismo la edad, el sexo o la condición. Con razón. O sin ella. No me gusta la traición. No me gusta la infidelidad en ninguno de sus aspectos o vértices, vertientes, o como quiera que se quiera disfrazar. Gracias a los infieles teníamos chica los sábados, decía mi padre. No sé mucho de Harrison, solo lo inevitable. Mira que dejar a su mujer perfecta por la flaca Ally McBeal. Puaj. Un showman. Es lo que es. Y la serie molaba. Muchos abogados se fraguaron al amparo de esos compases. ¡La música! 

Lo que es estupenda es su faceta de hombre bueno como actor. Ese yerno al que todo padre aporta confianza. Que le queda el traje pinchado y está en su salsa con la ropa informal. Con barriga en bañador, sin presumir de pectorales. Se presenta voluntario en familia para encargarse de la barbacoa, juega con los niños, besa con pasión a su mujer por muy arrugada que esté, la hace más bella. Friega platos, trapo la hombro; sus trabajos son siempre interesantes, los hace así. Ya sea como presidente del país más poderoso del mundo, premio Nobel, secuestrado, bombero, policía, siempre inocente, siempre dispuesto a ayudar. Altruista, familiar, amante y padrazo. Da gusto Harrison. Me pregunto si pide ser bueno en las pelis o es que le pega con esa tez de rubio que tiene, ese cuerpo grandote y el pelo que no se le cae pero se vuelve gris, duro e indomable. Me pregunto quién manda. Como una peli famosa, basada en un libro, en la que uno de los protagonistas moría, y el actor principal exigió cambiar el guión. Para no morirse. El resultado era nefasto, no se entendía nada. Evitar la muerte en escena para salvaguardar su ego, tiene en el conjunto un efecto análogo al de la censura, que provocaba incestos al cortar trozos de cinta con besos de pasión. El efecto es que no se entiende. En fin Harry, no sé cómo serás de verdad. Quizá deberías quedarte en la pantalla, hombre bueno. Nosotras arrebatadas y ellos celosos, Indiana, Indiana... 



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