Si se te ve por debajo del pantalón vaquero, el fondo de los bolsillos,
o son muy largos, o el pantalón "short" es demasiado corto. No suele
ser el caso lo de los bolsillos excesivos. Y mira que hay vaqueros que los
tienen enormes, sin ir más lejos, los muy queridos 501, que tan bien sientan. A
veces, en las lejanas costuras, se encuentran sorpresas. Lo mejor es cuando son
prestados. Notitas de amor, monedas, medallas, mensajes, caramelos. ¡Qué
recuerdos! Ahora están de moda los pantalones cortos cada vez más escasos. De
todo tiene que haber en el mundo. Si se combinan con tacón de aguja,
plataformas, no sé ya que decir. El pompis ahora se ve ya casi entero. Digo
pompis, sí, porque es lo que es. Y es culo. Que se ve claramente que es culo.
Esos pantalones dejan los cachetes al aire, para lo cual es menester el uso de
cada vez más escueta ropa interior. O en caso contrario dejarla a la vista para
tapar las carnes. Ya nos hemos acostumbrado a esa mínima expresión del
pantalón, pero ya si asoman los bolsillos, es que te has pasado cortando. Es
feo. Muy feo. El abuso en seguir la moda a pies juntillas tiene absurdas
consecuencias. Sin ir más, la bobada de que se te vean los bolsillos un poco
más abajo de los flecos del desgastado pantalón. No digamos si te has guardado
las propinas o las llaves o el tabaco en el ínclito, que además la visión es de
burruño (gurruño). En fin. No es bonito. María Manuela me escuchas, yo de
vestidos no entiendo, pero ¿de veras te gusta ése que te estás poniendo? Tan
corto, tan transparente... Con lo bella que es la sorpresa, enseñar demasiado
no es atrevido, no es revolucionario. Es sencillamente vulgar.
Igual de cateta es la moda, obsoleta ya, a Dios pongo por testigo y
agradezco, del pantalón caído. ¿Sabían los chavales a quién debían, en origen,
tan singular manera de vestir que con desparpajo y orgullo imitaban? Vestían su
incomodidad como si fueran únicos, revolucionarios, transgresores. Y sí, fueron
los presidiarios, además de privados de libertad, se les había prohibido el uso
del cinturón. Al cabo de largos períodos de tachar fechas en el calendario, se
adelgazaban sus figuras y lo que antaño era ceñido, “volvíase” holgado. Así,
las camisetas ausentes de estructura languidecían sobre los hombros huesudos, y
los pantalones sin cinturón que apretar y pasar hebilla al siguiente agujero,
era menester arremangarlos o dejarlos caer haciendo inevitable que se les viera
el culo o el calzón. Con perdón. “Iríanse” los presos a colgar con el cinturón,
quizá. “Evitaronse” peleas con tal restricción. Quizá. Podrían hacer uso para
tales fines de los cordones de las zapatillas, también. Fuera cordones. Por eso
las llevaban abiertas, dejando al aire los desnudos pies en los tropiezos. Otra
tendencia imitada, por cierto, con la sutil diferencia de llevar los cordones
enganchados al zapato, de manera que el peligro de caída aumenta, ya no sólo
por ir el pie en modo chancla, sino por el riesgo de tropiezo con las cintas
sin usar. Pues de este porte se llenaban las calles de adolescentes y de no
tanto. Los escaparates más preciados intentaban decorar sus vitrinas con
imposibles maniquíes cuya ropa debían prender con alfileres, para no tener que
retocar a diario el atuendo. De esta moda se beneficiaron los vendedores de
ropa interior decorativa, que a medida que el pantalón bajaba más, hasta caerse
casi, se hacía más visible lo que normalmente se esconde. Grandes marcas han
salido ganando para tapar culos prudentes.
Pues eso, como al que no le gustan las botas con falda, a mí los pantalones
demasiado cortos y/o caídos me parecen feos, feos. Y sientan fatal a todo el mundo, menos a los que están "rebuenos", pero esos no cuentan. Seguro que se quieren quitar la mascarilla y todo. Es lo que tiene ser guapo.
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