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29/05/2018

¿QUE ME PONGO? DESORDENADA HABITACION


Exactamente ¿cuántos zapatos/ camisetas/ pantalones/faldas se puede poner al día un adolescente?. No me refiero a un día de fiesta, ni a una puesta de largo, hablo de un día de diario, sin picos. Es más, sea un día de quedarse en casa (hipótesis). De estudio e introspección. Una jornada  cualquiera, sin fiestas ni altibajos. Sin llamadas que desordenen las horas ni el sueño. Una jornada cargadita de rutina. Aburrida y pacífica.

 
La entrada en el cuarto de un adolescente la he visto comparar con pasar las puertas de Narnia. Ver http://www.cosasqmepasan.com/search?q=narnia#.Wwu_JqpPqM8 A mí me parece tan terrorífico como atravesar el espejo. Pienso en Alicia. No conozco el camino de vuelta, si es que lo hubiera, y ni siquiera soy capaz de imaginar si duele. Me aterra la oscuridad que intuyo en ese más allá. Tan cerca. Tan lejos. Atravesar esa puerta requiere una dosis de amor incondicional, paciencia sin límites, y alguna ayuda añadida  a la que se pueda tener acceso, sin hablar de fármacos. Aunque se me ocurren ideas de uso con restricciones. Incluso prohibidas. También  resulta interesante recurrir a los recuerdos propios. Un poquito de autocritica, aunque no esté de moda. Aunque no esté de moda, repite conmigo.


El picaporte. Primer eslabón al abismo. Giro. Cerrado con llave. ¿En qué hora accedisteis a instalar un cerrojo en el cuarto de tus hijos? Momentos de debilidad los tiene cualquiera. Knock knock knocking on heaven’s door. La música dentro está tan alta que las posibilidades de que te oigan tienden a cero como uno dividido por infinito. Pueden tener los cascos puestos y estar jugando con toda su clase. Los vecinos de la calle paralela saben bien los gustos roqueros y raperos de tus hijos. Queda la opción de llamar a su móvil; que estará en silencio, claro. O en modo avión, para ahorrar batería. A no ser que le llame un amigo, eso seguro que lo oye. Para él existe la desconexión. Lo mejor es decirle a algún primo o amiguete que le envíe un snapchat, o un facetime o como quiera que se llame la última moda para contarse cosas los adolescentes. Eso sí, tienes que conseguir que ese otro adolescente te conteste. No siendo su madre aumentan tus posibilidades.  Transmiten muy serios, preocupados y responsables un “llama a tu madre”.

No importa el número de veces que se le recrimine a un chaval ğpor llevarse comida al dormitorio. Amenazas sobre arácnidos y roedores gigantes que poblarán sus sábanas y sus sueños. Son permeables a esa información biológica. Les resbala, les asusta, les impresiona y les da lo mismo. Son incapaces de asimilarlo, de encontrar relación alguna entre unas patatas fritas sabor a vinagre que se comen en la cama para descansar, con el olor a celda de su dormitorio. No hilan las hormigas con las migas. El causa efecto no existe. Botellas vacías, envases de zumos. Cuencos con restos de salsa Perrins o un fuerte olor a mantequilla que delata una buena ración de palomitas. Llegan a sus dormitorios por arte de birlibirloque, pero no saben salir de allí. Una fuerza mayor que la gravedad, un núcleo de masa de altísima densidad que ejerce una atracción fatal deja todos esos pecios en el dormitorio de tu hijo. ¿Realmente quieres entrar?

Volvamos a la ropa, que alfombra el suelo. En un mismo día un niño se quita el pijama, que cae a sus pies, del revés, junto con la ropa interior, al borde de la cama. Se pone un pantalón vaquero y una camiseta. Le entra frío al rato y coge una sudadera, pero se quita la camiseta porque las dos cosas van a ser mucho. Cae sobre el pijama. El zumo se derrama en la mesa y mancha los vaqueros. No tardan ni cinco minutos en caer sobre la camiseta y el pijama. Se va haciendo un montículo de se expande cual organismo vivo por el suelo. A eso se suma la cama sin hacer, la ventana cerrada, la mesa desordenada. Apuntes por todas partes. Libros abiertos. Libros cerrados llenos de papeles. La pizarra en el suelo. 

Y esa cara de sorpresa cuando les cae la bronca del siglo. "Lo iba a hacer ahora mismo". Ya lo decía Antonio (Vega): hay algo más recuérdame que hay que ordenar la habitación.






23/05/2018

DIME LISARDO QUÉ SIENTES?



Siento frío. ¿Frio tú? ¡Eso me espanta!, ¿frío tú? ¡Eso me inquieta!, ¿no llevarás camiseta?

El frio y el calor. El calor y el frio. Ya se lo decía Lisardo a su Pepa, amor mío. ¡Siento frío! Que no es lo mismo que decir que hace frío. Porque el frío y el calor se sienten. No son hechos incuestionables como la lluvia o el viento, como la nieve y la niebla. Son sensaciones. Que no subjetivas, subraya mi alter ego, si no intrínsecas a las personas. Propias. Intransferibles.

Tengo yo en la oficina una compañera que con 22ºC tiene frío vestida de medio invierno. Yo por encima de 19ºC, en ropa de verano, tengo calor. Nos respetamos y somos consideradas la una por la otra. Ella viste camisa, jersey, chaqueta y pañuelo al cuello. Zapatos cerrados. Yo sandalias, falda y tirantes. Aun así ella tirita y yo enrojezco sin vergüenza. Es importante en esto la tolerancia, como en todos los conflictos. Y también es relevante saber que se puede cambiar. Como aquél que volvió tras una temporada en la estepa burgalesa y no necesitó más edredón. O una pareja que dividía su cama en zona de caluroso y de friolero. Un querido amigo y compañero sufrió un trauma de adolescencia. Le robaron el abrigo y jamás se volvió a poner jersey. Cambiaba de la manga larga a la corta. Punto. El único lujo que se permitía era el paraguas. Es un mito que es siempre el hombre el caluroso y la mujer la friolera. Y no todo son los sofocos de la edad. Depende. Hay mujeres que cuando llegan a una casa siempre están a disgusto, o sienten frío y te acusan de su inminente pulmonía (no se conforman con un catarro) o no pueden soportar el calor y te obligan a abrir ventanas. Les molestan las corrientes, las puertas cerradas, las abiertas, la luz directa, la indirecta; padecen de una extrema sensibilidad para todo tipo de agentes que les hace infelices e insoportables. Son como los paramecios, de delicadeza exquisita en cuanto al frío y al calor. A los cambios de temperatura. Siendo organismos tan simples resulta más fácil de entender la problemática que en los humanos. Seres de naturaleza compleja, por naturaleza complejos y naturalmente complejos. Del humano por tanto se espera cualquier solución a un conflicto. Pero no, los humanos somos para todo complicado. Para dar soluciones, también. Se supone que como seres superiores que somos, con la mejor capacidad de todas las especies para adaptarnos al medio, deberíamos haberlo logrado todos. No. No existen las normas ni los estándares, por mucho que se intente hacer reglamentos. Escribir manuales en las que se indiquen las temperaturas óptimas. Lo mejor es la respuesta de un amigo, en invierno se ponía camiseta y en verano se la quitaba. ¿Qué? Fundamental: no enfadarse. Ni en Pinto ni el Marmolejo




 

20/05/2018

MI TIO PEPE Y EL CIELO

Hay personas buenas y luego está mi tío Pepe. Si será bueno que los niños lo notan en cuanto le ven. Tiene un halo que solo detectan ellos, los que aún no están maleducados por lo que se debe sentir o a quién y por quien hay dar besos, la mano o dejarse besar. Por los que aún no saben de quién deben desconfiar. Ellos ven a Pepe y se acercan. Le toman la mano, uno de sus dedos largos. Como en Hamelin.
Es alto y delgado como su madre. Pepe y sus hermanos. Con un silbido especial para encontrarse en la plaza cuando hay mucha gente. Tampoco es que les hiciera mucha falta. Son los más altos. Sus cabecillas asoman sobre la línea del horizonte de las masas.
Pepe y sus hermanos. Tienen en común que todos dicen que los otros son los más listos, los más buenos. A cualquiera que le preguntes te argumentará que los demás son los mejores. No sienten envidia. Se admiran en círculo.
Si será bueno Pepe, que un día tuvo un accidente y no pensó que estaba muerto, pensó que estaba en el cielo. Al saltar el airbag del coche el cd se había puesto en funcionamiento y después del impacto solo vio blanco y oía el Ave María. No podia ser otra cosa, había subido en directo.

LOS IDIOMAS Y EL AMOR



Siempre me fascinó Babel. No hay mayor desgracia que no entenderse. Fue un duro castigo. No sé si justo. Pero lo estamos pagando todos. Además de la dificultad intrínseca que supone el uso del idioma propio, con sus matices y dificultades que hacen alejarse a las personas más queridas, por malentendidos, expresiones fuera de tono o uso de palabras que significan educacionalmente cosas distintas para personas diferentes, además. Y el dolor que eso conlleva. Que no se puede arreglar. Porque se llena todo de dialéctica. De palabrería, de intentos vanos de explicarse que ahondan la conversación en un fango que es arena movediza sin asidero. Es cavar bajo tus pies, hasta que se pierde el suelo, azadón en mano. La rama de salvación son los hechos, contra los que no se puede rebatir.

 

A la dificultad de hablar el propio idioma, le pones el extra de intentar entenderte en otro. Total, nada. TELA. Por eso, hechos. Recurrir a la policía, los testigos y testimonios es el único recurso que le queda a los malentendidos. Y aun así, tela.

 

 

 

Cambiando a los idiomas, en los cuales los hechos siempre valen, por cierto: Hay que tener en cuenta que los aquéllos son distintos por algo. Vamos a ver, cuando un inglés dice "I mean it", que eso signifique "lo digo en serio" tiene narices ¿o no? Toda la vida intentando aprender inglés para esto. No vale.

 

O cuando un español dice "te echo de menos" va el italiano y suelta "mi manchi", y el inglés "I miss you". Es que son cosas distintas. ¿Quién decidió que significaban lo mismo esas tres expresiones? Porque eso es cosa de algún listo. Y ya no digamos con el querer. Eso es una algarabía. Porque los angloparlantes yo es que no sé cuánto se quieren. Y quieren lo mismo a un gato, que a mesa exquisita, con centro de flores, cubiertos de plata, vajilla de la Cartuja, que a sus hijos y parejas. Todo se resume en el "I love it, you..." ¿Cómo se puede querer a una mesa?, será que les mola. No me vale que me digan de son palabras muchisignificantes, o polisémicas. En algo tan serio como el amor son menester las diferencias.

 

 

 

En cuanto a los temas de educación, el por favor y gracias, ya entramos en un maremoto en que claramente los españoles somos unos animales frente a la finura anglicana. Porque los ingleses "kindly request", y nosotros "está prohibido". Así, tal cual. No me creo que eso no de pistas sobre algo que se nos escapa. ¿El qué? Pues que pensamos y sentimos diferente, porque el idioma se inventó para expresarse. Y si en un idioma no tienen una palabra es porque eso no existe en ese idioma, sea objeto, animal, cosa o lo que es peor, sentimiento, emoción.

 

 

 

 

 

Como no soy experta en el lenguaje, sino una mera sufridora de sus consecuencias, llevo mi piedra hasta arriba del monte y la tiro porque no aprendo. Pero recuerdo una historia de un irlandés casado con una maña. No sé si es real o inventada. Decía que el esmoquin (del inglés smoking) o traje de noche masculino es un conjunto de etiqueta semiformal para lucir en fiestas nocturnas como entregas de premios, cócteles y otros actos sociales de cierta relevancia, pero sin llegar a la importancia de una velada formal como una boda, recepción oficial o cena de gala, ceremonias donde se luce etiqueta formal con un chaqué o frac.

 

Decía el irlandés, errante y fallecido ya que era aquél un claro ejemplo de malentendido, que los ingleses se ponían después de comer, o cenar, una smoking jacket, prenda diferente al traje común, para evitar que el olor del tabaco impregnase el tejido al fumar. Algún invitado hispano en una fiesta británica debió mezclar lo que oyó y lo que vio y llegó a su pueblo contando que los ingleses se ponían una cosa que se llamaba esmoquin, que era muy elegante. Y como esas miles. Tela
 

CORAZÓN ATLETICO

Tenía que ser del Atleti. Partido a partido. En la vida hay dificultades que ellos transforman en oportunidades. Y eso lo dice un entrenador de un equipo que está siempre a punto, pero no llega. (No siempre) Eso es la moral del alcoyano y lo demás son tonterías. Esa es la diferencia entre el que siempre se queda en el 4,5 y el que milagrosamente llega al 5.0 por sistema. Son vidas distintas. Suertes diferentes.
 
"Papá, ¿por qué somos del Atleti?" Del Atleti se nace, no se hace. Es el alma atlética la que les une y les diferencia. Las lágrimas compartidas. Los "uyyyy" . Los "casi", los "esta vez sí que sí". Esas manos echadas a la cabeza cuando estaban levantadas para celebrar y no, al final, no entró. Y las decepciones. Y las alegrías, siempre celebradas. Los atléticos no tienen rasgos ni casta en común, tienen corazón atlético, apto para superar situaciones de infarto, tolerante a la angustia, al último momento.
No se trata necesariamente de ser perdedores, ni de saber perder. Debe ser un gen. Una información clave en el ADN que inclina la balanza hacia ese corazón atlético. Conozco casos de conversión. Hacia el rojiblanco siempre. Seducidos por la pasión, por el coraje, por el aguante, por el tesón. Se altera químicamente algo en el cerebelo y ¡zas!, nace otro atlético.
El Dios del mar, poderoso y sereno, les espera en la plaza para mojar la Victoria. Cuando llega.
 
 

10/05/2018

COMODINES EN EL VESTIR, CABALLEROS





Con lo fácil que lo tienen los hombres para vestirse. Y muchos se estrellan. Da igual que sea de sport o de "vestir", de boda, o de baño. Un hombre elegante solo necesita un par de consejos para ser perfecto en cuanto a vestimenta. Del resto: cada uno es cada uno y cada cual con su cada “cuala”.


Primer secreto para vestir bien: camisa azul clarita, los cuadros monocromáticos también suelen funcionar. Una Oxford sin pretensiones, puede adquirirse en zara, Springfield, Armani, Scalpers. Ir a www.fulham.es  es un valor seguro.


Segundo secreto (a voces): zapatos castellanos, negros o granates. No inventes. (Calcetines oscuros siempre, finos por favor, de hilo o algodón).


Tercero y último: pantalón chino. Si es invierno, pana. Si verano, algodón. En invierno color oscuro, en verano crema. Están vetados los pantalones pitillo, parecerás un bailarín. Rectos.


Y ya.


Hay infinitos complementos que mejoran significativamente el aspecto. Por ejemplo una corbata sencilla. No demasiado estrecha, parecerás un vaquero del lejano Oeste, nunca negra a no ser que vayas a un funeral. Las corbatas de lana suelen ser una buena opción. Pero sólo si tienes una gran personalidad osarás a atreverte con la pajarita.


Chaqueta de sport, que puede ser de cuadros inglesa de lana o lisa, también el algodón entra en el catálogo. Gris, en plan básico (azul marino es posible, pero puedes pasar por conductor de la EMT si es demasiado intenso el azul de tu camisa. ¡Atento!) No te pongas jamás entero de blanco (camisa oscura para rematar) porque parecerás un capo de corrupción en Miami. Ten mucho cuidado con las mangas, que no te queden largas o parecerá que no has ido con traje en tu vida.

Ahora están de moda los calcetines atrevidos. Se prudente. O eres exquisito en la combinación o puedes armar un buen lío. Un chaleco debajo de la chaqueta puede ser de comerte a besos, pero tiene su peligro, como te quites la chaqueta y no tengas gracia, dependiendo de cómo lo lleves de ajustado o del chaleco en sí, te van a pedir a ti las cervezas.


En cuanto a los zapatos, por meter alguna variante, siempre puedes recurrir a los cordones, pero nunca arriesgues con suelas de goma. Y mucho menos con puntas afiladas. Te tomarán por un centro europeo. Los colores claros descártalos si tienes dudas. Mocasín. Los botines e incluso las botas son peligrosísimos, puedes parecer un macarra. Los colores permitidos son negro, marrón o burdeos. Los azulones ni de coña. No inventes.


En el caso de que tengas que ir de traje, porque tu trabajo lo exija o por acudir a alguna reunión importante, no improvises. El esquema es sencillo. Traje gris, camisa azul clara, corbata discreta y zapatos castellanos, con unos Sebago aciertas seguro. 


Si no sabes que ponerte, evita colores chillones. Usa siempre cuellos con botones en las camisas, si cuadros, que sean pequeños, y como mucho dos colores; nunca uses camiseta y menos blanca si es que no vas en vaqueros y tienes tableta. Siendo pieza arriesgada la camiseta, con tripa ya es prohibida. Pero si te empeñas por convicción en no llevar camisa, decántate por un polo. Mucho más elegante. ¿Dónde va a parar? No mezcles rayas y cuadros. Nunca. Sé discreto, es la mejor manera de no llamar la atención. O de llamarla, por tu elegancia.

 












07/05/2018

PARA SER IFLUENCER




"Un influencer es una persona que cuenta con cierta credibilidad sobre un tema concreto, y por su presencia e influencia en redes sociales puede llegar a convertirse en un prescriptor interesante para una marca".
 
Ahora para tener miles de seguidores (k seguidores) especialmente siendo mujer, es menester cumplir determinados requisitos. No son únicos, ya que dependen del público objetivo. Es decir, para amantes de los perritos de compañía el estereotipo es uno, para las risas otro, y así suma y sigue; pero para la moda, que es lo que que me ocupa hoy, es abrumadora la realidad por monocromática. Cuando, tratándose de moda justo el color y la variedad debieran prevalecer.
 
Las influencers son chicas monísimas, preferiblemente delgadas o muy delgadas, que se ponen miradas a comer en los restaurantes más caros de la ciudad y se visten de baratillo, y no engordan ni se les arruga nunca la camisa. No usan Pradas ni Armanis, ni marcas muy caras. Aunque su comodín sea un Omega que es el reloj de pedida. Original regalo. Que solo puede ser femenino en la más diminuta de las muñecas. Es un cadete. Automático, por supuesto. De baratillo no es justo decir quizá. En fin, alguna camisa puede ser del rastro, pero en general son chavalas a las que la ropa de H&M las queda pinchada, en su minúscula cintura. Con esos brazos de diámetro infinitesimal se pueden poner camisetas de 3€ de Zara y les sobra manga. No tienen barriga. ¡Que van a tener! Su vientre plano es natural. No se someten a eternas jornadas de pilates y yoga con entrenadores personales. Si corren la marathon ni sudan.
 
Usan cremas de Mercadona y Champús súper económicos, con los que consiguen un brillo casi transparente en su melena. La cara nunca está maquillada. Son perfectas. Las hay rubias y morenas. Siempre llevan el pelo suelto y muy largo. Son superfelices. Sus amigas las piropean en las redes. Y las dicen invariablemente que son mas guapas por dentro que por fuera. Todavía. Y superbuenas amigas. Muchas son ricas de familia y hacen esto del blog y la moda solo por amor al arte. Lo que les da aun mas credibilidad a la hora de elegir la ropa libremente. Y por supuesto en sus recomendaciones culinarias.
 
Han nacido de pie. Y todo les sale bien. Cuelgan una foto preciosa de su madre con ellas el día de la madre. Y si tienen hijos sin, estos petan las redes con imágenes de ellas amorosas. A la mejor madre. Y es de verdad. Como dicen los ingleses I mean it. Por mucho que sigas sus consejos nunca serás una de ellas.
 
 

01/05/2018

ADELGAZAR


 
Hay tantas maneras de adelgazar como longanizas. Tantas como personas. O más.
Personas. Está el que dice que todo le engorda. Es un clásico. Que no come nada. Que es su metabolismo. Se levanta café con leche desnatada, tostada de pan integral y un chorrito de aceite de oliva. Pero llega a la oficina y se zampa un donut a las 11:00. A mediodía ya está arrepentido y vuelve al pollo a la plancha y un poquito de verdura hervida. De postre no puede evitar unas natillas. A media tarde se ventila lo que dejan sus hijos del bocata de chorizo de pamplona que les ha hecho. No se puede tirar. Mientras prepara la cena se sirve un vaso de vino. Ya total. Pica un poco de aquí y de allá. Mañana empiezo. En el momento de sentarse a la mesa no se sienta para disgusto del resto, pareja e hijos. Va de acá para allá. Y ya viendo la peli se “aprieta” una tableta de chocolate. Sin piedad. A día siguiente piensa que no cenó. En definitiva, se pasa el día sufriendo y frustrado. Sin disfrutar y malogrando objetivos.
En el otro extremo el racional. Cuando se pone, se pone. No atiende a ningún tipo de compromiso social en época de régimen. Se excusa. No se salta jamás el régimen. Come pesando cada alimento, es estricto. Filete a la plancha, pescado hervido, espinacas. Y vuelta a empezar. Pasa de la 44 a la 36 y la cara se le vuelve verde. Le cambia el carácter. Pero adelgaza. Y tiene una recompensa, ha logrado su objetivo.
El que siempre está a régimen. Lo ha probado todo, la dieta del melón, la de la piña y el atún, de la alcachofa. Comer solo fruta. Comiendo manzana, en cuatro días cinco kilos, o al revés. La del tomate, crudo, frito, al horno. La de los alimentos disociados. Pechuga y lechuga. La dieta de la sopa mágica, a la que se le van añadiendo componentes a medida que avanza el régimen. La conocidísima dieta del Dr. Ferrucho. Las dietas temporales, la de los tres días, la de las dos semanas. Y las que asocian tiempo y pérdida de peso. Tipo: pierda cinco kilos en cinco días y no los recupere. Farsas que alimentan a la postre ilusiones y desembolsos en herbolarios. Mágicas recetas que generan ilusiones y falsas esperanzas.
Sí, que la ingesta tiene que ser igual o menor que el desgaste. Pero es que el desgaste es poco en personas normales. Por la mañana coche o transporte público. Sentados en silla de respaldo de rejilla. Tres o cuatro veces se levantan con pereza a la impresora. Si hay suerte salen a tomar café fuera. La vuelta a casa la misma. Como mucho tareas de brazos, una o dos horas de plancha. De dedo, pongo la lavadora, quito la lavadora. Compra. Cocina. Recojo. Las tareas diarias consumen pocas calorías.
Pero la única dieta eficaz que conozco es cerrar el pico. Comer menos. Comer poco. Y punto Hace falta muy poco para nutrirse. Casi todo es superfluo. De vez en cuando comer más. Nada engorda y mucho menos adelgaza. No hace falta comerse 10 croquetas. Ni tres filetes empanados o rusos. Pero uno no engorda. Comerse una ensaladera llena de tomate y lechuga no adelgaza. Sacia. Engorda ponerse morado. Acabarse bolsas de nachos y patatas fritas sí, claro.
La angustia que te lleva a devorar tres panteras rosas y dos tigretones al terminar de comer. Eso es lo que te machaca. No engorda la comida en sí, engorda lo mal que te sientes. Engorda la pena. Lo vacío que te notas, que te ruge algo en tu interior pidiendo más. Y no se llena nunca ese agujero gigante. Porque no se trata de ese nutriente. Engorda comer solo, sin compartir la mesa con tu familia, sin hablar, mirando la tele. Eso engorda más que las cervezas y el jamón de mono
 

REHAB: UNA EXPERIENCIA

UU
 
Quien no haya ido nunca a un fisio, debe ir; porque no se puede dejar este mundo sin haber pasado por ahí. La típica expresión; tras un gesto de dolor, mano en cuello que gira en cono sobre su base; ya sea del médico, amigo, pariente bata blanca es: Vete al fisio, a mí me dejó nueva. Si el médico en cuestión es misericorde y tiene piedad te dotará de munición para que te drogues en el mientras tanto. Sabe que no vas a hacer los ejercicios que te recomienda y que aun no estás preparado para pasar la línea.
 
La línea. Se abre la puerta del fisio-rehabilitador y esa es la entrada a un universo paralelo. Un espacio tiempo diferente. Un universo sin pudor, de confesiones y confidencias. Ríete del vestidor de un gimnasio, donde se descubre ropa interior imposible, figuras y detalles del cuerpo humano que no sabías que podían acabar así; donde el exhibicionismo se amalgama con la prisa. Éste de la rehabilitación es un mundo que nadie comenta fuera. Es estanco. Lo que ocurre en la rehabilitación, se queda en rehabilitación.
 
Entra un individuo trajeado. De un mal gusto exquisito. No mide uno setenta, pero él flota por encima de la media. Se ha luxado el hombro haciendo culturismo. Se pasó de peso. Sin calentar. Ni corto ni perezoso se deshace de la impecable chaqueta gris clara, brillante y entallada. Fuera esa corbata delgadita que parece del lejano Oeste. Fuera camisa rosa cien por cien licra. Fácil de planchar. Torso depilado descubierto se dirige resuelto a la lámpara del calor. Luego irán los masajes, láser, su ritual.
 
Hay una niña camboyana que se ha hecho un esguince jugando al bádminton. La madre amantísima rubia natural, mayor y cansada, con la que forma una familia monoparental, pensó que su hija tenía los genes se Carolina Marín. La niña es lista, buena y atlética. Estudia sociales mientras le hacen perrerías de todo tipo. Ayer sacó un 10 en mates. Todos la han felicitado. Ella dice que el examen ha sido muy fácil. Es simpática y resuelta.
 
Al cabo aparece una chavala estupenda. De esas que no saben que lo son. Melena al viento, secada al aire, sin esfuerzo. Perfecta. Rostro terso y luminoso sin maquillar. Vaqueros ajustados, camisa blanca y collar y pendientes de perlas. Zapatillas John Smith, All Star perdón. Se ha torcido en el pie un algo de nombre irrepetible. Se la pide el rehabilitador macizo. Tenga lo que tenga. Está hasta el gorro de masajear espaldas blandurrias, mollas y lorzas. Necesidad de contacto. Ausencias de dolor real. Calambres somatizados por falta de caricias y abrazos. La estupenda es maja y discreta. Todos fabulan sobre el origen de su lesión. Un ángel no debe padecer. Ella, ausente al interés suscitado, mantiene el misterio.
 
Mucha tendinitis, rodillas doloridas, escayolas recién desaparecidas se intuyen en piernas escuchimizadas. Dolor y placer se juntan en la sala. Cuando un músculo por fin encuentra su sitio, al recuperar un grado en la garra de la mano. “Ayes” y “ohes” en una sola exclamación. En un gemido. Agradecimiento y rabia. Los nuevos pacientes son recibidos con mezcla de emociones también. Por un lado está la inevitable curiosidad. Por otro el recelo de compartir un tesoro.
 
La complicidad entre paciente y rehabilitador nace espontáneamente. La posible vergüenza por el contacto en un principio se camufla con charlas dirigidas por los quitadores del dolor. Ellos manejan con habilidad la situación. Tienen más temas de conversación que los peluqueros. Saben de todo, están al día. Escuchan las confidencias con atención real. Son una mezcla de psicólogo y confesor que aporta el ingrediente necesario para la conexión paciente curador que hace posible la sanación. Hay una televisión siempre encendida para los más asociales. Pero incluso el tímido auténtico, con un tirón alrededor del omóplato por conducir sin parar para ver a su chica, incluso él participa animado. Se hacen cortas las horas en la sala. Amortigua el dolor el masaje, el cuidado, la charla. Y nace la fe y confianza que conducen sin titubeos a la cura. El secreto está en la comprensión. Por fin alguien entiende que eso que no se ve te está doliendo. Que aunque no haya sangre ni heridas abiertas, hay dolor. Que no es cuento. Que estás sufriendo. Que estás enfermo.
Si no has ido a rehabilitación invéntate un dolor de cuello y apúntate. Merece la pena. Pide cita.