Tenía que ser del Atleti. Partido
a partido. En la vida hay dificultades que ellos transforman en oportunidades.
Y eso lo dice un entrenador de un equipo que está siempre a punto, pero no
llega. (No siempre) Eso es la moral del alcoyano y lo demás son tonterías. Esa
es la diferencia entre el que siempre se queda en el 4,5 y el que
milagrosamente llega al 5.0 por sistema. Son vidas distintas. Suertes
diferentes.
"Papá, ¿por qué somos del
Atleti?" Del Atleti se nace, no se hace. Es el alma atlética la que les
une y les diferencia. Las lágrimas compartidas. Los "uyyyy" . Los
"casi", los "esta vez sí que sí". Esas manos echadas a la
cabeza cuando estaban levantadas para celebrar y no, al final, no entró. Y las decepciones.
Y las alegrías, siempre celebradas. Los atléticos no tienen rasgos ni casta en
común, tienen corazón atlético, apto para superar situaciones de infarto,
tolerante a la angustia, al último momento.
No se trata necesariamente de ser
perdedores, ni de saber perder. Debe ser un gen. Una información clave en el
ADN que inclina la balanza hacia ese corazón atlético. Conozco casos de conversión.
Hacia el rojiblanco siempre. Seducidos por la pasión, por el coraje, por el
aguante, por el tesón. Se altera químicamente algo en el cerebelo y ¡zas!, nace
otro atlético.
El Dios del mar, poderoso y
sereno, les espera en la plaza para mojar la Victoria. Cuando llega.
No hay comentarios:
Publicar un comentario