Seguidores

30/10/2018

LA FELICIDAD AL CUADRADO


El mar. Ese anuncio de Shakira en un barco me parece un petardo. Con perdón. Ni me acuerdo de qué anuncian. Sólo sé que es "la felicidad al cuadrado". Entonces me engancho.  Con los anuncios me suele pasar. Se me ocurre que, si la felicidad es cero o uno, ¿de qué te sirve el crucero? Porque si la elevas al cuadrado, le da lo mismo. Igual que a ex si lo integras. También me da qué pensar, si es infinita la dicha, para qué quieres elevarla al cuadrado. Además, ¿por qué al cuadrado y no al cubo, o a la cuarta? Porque si se trata de felicidad, es importante saber de dónde partes. Lo fundamental es el camino, tu propia historia. El histórico. Empiezo a rayarme, la felicidad no se mide. ¿Es contable o incontable?  Yo diría que lo segundo. Es como el tiempo. No hay una, dos o tres felicidades. Es "uncountable". Lo tengo claro, como los fenómenos meteorológicos. Como el amor. ¡Y dale! Entonces, ¿qué hace Shakira elevándola al cuadrado?  ¡Qué tome límites! 😉 El uso de las matemáticas en el lenguaje cotidiano tiene mucho peligro.

Por rematar por ahora con el tema de los anuncios, que es en sí mismo ilimitado; es decir, no se puede poner punto final... Ojo que me vuelvo a las mates y a las asíntotas. Punto. Respecto a los anuncios radiofónicos.   El otro día en una charla de café cogimos la linde de la agencia negociadora del alquiler. Eso de que hay que practicar el “tranquiler” chirría. No somos muy buenos los españoles inventando palabras. Dejemos a los británicos que lo hagan, ellos sí que saben. El caso es que, si tienes un pisito y no les llamas, a su teléfono gratis, para que te lo gestionen, estás perdido. Sin embargo, con ellos; si el inquilino no te paga, tú ni te enteras; si entran okupas, desaparecen por arte de Magia. Si se estropea la secadora, llega Merlín y se encarga.  Para palabrejas, "mutuero". No hace falta decir nada más. No sé qué pensará el elegante mod conductor de su Lambretta tuneada de ser mutuero o en vez de motero, o ese tío enorme vestido entero de negro subido en su Harley, acelerando en el semáforo con un sonido de viento y libertad. En fin.

¿Qué me dices de Arriaga Asociados? Se anticipan a resoluciones judiciales, le arreglan a uno la vida. Cuando oyes a los supuestos afectados, te entran ganas de llorar, después de meses pagando de más. Empatizas inmediatamente con el sufrimiento. ¡Revisa mi hipoteca, por favor! El dramatismo es alarmante con la frase final: recupera tu vida ¿Y el pobre Matías? Que llega tarde. Angelito, dejadle en paz ya. Los de ASISA y CUIDEO saben respectivamente cómo cuidarte, y cómo cuidar a tus mayores. ¿Qué se puede reprochar a la autocrítica de los que anuncian audífonos por la radio? Lo hemos pensado todos. No. No tiene mucho sentido hacerlos, aunque claro, a los que están teniente se lo contarán su hijos o parientes. Se llevan la palma los anuncios de alarmas. Esa imagen de la mujer mirando anuncios de alarmas con un bombo a punto de estallar porque quiere poner la alarma antes de que nazca el bebé me inquieta. Imagino roba niños en un barrio periférico de jardines llenos de hortensias y boj y me alarmo. Pero el sumun es la pareja que decide instalarla ya que son los únicos del barrio que no tiene. ¡Qué mala es la envidia!



Una idea sorprendente han tenido los que anuncian Gilmar. Me gusta la frase "no se puede saber de todo “. Porque es cierto, a veces los listillos se meten en campo ajeno y resultan insoportables. Pero no es verosímil el músico que describe la vivienda como una sinfonía. Mal ejemplo.

“Espero que no te moleste, invité a un amigo” ¿A quién se le ocurre? ¿Tú vas a una cita con tu churri y le dices eso cuando te abre la puerta? Perdona que te diga, pero no tienes nada que hacer. Ya te lo digo yo, que no soy nada ligona, y menos de citas; pero sé de buena tinta que eso no funciona. Si la entrada no es creíble, la respuesta del sorprendido anfitrión es una bobada: “¡Prometo no ponerme celoso!” Ni un Vega Sicilia del año adecuado entierra tanta mentira.

Reconocen sus defectos los de Factor Energía. ¿Lo veis? Si contratas con ellos, no harán más anuncios.  ¡Cómo será el tema! ¿Qué es eso de que al dolor de cabeza ni agua? Discrepo, no está bien traído. Sé lo que significa la expresión, que no le eches cuentas; pero es que beber agua viene de miedo para el dolor de cabeza. Ese es mi remedio casero por excelencia. Pase lo que pase hay que beber agua, que te alivia. Si te duele la cabeza, bebe agua. Si te han salido granitos, bebe agua. Si tienes resaca, ¡bebe agua! La hidratación es mi solución a todos los problemas. Excepto la pena, el agua lo cura todo. Incluso ayuda a adelgazar. Así que, por favor, midan y elijan sus palabras.



Por goleada soy fiel a los Fernández. Que, además, son muy amables. Es necesario mencionar a Carglass, que te llevan la luna allá donde estés.  Imposible encontrar más romanticismo en un tan pocas palabras.  Pero, ¿dónde está Igor, de Carglass? Ya nadie habla de él. ¡Qué efímera es la fama!








LOS PLAGIOS DEL PRINCIPITO


Estoy hasta la coronilla de las bobadas que se publican en la red y se atribuyen a Saint-Exupéry a través del Principito. Tengo un respecto enorme por el escritor en cuestión y siento que se revuelve en la tumba cada vez que alguien le cita en internet. Reivindico la sorpresa y la privacidad del lector para enfrentarse a la magia de tan maravillosa historia.

Saint Exupéry dijo la verdad. A mi hija le enseñé un dibujo muy especial y me dio una respuesta que me dejó helada. No voy a caer en la trampa de desvelar secretos. Pero, por supuesto no había leído El Principito porque no sabía leer. No tenía ninguna información que contaminara su contestación. Le salió del alma. Así que, cuidadito con lo que se dice de S. E. La realidad supera siempre a la ficción. Es verdad. Sin embargo, nunca podrá ir más allá de la imaginación.

Hay club de fans del Principito, que imagino no se llamarán así porque se creen mucho más interesantes. Caminan a un palmo del suelo, porque sienten que entienden aquello de lo que los demás no nos damos ni cuenta. Cuidadito con no tener en cuenta a ese “los demás”. A veces las sorpresas son enormes. Son tan intensos y tan falsos que aburren. Seguro que han copiado de aquí y de allá. Decoran frases que han recibido y las reenvían. Han prostituido algo inmaculado. Se venden camisetas con eslóganes atribuidos al pequeño príncipe.

Los sesudos críticos del libro, que no sé si lo han leído o se lo han empollado sin disfrutarlo; (¡Qué pena! Con lo que mola el Principito) los eruditos del Principito le han hecho una autopsia. Para eso hay que romper el libro, abrir en canal la historia. Sacar cada una de las vísceras, cada palabra y colocarla en un frío recipiente metálico.  Extraen el corazón con instrumental de detalle, hacen el análisis sintáctico y gramatical desordenando palabras; aislando conjunciones y rompiendo estructuras. En fin, a base de descuartizar lo que es una maravillosa lectura, la han convertido en tesis doctorales, cum laudes y clases magistrales. ¡Qué pesadez! Así no me extraña que los niños no quieran leer. No digo más no vaya a ser que me convierta J






29/10/2018

Y VA SINEAD Y SE CONVIERTE



Desde luego, los cantantes y famosos no hacen más que darnos disgustos. A veces creo que me da igual, o debería, la vida privada, o pensamientos o ideología de los famosos. Porque a mí qué me importa el credo de Dylan o a quién rece Cat Stevens, que, por cierto, ya no sé cómo se llama. Mi vida cambió cuando oí su “Padre e hijo”
It's not time to make a change,
Just relax, take it easy
You're still young, that's your fault,
There's so much you have to know
Find a girl, settle down,
If you want, you can marry 
Look at me, I am old, but I'm happy
Ahora la canción parece ñoña, pero en su día fue valiente. 
En fin, me parece que toda esa pantomima la hacen para ganar audiencia. Igual que los actores españoles que levantaban la ceja en una entrega de premios. Están siendo protagonistas de su propia comedia. Zapatero a tus zapatos. Pero no se pueden aguantar.  Y claro, destapan muchas de sus miserias cuando cambian de oficio. Se exponen. Sin vestimenta adecuada, sin atrezo. Normal que se estrellan. Cuando pretenden ser lo que no son. El buen actor de teatro, no tiene por qué ser ocurrente. ¡Se aprende los papeles!  Sí.  Tú y yo lo sabemos. Pero a veces a ellos se les olvida. Como decía Les Luthiers.
“Ernesto Acher:…en aquel hermoso lar fundé ¡Caracas! Fundé Caracas y acerté a fundarla en tan hermoso valle.
Marcos Mundstock: Fundó Caracas, dice. 
Ernesto Acher: En tan hermoso valle...
Marcos Mundstock: Acerté a fundarla... Acertó a fundarla. Y tanto acertó que la fundó en pleno centro de Caracas que ya estaba fundada y él no la vio...
Ellos se sienten a veces tan importantes haciendo de reyes o grandes personalidades que hacen suyos sus discursos. Se identifican de tal forma que mutan. En valiente soldado, capitán de navío, presidente ejecutivo de multinacional, amante recio y olvidado. Se descubren a veces con discursos que creen manan de su mente activa y brillante. Se han metido tanto en el papel, que son otro. Siempre pensé que la pobre Lola Herrera era viuda y hablaba de verdad con Mario. De día y de noche. Tanto tiempo estuvo en cartelera. No sé si Delibes lo debería haber consentido. Tanto dolor junto debe tener consecuencias. ¡O represalias!
El colmo fue Dylan, también tuvo su conversión a mitad de carrera. Que haga lo que quiera. Pero le dan el Nobel de Literatura y el tío no va a recogerlo. ¡Hombre Robert! Eso no está bien. La verdad es que a los premios habría que presentarse. Esto es, no puedes ganar si no optas voluntariamente. Y punto. Porque hay más gente que escribe bien, majo. El punto final es Sinead, con su cráneo impecable, que ahora de pronto se convierta al Islam. Es en sí mismo una contradicción, un calcetín que se da la vuelta. Sus motivos tendrá.


25/10/2018

PROFUNDAS PETARDAS. ¡ASI SE HUNDAN!


Hay un tipo de personas que dice muchas estupideces creyéndose muy profundas e interesantes. Estoy pensando en una “ella”, pero las hay de todo género y condición. Las redes a sociales les han dado una autovía por la que circular, llena de rotondas donde cuelgan carteles de sus pensamientos. Son tan osados que se sienten únicos. Originales. La mayoría de sus elucubraciones son bobadas, fruto de una incultura alarmante, de no haber leído nada, de no haber aprendido nada. Pretenden ser profetas sin conocer el pasado. Sin saber ni un poquito. Internet, Facebook, Instagram…son caldo de cultivo donde semejante “malatía” germina y se expande como el virus que es.

Se repiten y copian a sí mismos y a sus semejantes. A base de decir mucho una cosa, parece cierta. En general se trata de memeces que han atravesado nuestro pensamiento mil veces; pero a esa edad en la que estás formándote. Ya. Siempre nos estamos formando. Siempre aprendiendo. ¡Pobre del que no aprenda cada día! Para centrar el asunto: la edad del mentecato en cuestión, algo más de 40. Los que conozco, de 60 no pasan. Pero ya se andarán.  No mueren.  Son como las pilas del conejito de Duracell. Tampoco asimilan, a pesar de su aparente interés. Aunque te miren ojipláticos. Desconfía. Desconfía de tu amigo nena, el vampiro está muy cerca de ti.

Esta panda de lerdos, se creen más interesantes que el resto. Andan a un palmo del suelo. Con su insoportable levedad. No te digo nada si tienen delante un vino. No se dan cuenta de lo ridículos que pueden llegar a ser.  De lo poco que aportan.  No se enteran de que son tontos. Muy tontos. Me recuerdan a los políticos. Si además de enarbolar banderas de memeces se hace con lengua de trapo, ya no hay quien lo aguante. Se van a la cama tan a gusto.

Les puede dar por varios temas. El más común es el amor, la felicidad y realizarse. Porque es que eso es fundamental.  Son individualistas. Egoístas. Se miran el ombligo y nada más. Les crece el cuello y les sale chepa de tanto observarse a sí mismos. Parece que escuchan porque suelen hacer muchas preguntas.  En realidad, esperan agazapados para meter su cuña. Buscan un titular para su próximo tuit.

23/10/2018

LAS CHICAS DE PELO CORTO


Las chicas de pelo corto son un punto y aparte. Ahora todas llevamos melena. Diga lo que diga el Vogue o Yo Donna. La mujer hoy día lucha por y para melena. Aunque pase la mayor parte del tiempo recogida en moño, coleta, moñete y las versiones varias derivadas. Salvo honrosas excepciones, la melena corta o melena larga, media melena nos esclaviza. Rizos o pelo lacio. Mechas o tinte. Canas al aire. Rubias o morenas. Pero siempre melena. Lo importante es rebasar la barrera de que se quede por detrás. El objetivo es que sea una melena a la espalda, como el besugo. Complicado. En busca de la melena perfecta. Cuando empieza el calor y en la coronilla se te rizan los pelillos la tentación de la peluquería para dar un corte por lo sano, es enorme. Tras un invierno de plancha y secador el momento crítico del cambio de estación hay que superarlo. De nuevo el recurso de coleta y peinados varios. Todo antes de cortarse la ídem. El paso por la media melena o el flequillo es volver a empezar. Pero para cortarse el pelo de verdad o eres mayor, o muy mayor o tienes carácter.  Mucho carácter. Queda terminantemente prohibido hacerlo en un cambio de estado, ya sea de ánimo o civil.  En tiempos de tribulación,  no hagáis mudanza.

Entre los cincuenta y setenta era revolucionario que una mujer llevara el pelo corto. Era el equivalente en España de la barba en el hombre. A lo “garzón”. Así dice mi madre de ley. Así se dice. Mi madre y mías tías desde que tengo memoria han tenido el pelo tan corto que se les veía esa nuca esculpida de donde nacen los más pequeños cabellos.  De ese perfil quizá se enamoró mi padre.  Es cierto que estas cuatro segovianas llegaron a Madrid en los años cincuenta, rapadas y estudiantes. Eran la bomba de modernas. Se casaron de corto tres de cuatro. No digo más. Han intentado todas con más o menos éxito mantener la tradición en la descendencia. Veremos qué hacen las nietas. Por ahora han perdido la batalla por goleada. Eso de que nos confundieran con niños de pequeñas nos tatuó. Encima eran tan radicales que no nos pusieron pendientes. ¡El colmo! Nos agujereamos todas el lóbulo con la mayoría de edad. Nos acompañaron ellas para hacer lo propio, que de tan modernas se les había cerrado. 

Hay grandes ejemplos de famosas con corte de pelo como un chico. Las que pusieron de verdad el punto y aparte. Desde Audrey Hepburn a la Mecana que fueron rompedoras y auténticas.  O Madonna, que ahora luce melena. Empezó rapada. O la grande ¡Sinead O'Connor!. Cantando su “nothing compares 2u” bella y auténtica. Leo ahora que está dedicada a no sé quién la canción. Ya estamos!. ¡Menuda castaña esta manía de explicinnecesario.Que no es lo mismo que "la funestar manía de pensar".Para mi “u” eres tú. No hay otro. Que digan lo que quieran críticos y gente de mala vida. Cotillas. Sacacuartos. Demi Moore no tiene mérito, en Ghost dio el golpe; pero le crece rápido. Luego están las francesas, o las que lo parecen. ¿Quién no entraría a tomarse un  chocolate en un sitio regentado por Juliette Binoche?. Esa película no tiene credibilidad. Las chicas, por imitación; y los chicos porque la quieren a ella. Las guapas rapadas enamoran. Da igual que sean bellas por dentro o no. Si lo son por fuera llevan mucho camino hecho. Es así. No se lo tienen que currar. El pelo corto deja sin respiración al conquistador. Hay un halo de misterio alrededor. La valentía que se le atribuye a la decisión del pelado. La indiferencia que se les supone a ellas, que muestran nuca y dejan ver al desnudo casi, la forma de su cabeza con indiferencia y altaneras. Es un conjunto que enamora. Se convierte en mítico algo que quizá tenga una naturaleza más simple y racional.  Dicen las pelicortas "es comodísimo" ¡Una porra!. De todas maneras, si tienes los labios gordos y turgentes, como cualquier parisina que se precie, no implica valor darse un rapado. Un buen pintalabios y un poco de rímel hacen que estés estupenda. También los ojos aportan. Esas mujeres con la cara llena de mirada, se retocan las pestañas, repasan la boca y son un sex simbol. Mejor flacas. La delgadez provoca siempre en el hombre un deseo de hacerse cargo. De alimentar ese cuerpo que grita necesidades no satisfechas. Cualquier hombre corajoso que se precie y merezca llevar los pantalones, quiere encargarse de eso.

La realidad seguro que no tiene nada que ver con las ganas de ser original. Las razones prácticas y mundanas son generalmente el origen real de las decisiones. Tipo me han pegado los piojos los niños. O una enfermedad, que es más grave. O un simple “no me se peinar”.  En este último grupo entra la nobleza y las chicas de abolengo. Esas mujeres de rizos infinitos peinados por doncellas entre confesiones de amores no correspondidos. Ante un espejo gigante mesan los cabellos que caen sobre el respaldo tapizado de flores de la butaca. El tocador con los utensilios de plata testigo de intimidades. Al separarse de la familia, si en el lote no iba la muchacha de impecable uniforme y mirada tranquila, en muchos casos era necesaria la tijera. Porque realmente cambiaban de vida, dejaban atrás hasta la melena. En otro nivel, pero con el mismo fondo: No sabía peinarse, estaba era mi abuela. El día antes de casarse, su maravillosa trenza fue segada por mi temida bisabuela. Cruel despedida de la soltería.

21/10/2018

SIEMPRE HAY OTRO DÍA. HASTA QUE SE ACABAN

Nos queda mañana.  Eso es una bomba de esperanza. Porque es que yo no sólo es que te quiera. Porque te quiero. Es que no quiero dejar de quererte .

18/10/2018

YO TENÍA UN CINE

Si Meryl Streep tenía  una granja en África yo no voy a ser menos.  Yo tenía un cine en Segovia.  Buenos, yo no, mis abuelos.  Que no es lo mismo, pero es igual. Como Silvio, que amaba a una mujer clara que no le pedía nada o casi nada. Don Claudio,  mi bisabuelo,  compró un cine en Segovia.  El cine Cervantes. Teatro Cervantes, rezaba en la fachada. En unas letras en relieve sobre la piedra. En esa pared con su esgrafiado. Compró Don Claudio de un golpe La Casa de los Picos y el Teatro Cervantes. La casa de los Picos para hacer una casa familiar. No le dejaron hacerlo, hace casi 100 años. Dudo mucho que hubiera tocado Don Claudio los Picos o algo de valor cultural dentro del magno edificio. Dado el uso del Teatro desde que se "expropió" a la familia considero que lo mejor para ambos habría sido que se los quedara mi bisabuelo. Muerto por cierto por culpa del tabaco. A los 97 años, sano como un chaval, dio una calada a un Chester sin filtro antes de quedarse dormido para siempre. Se vendió el teatro por lo que le costaba a Segovia un camión de basura. Menos mal que no lo vivió Don Claudio.

Los domingos en Segovia con los abuelos eran comida ceremoniosa en el comedor de delante. El que daba a la Calle Real. Atendidos por María Luisa. Su ayuda se solicitaba con un timbre que se activaba en la tripa de un caballo colgado de una lámpara de lágrimas. Mi abuela era Sita Paquita. Y mi padre y mis tíos también eran señoritos. No recuerdo nunca a Mª Luisa dirigiéndose a mi abuelo. Mi abuelo, que era el más bueno y noble de los abuelos que pueda haber. Allí aprendí a apañármelas con los cubiertos y los vasos. Alucinaba del mogollón. Copas azules con superficie de picos. Vasos naranjas de la Granja. Otras copas que mi abuela hacía sonar al tocar su borde con esos dedos de pianista que tenía. La vajilla roja de la Cartuja. Las sobremesas eran fascinantes.i Los niños escuchando a los adultos departir sobre los temas posibles o los imposibles. La familia, las anécdotas, las notas de los nietos. Los logros de unos y las dificultades de otros.

Si comíamos solo los nietos con los abuelos lo hacíamos en el cuarto de la tele. Un ventanal desde el que se veía el cuarto de los chicos. En el centro, una mesa camilla redonda, con faldones y brasero. Dos sillones orejeros, uno ocupado por mi abuelo, el otro por el nieto más rápido. Porque mi abuela se sentaba siempre en una silla. Su espalda de pianista hacía innecesario el respaldo como referencia de la vertical. Mi abuelo nos partía el filete perfecto, que parecía que no estaba partido. Eso nos hacía siempre mucha gracia. Siempre había primero y segundo plato y postre. Después de esas comidas o nos quedábamos jugando con los abuelos a las cartas, o al bingo, o haciendo crucigramas, o nos íbamos al cine. Entonces mi abuela llamaba al Cervantes para saber que ponían. "¿Es de las que me gustan a mí?" "Sí, Doña Paquita". Enfilábamos la calle real repitiéndonos las palabras mágicas, "Somos los nietos de Ramon M, vamos a la platea nueve o 11". Al entrar en el cine, el acomodador nos guiaba diligente a la platea, que abría con una enorme llave. Detrás de las cortinas de terciopelo rojo estaban las butacas igualmente forradas. Un tío mío que era un poco gamberro nos animaba a comer pipas, cosa que mi abuela, junto a masticar chicle, nos tenía terminantemente prohibido. Podíamos ver la peli varias veces. Sesión continua. Salíamos al jardín en el intermedio. Siempre pasaba algo, se cortaba la película. Encendían las luces. Entonces abucheábamos hacía arriba, sin saber muy bien a quién. Gritábamos "que empiece ya, que el público se va, la gente se marea..." Yo y mi sentimiento de culpa ocupábamos una de las butacas temiendo ir directa al infierno o a comisaría por haber mentido, porque mis primos no eran nietos de ese abuelo mío. Y yo había dicho que sí. 

Mis recuerdos, aunque intensos, son pocos. Porque el cine se cerró. Pero mi padre y mis tíos, y sus primos, iban a diario al cine, se sabían los diálogos, recorrían en teatro con los ojos cerrados. Después mi padre no ha disfrutado igual de los cines, minicines. No le gustaba. Especialmente Cinema Paradiso. Me lo voy a inventar: fue la última película que vio, porque era de él, con Alfredo, de quien hablaba el italiano. Y ya no quiso volver.

Un día, mayor ya, mi abuelo me dijo que fuera al teatro. Me dio una llave, porque ya estaba cerrado. Recuerdo recorrer el cine entero, ver los proyectores, entrar en el patio de butacas, el gallinero vacío, la platea 9, desvencijada la cortina. Frescos en el techo. Los adornos dorados de los balcones que sobresalían. El escenario, con un hueco para el apuntador. Y los afiches, "mañana estreno Botón de Ancla". Recuerdo los olores a papel y a cerrado. El jardín arborescente descuidado. Y la pena del abandono. Imaginé entonces estrenos, luces y vestidos largos. Aplausos. 

Sí, yo tenía un cine en Segovia, que ahora no es cine ni es nada. Ni es nuestro, Era un espacio maravilloso. El cielo decorado casi invisible. El patio rojo de butacas y el gallinero. No entiendo qué ha impedido a los sucesivos  gobiernos hacer algo en ese lugar. Su ubicación es única, privilegiada, a medio camino entre la catedral y el acueducto. La casi plaza, que se abre en ese recodo que permite ver un paisaje segoviano abierto. El viento da la vuelta en ese córner. Se ve desde alli la Mujer Muerta, embarazada y sola, y a la vez, San Millán. Puedes bajar si quieres, está expuesto el Santísimo.  Los valientes se sientan en el pollete a charlar o a fumar. Segovia es una ciudad única desde la que se ve el campo y el paisaje castellano cuando se pasea por ella, cuando se recorre.

¿CÓMO QUE SE HA MUERTO UN AMIGO TUYO?

Me escribe un amigo de la infancia. Tan cerca, tan lejos. Y me dice que se ha muerto un amigo suyo. No busca mi compasión, es solo para excusarse por no haber llamado. Y encima en tan elegante que lo que me cuenta de su amigo es que era un fuera de serie hasta para morirse.  Él sí que es un fenómeno.
La verdad es que mi primer pensamiento fue: ¿Cómo va a morirse un amigo tuyo? Somos “cincuentañeros”. Unos chavales. Pero sobre todo es que somos, como dijo Javier Marías, niños disfrazados de mayores. Cuando te conoces desde pequeño hay una conexión que impide el envejecimiento.  Hay un vínculo que activa no sé qué neuronas que hacen que te veas y te sigas sintiendo niño. Es así.  Vamos, así lo siento yo. Me parece que no puede morirse nadie de mi edad. Se han muerto unos cuantos.  No estoy ciega. No tapo la realidad, ni vivo en una burbuja.  Tampoco estoy majareta. Es que me parece fatal. Se me han muerto unos cuantos. Hay gente que lo dice así, como si fueran suyos los muertos, como si le pertenecieran. Hay quien a su vez se toma a mal tal forma de hablar. Como si el que hablara así estuviera en cierto modo siendo más protagonista de la muerte que el propio muerto. Como si su dolor fuera mayor que el de los otros. Como si fuera el único hombre de luto ante la pérdida. En realidad, cuando alguien se muere hay un trozo tuyo que también muere. Para mí, se muere la gente. No fallece. Fallecer lo siento tan cerca de desfallecer que temo usarlo de excusa para no asumirlo completamente si uso ese verbo para nombrarlo, para decirlo. Fallecer me resulta más lejano, en el sentido afectivo, que morir.
Es inevitable pensar en uno mismo, en nuestra propia muerte, cuando se muere alguien de tu quinta. ¿Qué legado dejas tu? Emocional. No lo sabemos. No lo sabremos nunca. Cuando ocurra no seremos testigos.

PEDRO II DE ESPAÑA Y V DE ¿?


Es que Pedro quiere ser rey. Ni errores ni "erroras" de protocolo. El "psocialista" al que echaron tus compañeros y volvió por la puerta de atras. El candidato no electo que se colocó de presidente mediante argucias.  El chanchullero de donde dijo digo dice Diego quiere ser rey.  Porque a la otra se le perdona mucho por la edad.  Que quiere elegir su equipo sin contar con nadie, pues lo hace. Que quiere cortar las calles y luego las cose, pues también. Que mete la pata hasta la rodilla y decide rectificar, pues lo hace. No tiene complejos. Además, sale al balcón en plan abuelita de cuento con unas magdalenas "me he equivocado" y aquí paz y después gloria. Ablanda corazones con esa imagen vulnerable que evoca ternura en el votante. El día que se presente con un suflé la hacen presidenta sin pasar por las urnas.  Y a Pedro, rey, por la gracia de Dios.

¿DÓNDE HAS PUESTO EL TROMBOCID?


El orden es una propiedad que no es inherente a todo ser humano, ni mucho menos. Hay quien nace con el don y otros sin él. Pero entre estos dos salvajes extremos la gama de colores es infinita. Yo diría además que el concepto de orden es subjetivo, y en una casa cada habitante tiene su criterio de lo que es el orden.

También hay personas ordenadas. Alabadas sean. Pero son más los que no soportan que las cosas estén en medio. No es que sean muy ordenados, no. Pero no pueden con el caos. Aquí algún experto hablaría de que no pueden ver desorden por fuera porque les recuerda al que tienen dentro. No se puede generalizar. Pero son arrasadores. Todo lo que encuentran lo guardan, sin ton ni son, lo esconden donde pillan: cajones, armarios, puertecitas varias, debajo de la cama. Van despejando a su paso. Atrévete a preguntar que si alguien ha visto tu jersey rojo. Por supuesto lo habías dejado en una silla de tu cuarto, para ponértelo a la tardecita, que hace fresco. Cuando vas a echar mano, carrasparra cartapacio, me disuelvo en el espacio. Te contestan que en el armario. ¡Ay de ti! ¡Esa puerta tiene acceso directo a un ejemplo de entropía, esa capacidad sin límites de seguir desordenándose hasta el infinito y más allá! Mucho ojo al abrir, que puedes caer sepultado por mantas, sudaderas, camisetas, polainas, todo lo que se haya encontrado el arrasador a su paso y ha escondido.

Y es que las cosas no tienen un sitio. O para cada uno es diferente. Así, para mí la mesa de mi despacho está ordenada si tengo despejada la zona entre mi cuerpo y el teclado. El resto, todo a mano, en montones distribuidos por mi espacio, a mano, perfectamente ordenado. Para mí. Con carpetas de las que no sale ningún papel y cada una de ellas tiene el título del proyecto escrito a mano, a mi mano, con mi mano y un rotulador gordo. Cada proyecto es un montoncito, no necesariamente paralelos entre sí. A veces hay varios proyectos apilados. Depende. Las revistas técnicas que tengo pendientes de leer, en otra torre. La agenda al lado del teléfono, abierta por el día de hoy. Algunos post-its en la pantalla del ordenador y uno fundamental, rosa, pegado al auricular. Mañana a primera hora tengo que llamar. Es mi orden. Dejo el ordenador encendido porque está calculando ¿Qué todo eso ocupa la extensión entera de mi mesa que mide más de cuatro metros de largo? Sí. ¿Y? Pues que así no se puede limpiar. ¡Ah! También he extendido un plano en DIN A1 para ver unos detalles del proyecto que me tiene entretenida últimamente. Para eso he dejado en el suelo una columna de papeles algo antiguos pero que no puedo tirar sin revisar. Me han acusado de antigua, todo puede estar dentro del ordenador, planos, proyectos, revistas. Y la mesa impoluta. Alguno debería estar también dentro del ordenador, en la papelera de reciclaje, pendiente de eliminación definitiva. En fin, que el orden es propio. Porque yo entiendo a Maribel, cuando viene a limpiar dice: ¡Pero esta chiquilla qué hace! ¿cómo le paso la mesa? Pues con mucho cuidado, levanto, limpio, levanto y limpio y todo se queda tal cual estaba, pero como el jaspe. Una amiga mía evitaba la tentación de las limpiadoras colocando varios DIN A1 tapando todo lo que para alguien podía ser un desastre; pero era la única manera de no perder un segundo al día siguiente, al incorporarse al trabajo. Un mensaje encima “NO TOCAR”

Que no tienen su sitio las cosas, por mucho que te empeñes. Las medicinas en esta caja. Y llega el chaval, con la pata chula, recién operado y pregunta: “mamá, ¿Dónde has puesto el Trombocid?” A la madre se le hincha la vena, esa que sale de al ladito de la clavícula y recorre el lateral del cuello y avanza por debajo de la mandíbula. El chaval estará convaleciente, pero ya no cumple los 25 y no llega a los 50. Vamos, que no es un niño ni muy mayor. Es cierto que lleva muletas y el botiquín está en la segunda planta. El niño pasa el día en el salón, dolorido y aturdido por tanto calmante. Harto ya de estar harto. La madre lleva una mañanita de esas de “es la primera vez que me siento”. Ha recogido los abrigos de todos, que estaban ordenadamente tirados encima del sillón, que no sofá, de la entrada. Las mantitas gustosas de ver la tele están hechas burruños en los respectivos rincones que cada cual ocupa en los sofás del salón. Su sitio. Los zapatos a la entrada, al lado de la puerta. Porque me los voy a poner mañana. Ha quitado vasos de agua de todas las mesillas de noche. Y por supuesto, ha subido el Trombocid a la caja de las medicinas. Y antes de que la vena se permute en tendón, contesta “en su sitio”. La bronca no emerge porque es un domingo de paz. Pero a mediodía, ella, que sigue queriendo ejercer de madre, que sigue educando, saca el tema medio en broma. Ahí sí que estalla la tercera guerra mundial. Porque claro, el hijo reivindica su inmovilidad para poder dejar el Trombocid en el cenicero de plata de la bisabuela que está en la mesa del salón, al lado de los mandos a distancia. Sin percatarse de que la gotita del tubo mal cerrado pueda caer en el preciado y querido objeto. Y la madre, por su parte enfila con la pereza del chaval de no echarse el ungüento al salir de la ducha y no tener así que dejar en medio todo, ni necesitar ayuda de cámara. Se empieza por el Trombocid y nunca se sabe dónde puedes acabar.

En fin. Si no tiene sitio el Trombocid, no quiero hablar del termómetro, que lo ves todos los días menos ese en el que tu santo pasa la noche sin dormir, sudando a la gota gorda, malo, malísimo. Pero como es así, se empeña en ir a trabajar. “Ya estoy mejor”, consigues entender del hilo de voz que le sale después de la ducha, que, sonríe, le ha sentado fenomenal. Tú sabes que tiene fiebre y que, a no ser que lo demuestres, se va a meter una Couldina al cuerpo, y va a recorrer los 200km que se echa a la espalda cada día, de ida, y a la noche otros tantos, de vuelta; para llegar a un trabajo que le apasiona, regentar su campo, entre olivos y bichos. Pero no le gusta tanto como para salir con sus 40º. Pero ¿Dónde has puesto el termómetro? ¿Dónde lo habré puesto? Piensas mientras le besas al marcharse. A veces el orden o su falta puede ser motivo de desgracias.

17/10/2018

TE PERDISTE LO MEJOR




Las noches de farándula están llenas de testigos falsos. Esa oscura gente que te susurrará sibilina mañana si te vas, que te perdiste lo mejor. Mienten. Son agentes del maligno. Enviados del infierno que cobran a comisión. Cuanto mayor es la conquista más se embolsan. Cuanto más difícil el reto, más alta su recompensan. Ávidos de sabngre fresca intentan engatusar almas inocentes para fines maquiavélicos. Resiste. No cedas a la absurda tentación de quedarte, a las tantas ya del alba, en un sitio lleno de humo y borrachos, donde no te lo estás pasando bien. Si se te ha hecho tarde y tienes sueño y te quieres ir; cuando quieres marcharte, vete. Porque siempre habrá alguna serpiente que al día siguiente te quiera llevar a su terreno. Quiere que a la próxima te quedes, estés hasta el final, como él, como ella. Son vampiros.

Lo mejor no existe. Lo mejor son esos ratos que disfrutas. Coge con fuerza esos minutos que son el ahora. Ya no los vas a recuperar. Disfruta este momento, no hay otro mejor. Come, prueba sabores, ríete. No vivas las cosas por imitación. No pasa nada por no beber. No. No es necesario fumar si todos fuman. No hay porque liarse un canuto si el más guapo del grupo se lo lía. Coge tu camino. Sé libre. Márchate a las doce porque mañana quieres caminar, ¿a ti que te importa lo que piense la gente? Coma en dorada vajilla el príncipe mil cuidados. No te vas a perder lo mejor. Porque lo mejor está contigo. Tú eres el protagonista de tu vida. Eres dueño de tus decisiones. Pierde ese miedo a no ser popular. Estás cogiendo forma, hijo. No te quedes en una mancha difuminada. No aceptes ser sombra.
Lo que ocurre de verdad esas noches en las que te perdiste lo mejor, es que el grupo entero de tus amigos está muerto de sueño desde medianoche. Están esperando que pase algo, tienen miedo a que en ese momento en que cedan a su instinto y a la naturaleza sabia, sea justo cuando pasa algo. La realidad fueron un par de canciones y una larga ruta de ir acompañando a unos y a otros a casa. No hubo estrellas fugaces. Ni siquiera conocieron a alguien interesante. Estuvieron bostezando y aguantando el paso del tiempo a base de copas o lo que hiciera falta. Hoy no se pueden levantar. Toda la noche sin dormir. Pero no es que no pararan de reír. Eran boyas en la tempestad de la noche. Juran para sus adentros que no lo volverán a hacer. Aun así no se atreven a confesarlo, no vaya a ser que los otros no piensen igual.


En realidad, esos agentes del lado oscuro tienen celos de tu entereza. Envidian esa capacidad tuya de no reverenciar a los líderes. Anhelan tu personalidad y tu fuerza. Siempre estarán entre el público, nunca protagonistas. No hay plató. Han dejado que otros decidan por ellos. Son esclavos, imitadores, farsantes de noche y de día. Porque mimetizan su historia con la de sus ídolos. Piensan que si son como éstos, les querrán más, serán ellos mismos admirados. En realidad, no pasarán nunca de copistas. Esa vida camaleónica que nunca es propia porque está vacía. Hasta el más inútil de los líderes valora lo auténtico. No pasa nada por ser diferente. Mantén firmes tus valores y tu esencia.



DEL AMOR Y LA MUERTE. GRANADOS. ARANTXA

Arantxa Aguirre lo ha vuelto a hacer. Un documental maravilloso. Dura alrededor de hora y media que se pasa en un segundo. Literal. La fortuna que supone ver algo así antes que tus amigos, te permite el privilegio de recomendarlo sin contaminarte. Se estrena en la famosa semana del cine de Valladolid. Al que no le guste no tiene corazón; hala, ya lo he dicho. Arantxa Aguirre lo ha vuelto a hacer. Y lo impresionante es que ella no está. “No sale en la peli”.  Con esa modestia que ya no se estila.  Hoy en día que el periodista hace de la historia su propia versión, sin contar apenas con las respuestas del interlocutor, que se queda en un figurín apenas necesario.  Acude a la cita con su libro y sale de ella con él, decorado, eso sí, por haber mantenido con el personaje protagonista una suerte de monologo, con preguntas más largas que las respuestas. Sin réplica. Alguna foto y palabras sueltas entrecomilladas es lo que concederá al entrevistado. Sin embargo, Arantxa es un punto y aparte. Ni siquiera cede a la tentación “hitchcockniana” de cubrir un personaje, ocupar una esquina. Pero lo llena todo.
Un documental de un músico.  Enrique Granados. Eso lo cuentas por ahí y no te acompaña nadie. Si quieres conquistar a tu pareja, lo tienes chungo. A no ser que tengas un amigo friki o un entendido de música, que también es un friki.
Desde el principio hay imágenes en movimiento que atraviesan la pantalla quieta. Los pájaros sobre el mar en calma. Dibujos de las ciudades donde la vida late por las luces que se encienden y apagan en secuencias anárquicas. Esa postal de la madre embarazada que viaja y su pañuelo ondea en la quietud de la noche. O el cuadro del fumador en el que el humo ayuda a entender que pasa el tiempo; el ascua encendida cuya intensidad evoluciona a medida que se consume el pitillo. Se huele, de real que es.
Si no sabes de música, no tengas miedo. Ve. Es una manera inteligente de acercarte. Es la música desde dentro, desde las dificultades, los ensayos, desde el otro lado. El no me sale, otra vez, las manos al piano. La fuerza de la mirada, del silencio, del contacto. Sale de la pantalla con una energía que es una suerte disfrutar.
Te acerca con destreza a la esencia, cuenta la Historia como una suma de anécdotas, incluso chismes o chascarrillos. Todo eso te mantiene prendido a la pantalla, con los ojos pegados a ella. Es un descubrimiento. Te convertirás en uno de esos personajes de piedra que están en el gran teatro escuchando las composiciones de granados. De piedra.

No mires en Wikipedia para saber quién es Enrique Granados. Se aprende más en ese rato que con toda la conexión a internet del mundo. Si no sabes quién es Enrique Granados, vete a ver el documental de Arantxa. Conseguirás lo que parece un imposible, aprender disfrutando. Es más, no te darás cuenta de que has aprendido, con esa visión tan española nuestra de que la letra con sangre entra, ese sentimiento profundo que implica la necesidad del dolor y el sufrimiento para alcanzar la meta del aprendizaje. Saldrás lleno de música, de historias, de vida, de amor, de amistad. Y lo que es más importante, con muchas ganas de saber más. Pero no busques en Wikipedia.
PS. Durante la proyección tomaba apuntes en móvil. Para no olvidar detalles, emociones. Pero no me ha hecho falta recurrir a las chuletas para contar mi historia. Pido disculpas a mi vecina de butaca por los inconvenientes. No me estaba mensajeando con nadie. Resultó además que me senté casi al lado de la madre de la artista. Gracias Arantxa.