Estoy
hasta la coronilla de las bobadas que se publican en la red y se atribuyen a
Saint-Exupéry a través del Principito. Tengo un respecto enorme por el escritor
en cuestión y siento que se revuelve en la tumba cada vez que alguien le cita
en internet. Reivindico la sorpresa y la privacidad del lector para enfrentarse
a la magia de tan maravillosa historia.
Saint
Exupéry dijo la verdad. A mi hija le enseñé un dibujo muy especial y me dio una
respuesta que me dejó helada. No voy a caer en la trampa de desvelar secretos. Pero,
por supuesto no había leído El Principito porque no sabía leer. No tenía
ninguna información que contaminara su contestación. Le salió del alma. Así
que, cuidadito con lo que se dice de S. E. La realidad supera siempre a la ficción.
Es verdad. Sin embargo, nunca podrá ir más allá de la imaginación.
Hay
club de fans del Principito, que imagino no se llamarán así porque se creen mucho
más interesantes. Caminan a un palmo del suelo, porque sienten que entienden aquello
de lo que los demás no nos damos ni cuenta. Cuidadito con no tener en cuenta a
ese “los demás”. A veces las sorpresas son enormes. Son tan intensos y tan
falsos que aburren. Seguro que han copiado de aquí y de allá. Decoran frases
que han recibido y las reenvían. Han prostituido algo inmaculado. Se venden
camisetas con eslóganes atribuidos al pequeño príncipe.
Los
sesudos críticos del libro, que no sé si lo han leído o se lo han empollado sin
disfrutarlo; (¡Qué pena! Con lo que mola el Principito) los eruditos del
Principito le han hecho una autopsia. Para eso hay que romper el libro, abrir
en canal la historia. Sacar cada una de las vísceras, cada palabra y colocarla
en un frío recipiente metálico. Extraen
el corazón con instrumental de detalle, hacen el análisis sintáctico y
gramatical desordenando palabras; aislando conjunciones y rompiendo estructuras.
En fin, a base de descuartizar lo que es una maravillosa lectura, la han
convertido en tesis doctorales, cum laudes y clases magistrales. ¡Qué pesadez!
Así no me extraña que los niños no quieran leer. No digo más no vaya a ser que
me convierta J
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