Desde
luego, los cantantes y famosos no hacen más que darnos disgustos. A veces creo
que me da igual, o debería, la vida privada, o pensamientos o ideología
de los famosos. Porque a mí qué me importa el credo de Dylan o a quién rece Cat Stevens,
que, por cierto, ya no sé cómo se llama. Mi vida cambió cuando oí su “Padre e
hijo”
It's not time to make a change,
Just relax, take it easy
You're still young, that's your fault,
There's so much you have to know
Find a girl, settle down,
If you want, you can marry
Look at me, I am old, but I'm happy
Ahora
la canción parece ñoña, pero en su día fue valiente.
En
fin, me parece que toda esa pantomima la hacen para ganar audiencia. Igual que
los actores españoles que levantaban la ceja en una entrega de premios. Están
siendo protagonistas de su propia comedia. Zapatero a tus zapatos. Pero no se
pueden aguantar. Y claro, destapan
muchas de sus miserias cuando cambian de oficio. Se exponen. Sin vestimenta
adecuada, sin atrezo. Normal que se estrellan. Cuando pretenden ser lo que no
son. El buen actor de teatro, no tiene por qué ser ocurrente. ¡Se aprende los
papeles! Sí. Tú y yo lo sabemos. Pero a veces a ellos se
les olvida. Como decía Les Luthiers.
“Ernesto
Acher:…en aquel hermoso lar fundé ¡Caracas! Fundé Caracas y acerté a fundarla
en tan hermoso valle.
Marcos
Mundstock: Fundó Caracas, dice.
Ernesto
Acher: En tan hermoso valle...
Marcos
Mundstock: Acerté a fundarla... Acertó a fundarla. Y tanto acertó que la fundó
en pleno centro de Caracas que ya estaba fundada y él no la vio...”
Ellos
se sienten a veces tan importantes haciendo de reyes o grandes personalidades
que hacen suyos sus discursos. Se identifican de tal forma que mutan. En valiente
soldado, capitán de navío, presidente ejecutivo de multinacional, amante recio
y olvidado. Se descubren a veces con discursos que creen manan de su mente
activa y brillante. Se han metido tanto en el papel, que son otro. Siempre
pensé que la pobre Lola Herrera era viuda y hablaba de verdad con Mario. De día
y de noche. Tanto tiempo estuvo en cartelera. No sé si Delibes lo debería haber
consentido. Tanto dolor junto debe tener consecuencias. ¡O represalias!
El
colmo fue Dylan, también tuvo su conversión a mitad de carrera. Que haga lo que
quiera. Pero le dan el Nobel de Literatura y el tío no va a recogerlo. ¡Hombre Robert! Eso no está bien.
La verdad es que a los premios habría que presentarse. Esto es, no puedes ganar
si no optas voluntariamente. Y punto. Porque hay más gente que escribe bien,
majo. El punto final es Sinead, con su cráneo impecable, que ahora de pronto se
convierta al Islam. Es en sí mismo una contradicción, un calcetín que se da la
vuelta. Sus motivos tendrá.
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