¿A ti quién te engañó con la comida japonesa?.
No vale mentir, no vale “crucis”. Enseña las manos. No disimules, seguro que te
acuerdas de ese primer día. Tu amigo experto, viajero, independiente,
guapo,…feo, rubio, delgado, gordito, simpático. Te lo comentó una noche y te
viniste arriba. Acabas de llegar al restaurante. Un camarero solícito te guía
con las palmas de las manos pegadas, los dedos mirando al techo. El ambiente es
minimalista, escueto. Negros y rojos. Olores desconocidos, hilo ambiental que
es mezcla de sala de espera del dentista y de una casa de "masajes".
(Sea cual sea esa música, debe sonar así). Menos mal que te has puesto
calcetines sin tomates. Porque te obliga a quitarte los zapatos. Vais a comer
en el suelo. ¡Qué cómodo!
Aún estás sin respiración, no sabes si contento
o sorprendido. La sonrisa rígida. Pilla la carta tu amigo y casi sin que te dé
tiempo reaccionar, porque no entiendes nada, miras la tuya con los ojos de no
ver; él te salva. Aun puedes recordar el olor de tu propio miedo. En plan:
¡Mierda!, ¿Y ahora qué hago?. Ante la pregunta de ¿te gusta la comida
japonesa?, tú, por hacerte el guay, dijiste que por supuesto. En realidad no
tienes ni idea. Te sientes un panoli. Fuera de lugar es poco. Has salido de tu
órbita. Si fueras electrón organizarías un verdadero follón en la tabla
periódica. Si fueras planeta serias Júpiter corriendo por el camino de Marte
para no chocarte. ¿Quieres que pida yo? Respiras. Vuelve el color a tu cara.
Sí, a mí me gusta todo. Rezas por no tener que comer hormigas gigantes,
caracoles con ortigas, serpientes o cocodrilos. Te encomiendas.
El artista levanta la mano y recita “naguiri
moriauasé, aguedasi tofu, sashimi de toro, tempura de langostinos y nebeyaqui
udon". Si es poco tomamos luego una anguila. Todo esto sin haber visto
Máster Chef. Vamos, 20 años antes de que P. tuviera restaurante en la estepa
castellana, cuando S. era aun hija de, y J. empezaba a hacer gachas para su
madre lesionada. David, el del nombre repleto de faltas de ortografía y
estrellas, aun no había empezado a hacer novillos ni croquetas. Tela.
A base de cervezas y un vinito la cena discurre
divertida. Es más, con la insististencia y después de varias visitas a los
restaurantes japoneses de Madrid, has tomado el relevo a tu amigo. Eres capaz
de pedir sin mirar la carta. siempre pides lo mismo, pero eso no lo sabe el que
tienes enfrente. Según quién sea tu invitado confiesas o no.
Fueraparte, como diría CH (que el lector no
confunda con la smart diseñadora que llena con sus letras todo lo que hace. Me
sorprende por cierto la habilidad. Ha conseguido que se le haga propaganda
cobrando una pasta. Para que digan de Ronaldo. Bueno que no es esa, que es el
médico locutor al que le encanta decir pienso de que, leuros y alguna otra
incorrección gramatical que a base de repetición tiene su gracia. Incluso
popularidad y difusión. No sé si fue desde que un forofo (fiel seguidor) se le
declaró fósforo.) Sigo. Hay que reconocer que no toda la comida japonesa esta
rica. Esas albóndigas, que se llaman.¿nikuman?. Mucho más glamour. Pero son albóndigas envueltas en una pasta y
muy bonitas colocadas en un cesto de mimbre. No te las comerías fuera de casa a
no ser que supieras quién las ha hecho. Necesariamente parentesco de 1º o 2º
grado. Es el efecto Tsunami que han causado estos
restaurantes en la comida española. No todo es bueno. Confiésalo. No distingues
la salsa de soja de la del atún teriyaki ni del liquidillo donde quitas la
sequedad a la tempura. No te tortures, ¡porque es lo mismo! Distinto número de
molalidad, nada más. ¿Y qué me dices del pez mantequilla? Es el color blanco de
las cajas de colores. ¿A quién le gusta el pez mantequilla? No vale mentir. No
vale crucis. Por no hablar de los makis de pepino. O de zanahoria. Una parida
que ni está rica ni vale un pimiento. Ni siquiera para los veganos ni
crudívoros. ¿Y el helado de judías? Las judías son para fabada, eso lo sabe
todo el mundo. ¡de postre! “disgastin” O esos rollos invertidos enormes
que no hay quien se coma porque tienen huevas por fuera. En cuanto consigues
mojarlos en la soja se desmoronan y hace falta la boca de un negro del Camerún
para metérselos en la boca. ¿Y la sopa? Ni es consomé ni tiene fideos. Soja más
diluida. Verduras radiactivas, por los colores se evidencia su origen. ¡Y comer
espaguetis con palillos! ¡Hombre!, eso es demasiado. No para ellos que sorben,
pegan la cara al plato. Pero el españolito de a pie que fue enseñado a llevar
el tenedor a la boca, la espalda recta, cabeza erguida, codos fuera de la mesa,
brazos pegados al tronco. Es una tortura. O la conquista de Occidente por el
Oriente.
En fin, toda una farsa. Por no hablar de las
Gueisas que sirven delicadamente los alimentos. O del cortador de pescado, ni
que fuera notario,
La comida japonesa en España esta tuneada. No te
engañes. Asúmelo. Al menos cuando vayas a Londres y no hablemos ya de Japón
bala Shinkansen, no quedarás como un cateto con cara de sorpresa cuando pasen a
tu lado carros de comida humeante que se mueve, no sabrás si son alimentos
vivos o ilusiones. Aquí han traído la versión exportable, eso sí, imponiendo
palillos a cambio de porcelana. ¡Ay de ti si pides tenedor!, la versión duralex
de Cuéntame te parecerá bonita y moderna al lado de la birria de plato que te
ofrecerán.
Creo además que si eres restaurante y no te defines como fusión mediterránea
oriental, no tienes ni estrellas ni clientes. Vamos, que no te comes un colín.
en tu carta: dim sum, no empanadillas, baozi, no bocatas. Cuidadito que por el estómago te conquista
antes que por muchos otros sitios.
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