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03/08/2023

NO ES LO MISMO

En los orígenes, se nos castigó dos veces. La primera por culpa de una manzana, una serpiente y una ambiciosa mujer a la que nada le parecía bastante. Y un hombre, atontado, que la siguió. Todo hay que decirlo. Ahí perdimos El Paraíso. Que no es Disney Chanel, no son historias de bellezas que se besan bajo la luna. El Jardín del Edén era el Paraíso de verdad. Esos dos fueron culpables de que ganáramos el sueldo con el sudor de la frente y un montón de faenas más.

 

La otra fue la del lío de Babel. A modo de síntesis y sin pretender más erudición que la que aporta internet, otra vez por una desmedida ambición, el hombre en este caso él, la pifió. Parece que fue Moisés, de después de que casi se extingue la humanidad, pero gracias a Noé y a las parejas que albergó su arca ante la amenaza del diluvio. Resulta que unos descendientes del bueno de Noé  y supervivientes del diluvio, decidieron construir la Torre de Babel, con ambición de que fuera tan alta que llegara al cielo. Arquitectos e ingenieros fueron de nuevo castigados por su rebeldía haciendo el mismo Dios que empezaran cada uno de ellos a hablar una lengua distinta.

 

Dicho esto, ¿no tenemos bastante con lo que tenemos para no entendernos? El idioma inglés es mejor negocio que el de los piratas que fueron famosos en esas tierras. Ni turismo de sol o cultura da tanto caché como el de aprender idiomas. Hordas de chavales se desplazan a países angloparlantes con la aspiración del bilingüismo. El dorado es intocable, pues consiste tan solo en el dominio del idioma. Ese estado casi nirvánico que nos permite conversar con un británico sin la vergüenza del acento castellano, el canturreo italiano o las erres que son ges de los franceses. Orgullo de labia. Hasta tal punto llega la entrega que antes que saber sumar, hay que saber inglés. De ese modo se da la paradoja de que muchos ignorantes son bilingües y por eso pasan en los ranking de currículo a los simples médicos, abogados, ingenieros que no saben idiomas, pero en lo demás les dan cien vueltas. ¡Ah! Haber aprendido inglés. Que no digo yo que no sea importante, que no es. Sin perder el norte.

 

Eso sí. Mientras el mundo entero intenta aprender el idioma del otro medio, resulta que aquí en nuestra querida España, queremos traductores en el parlamento. ¡Amos no jodas! Es cierto que en el parlamento europeo hay más de 20 lenguas oficiales, pero es de Perogrullo, que las conversaciones sin traductor son las más fluidas (siempre que se domine un idioma común) Para trabajar allí, lo mejor homogeneizar. Pues nosotros, al revés, desaprende español hijo, hable usted gallego en el parlamento, hable valenciano, vasco, bable, catalán, murciano. Si más de la mitad de América se entiende en español, que no es siquiera castellano, nosotros, al revés. Ole.

 

Yo tengo un amigo cuyo hermano mayor se casó con una mujer que venía del país del sol naciente. Ante la proximidad del matrimonio, y que un nuevo miembro pasara a formar parte de la familia, mi amigo aprendió japonés, como forma de bienvenida a la cuñada. Se dio la circunstancia de que la segunda hermana se casó con un abogado español. Mi amigo acudió al casamiento. La tercera se esposó con un chino de la China-na-na. Y mi amigo se puso manos a la obra. Porque el chino y el japonés no es lo mismo. Habla chino y japonés. Su siguiente hermana se casó con un cubano. Ahí no hizo falta que tomara lecciones. Su melliza se embarcó hacia Italia donde comparte vida y amistades y encontró su mitad del rico cítrico. Aprendió italiano mi amigo. Ahora se ha sumado a sus aficiones la pasión por Farsi. Dicho y hecho, Mi amigo quiere entender las cosas y no hay mejor manera que hablar el idioma del otro.

 

Por si resulta difícil ponernos de acuerdo, pero no nos parece bastante, vamos a echarle un poco de picante. Un palo en la rueda. HALA. Que vive la ceremonia de la confusión. A ver si encontramos a un buen interprete y apaña una traducción.


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