Empezando por el
elemento, de características oscurantistas. En sí mismo se trata de un objeto
que no mira de frente. Imposible saber el volumen que aún contiene una vez
abierto. Por necesidades sanitarias, supongo, es opaco. Esto conlleva a dos problemas.
Por un lado, sí, se puede pesar, restar un peso estimado del continente para
averiguar el neto y consiguiente volumen que aún aloja. ¿Dónde ese cristal que
deja ver el nivel? Asumiendo densidad próxima a la unidad. Que levante la mano
quien no se ha encontrado un Tetra Brik de leche en la nevera, el último, con
el que no ha tenido ni para cortar el café. Quizá lo abandonó la hija mayor,
tan británica ella, pensaba en una nube para su te. Por otro lado, la opacidad
afecta a la enjundia misma del contenido. No es solo la cantidad sino la
esencia. ¿Dónde están esos recipientes en los que se ve el color del contenido?
Sin sitio para la imaginación. ¡Qué melancolía!
Bueno. No se estropea
la leche, ni el caldo, ni el zumo, ni la nata. Pero yo cada vez que abro un
tetra brik tengo un nudo en la boca del estómago que sube lento a la garganta,
una señal de alerta. Me consume la inquietud acerca del color del líquido que
saldrá. Ese caldo de jamón que emana con un amarillo sospechoso, lento, algo
más denso y opaco, de viscosidad insospechada. ¿Está bueno o no? Da lo mismo la
fecha de caducidad. Esa leche semidesnatada transparente. ¿Tiene que ser así? O
el zumo, de tonos anaranjados imposibles. No sabemos el estado de conservación.
Ese tetra brik de nata que tu creías que podías usar para una cremita. Hay que
ser prudente, nunca jamás de los jamases eches el líquido elemento directamente
sobe tu comida. Porque igual te sale una mancha verde. Pequeño tapón. ¡Puaj!
Tiene guasa que el
primer tetra brik tuviera forma, como era de esperar, de tetraedro. Como era de
esperar también, fue una parida, (en el mejor sentido de la palabra) de los
suecos, para que no se estropeara la leche. Era de esperar que por algún lado
saliera que es un invento del enemigo. Muy fácil de apilar ahora. En su día,
cuando eran tetraedros, dudoso su almacenamiento una vez abierto. ¿qué balda de
qué nevera aguanta tal geometría? Ahora sí, cómodo de guardar en la nevera, y
en los ortodoxos armarios diseñados por nórdicos. Esos vikingos invasores con
cuernos en los cascos, descendientes del inventor primero.
Pero hablemos de cómo
abrir el tetra brik. Abre fácil. Pone. Y punteada línea marca el camino de
apertura. De abre fácil nada. Hacen
falta tijeras siempre. Porque si lo haces con los dedos, queda una rebaba en el
corte donde el líquido se acumula y adquiere color dudoso. El tajo debe ser
limpio en aras de la higiene. Mi padre tenía la teoría de que había que abrir
un agujerito en la esquina contraria también, para que el aire no empujara al
contenido de modo abrupto. Manchándolo todo. Últimamente la imaginación y la
necesidad han llevado a nuevas sugerencias de apertura. Con tapones, por
ejemplo. Tapones imposibles de girar porque los dedos no tienen brazo para
hacer la fuerza bastante. Algunos envases, especialmente los de zumos y batidos
tamaño individual, disponen de una lámina de color plateado, adherida a la zona
de apertura. Se retira la lámina y se bebe, a morro. Porque para eso está
pensado. En fin, la higiene del envoltorio, por mucho que lo limpie uno, es
algo más que dudosa. Otra modalidad es la de la pajita, envuelta en un plástico
y pegada a un lateral. El plástico en cuestión hace falta ser MacGyver para
retirarlo; pero es que la pajita, que suele ser telescópica, cuando se usa para
pinchar el envase, muchas veces se repliega, volviendo a un tamaño ridículo,
con lo que se hace necesario el uso de pinzas para su recuperación. Tuvo poco
recorrido aquella pestaña rectangular que se ubicaba en una de las esquinas de
la tapa. Era menester meter el dedito entre pestaña y tapadera y “clac”, tirar,
de modo que se rompía una zona preparada para eso. Era la versión abre latas en
tetra bric. ¡Cuántos envases se han abierto al modo tradicional, por la esquina
con cuchillo, tijeras o dedos hábiles, obviando la sugerencia del envasador! La
distancia de la apertura al borde siempre resultaba molesta y era imposible no
derramar el contenido al verterlo. Es posible que tengas en mente un envase de
leche. ¿Y esos que continuaban con un tejadillo? Ahí ya sí que la rendición era
fácil. No había manera de abrirlo sin poner la cocina perdida. Nunca sabías si
había que plegar un poco el borde o no antes de proceder. Importante en
cualquier caso cerrar el lado del envase, ejerciendo la presión justa, para no
provocar el desastre. Total, hacen falta una concentración exquisita y manos
hábiles, tijeras afiladas. No cuchillo. Error.
Tanto es así que el
último grito es el “abre más fácil”. Que tampoco. Prefiero la verdad. Un
“búscate la vida” es más honesto. Por no hablar de la presbicia, que impide
leer las instrucciones o la línea de puntos, por mal que esté señalada. Ahí
estamos perdidos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario