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18/02/2019

GORDOS POR NO DISCUTIR


Esa gente que nunca dice lo que piensa. Esos que llegan a límites insospechados de cesión, espaldas dobladas, sumisión, absurdo. No son pelotas, no conocen el no. Hasta límites exasperantes. Porque siempre esperan a saber qué es lo que, el otro, al que quieren satisfacer, quiere; y ansían que se pronuncie. Dan vueltas sin decir nada. Para ser iguales, para que así les quieran más. Creen que de esa manera funciona la cosa. Siendo iguales. Hasta que se difuminan por completo en el paisaje de la vida, porque han perdido su esencia. No saben lo que opinan. Carecen de punto de vista. O lo han olvidado. Son pasteles en el óleo que es la vida. De un soplo desaparecen. Y nadie les echará de menos. Ni siquiera ellos mismos. Han olvidado quiénes son. El hoyo del desasosiego es inconsolable. Entendían que lo hacían por amor, por devoción, por dar gusto al otro. Pero se vuelven gusanos, babosas. Y nadie les quiere. Ni siquiera ellos, se aprecian. No pueden. No existen. Consiguen navegar durante años. Hasta que la piedra del zapato es tan grande que no pueden caminar. Ni un solo paso.

En las reuniones sacan temas de conversación en apariencia inocuos. Cambian de asunto cuando la cosa se pone fea. Evitan enfrentamientos. Y van saltando de un corrillo a otro. Pero siempre hay un discutidor que libra la espada en cuanto escucha la tesis más inofensiva. Han cambiado el nombre de la calle ya no es comandante sino aviador. El objeto del comentario no es hablar de política sino chatear, entretener, decir alguna bobada. Así apunta la charla al principio. Huy los taxistas están como locos. Las cartas no llegan. Y aparece la (porque suele ser una “ella”), aparece La Conflictos. “Ya no llegan cartas no digas bobadas. Ya no hay cartas”, mata argumento conciliador número uno “A mí me parece fenomenal”. Pero al gordo conciliador no le puede parecer fenomenal lo contrario. No. Pues bueno. Se calla, y se echa un kilillo a la lorza que queda justo encima del cinturón.

Lo que no sabía el gordo es que Demetrio Zorita, que fue comandante y aviador, sí. Perteneció además a la División Azul, sí. Y como aviador y comandante que era fue el 5 de marzo de 1954 el primer español en atravesar la barrera del sonido. Modestamente y dispuesta a engordar, yo no entiendo el sentido de invertir un euro siquiera el cambiar el rango de Don Demetrio, que no quería ser militar, por cierto, le pilló la guerra preparando el ingreso a Caminos. No volvió a las andadas, parece. El nieto de Don Demetrio, del mismo nombre, subraya que su abuelo fue soldado raso primero (al estallar la guerra civil, con 18 años), luego piloto de caza y no participó en bombardeos. Cuando acabó el conflicto se dedicó a su profesión y no formó parte de los aparatos del régimen franquista, por lo que no cumple ninguna de las correcciones que plantea la ley - la exaltación de la sublevación militar, de la Guerra Civil o de la represión posbélica". No niega su participación en la guerra mundial, 2ª, pero matiza: “lo hizo por "el convencimiento de la amenaza comunista sobre Europa y guiado por su sentido del deber, nunca para apoyar al régimen nazi al que acabó detestando". "Esto pasó con otros países. Finlandia, un país de impecable tradición democrática no dudó en aliarse con los alemanes por las mismas razones. En las guerras también se hacen extraños compañeros de cama, incluso deleznables" Yo lo que no entiendo es que le degraden, de verdad. Le quitas la calle o no se la quitas, pero si era comandante, pues déjale comandante. ¡Qué ganas de ganitas!

Pero, en fin, volviendo al tema del engordar por no discutir. Es buen régimen el de decir lo que piensas. Basta ya de conciliar, no desaparezcas del mapa. No vas a salir en la foto. No seas pusilánime, y de paso te quitas unas mollas. Defínete, que se vea tu contorno, deja ya de tener miedo. Es imposible conciliar siempre, estar de acuerdo en todo. Sé tú. Nadie se acordará nunca de todo lo que cediste. Porque eras invisible. Y lo serás.



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