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17/02/2019

NAVACERRADA Y LOS APOSTROFES


Tú no eres de Nava si no sabes dónde estaba (el) Richar'd o (el) J'avis. El artículo es arbitrario en este caso. Sí. Nava era así. Poníamos los apóstrofes donde nos daba la gana. ¿Qué pasa? Y en lo baños de los bares había espejos adimensionales con propiedades mágicas. Que te aconsejaban sobre el curso de los acontecimientos a lo largo de la noche. Me río yo de Harry Potter. No tiene ni idea de lo que es un espejo mágico. ¿Qué sabrán ellos, los británicos, de espejos y de apóstrofes?

No soy Blancanieves. Nunca tuve madrastra. Yo salía con mis amigas por las noches heladas de la sierra. Buscando respuestas. Buscando soluciones. Enamoradas hasta las trancas. Llenas de vida e ilusiones. Sí. Y deambulábamos entre bares con estrofas mal colgadas. Versos libres. Espíritus independientes de la nieve y el alcohol. Se juntaban los astros y las novedades. Leyendo poemas y oyendo mentiras. Esperando siempre a que viniera. Desesperando. Muertas de miedo o de risa según la hora. Devanábamos nuestra propia historia. Hilanderas y brujas del sueño. ¿Quién sabía imaginar a una anciana que hila con un huso? ¿Qué es un huso? ¿horario? Los peligros de la noche acechando. Intentando el futuro. Inventando un futuro. Hurgábamos en los bolsillos buscando la verdad. No. La verdad no estaba al otro lado del espejo. Tampoco.

¡Cuántas tardes, cuántas voces nadando entre apóstrofes dislocados! Yo, que solo quería pasear. Disfrutar de la Maliciosa, dar la vuelta al pantano. Beber en la fuente de Las Campanillas. Esperaba al final, recorriendo el pueblo. Porque Nava tiene dimensiones a escala del adolescente. Control de lo que ocurre y dónde. Entre Agapita y el TBO. Hasta el Pajar, pasando por La Iglesia, el cementerio. Calles vacías, adoquines fríos. Buscando lo que a todo le diera sentido. De casa de Tal a casa de Cual. Música y baile. Risas y llantos. Nada.


Se puso todo en su sitio una tarde de principio de verano, en una silla naranja. Al aire. Una silla plegable. Entonces lo entendí. Entonces sentí de verdad el sentido de la vida. Las piezas de mi vida fueron nieve, cayeron todas lentas y encontraron acomodo. Eso sí que fue magia. Hizo clic en mí. La importancia de los apóstrofes. ¡Qué pena no saber explicarse!



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