Empiezo por lo evidente, lo obvio: la Covid, el coronavirus, el virus, bicho, ha sido una faena. La primera pandemia real, del siglo XXI, que afecta al mundo moderno y occidental. No es el hambre, no es la guerra. Es el bicho, que nos ha quitado mucho. Algunos pensaban que íbamos a valorar lo importante a partir de no sé cuando, del final, de cuando se acabara el confinamiento, las restricciones. Quien no sabe lo que es lo importante, ya puede pasarle por encima una apisonadora que le va a dar lo mismo. Al cabo, olvida. Eso no se aprende. Pertenece al selecto grupo que disfruta viviendo en la aristocracia de las emociones.
Pero ahora vamos a parar. Si esto es un catarro no hace falta que nos numeremos. Si esto es un catarro no quiero oír el número de contagios en las noticias. Si esto es un catarro no me voy a gastar 10€ cada vez que vea a mi tía porque tengo miedo de que se ponga mala. No. Si esto es un catarro no me voy a hacer una PCR cada vez que salgo en avión a cualquier sitio, que la factura aumentar 200€ por cada movimiento, más un seguro Covid, porque si me da el chungo por ahí, no se ocupan, más una declaración jurada de no haber mantenido contacto consciente con contagiado. Si esto es un catarro no voy a tener miedo. Si esto es un catarro, ya se acabó. Si esto es un catarro, no es noticia. Y no pueden ocupar primera plana las mascarillas, ni las vacunas, ni las pruebas de antígenos, o el control de anticuerpos que uno tenga, ni decisiones ministeriales sobre cierres nocturnos, de ocio, toque de queda, o restricciones de movilidad. No.
Basta. Decídanse, y si no saben, silencio. Y cuéntennos qué pasa en Sudán, sí, en Siria, en Pakistán; Korea, ambas. Hay noticia. La miopía nos hará débiles y la falta de consideración con los demás, también. El egoísmo nos hará miopes, y la miopía nos hará frágiles. Vamos a levantar la barbilla y mirar un poco más allá de nuestro ombligo y el lícito objetivo de alcanzar o mantener nuestra propia felicidad, de satisfacer nuestros deseos, los más humanos y los más perversos. Hacer las cosas bien es bueno, aunque no se te llenen los bolsillos de billetes. Ser buena persona, cuidar a los otros, preocuparse, es sano. Y aunque los frutos no sean inmediatos ni tangibles, reconfortan el alma. Vamos a otear el horizonte, que no estamos solos. Vamos a espabilar de una vez, que somos unos privilegiados, por mucha pandemia que nos haya pillado, retransmitida en vivo y en directo.
Pero ahora vamos a parar. Si esto es un catarro no hace falta que nos numeremos. Si esto es un catarro no quiero oír el número de contagios en las noticias. Si esto es un catarro no me voy a gastar 10€ cada vez que vea a mi tía porque tengo miedo de que se ponga mala. No. Si esto es un catarro no me voy a hacer una PCR cada vez que salgo en avión a cualquier sitio, que la factura aumentar 200€ por cada movimiento, más un seguro Covid, porque si me da el chungo por ahí, no se ocupan, más una declaración jurada de no haber mantenido contacto consciente con contagiado. Si esto es un catarro no voy a tener miedo. Si esto es un catarro, ya se acabó. Si esto es un catarro, no es noticia. Y no pueden ocupar primera plana las mascarillas, ni las vacunas, ni las pruebas de antígenos, o el control de anticuerpos que uno tenga, ni decisiones ministeriales sobre cierres nocturnos, de ocio, toque de queda, o restricciones de movilidad. No.
Basta. Decídanse, y si no saben, silencio. Y cuéntennos qué pasa en Sudán, sí, en Siria, en Pakistán; Korea, ambas. Hay noticia. La miopía nos hará débiles y la falta de consideración con los demás, también. El egoísmo nos hará miopes, y la miopía nos hará frágiles. Vamos a levantar la barbilla y mirar un poco más allá de nuestro ombligo y el lícito objetivo de alcanzar o mantener nuestra propia felicidad, de satisfacer nuestros deseos, los más humanos y los más perversos. Hacer las cosas bien es bueno, aunque no se te llenen los bolsillos de billetes. Ser buena persona, cuidar a los otros, preocuparse, es sano. Y aunque los frutos no sean inmediatos ni tangibles, reconfortan el alma. Vamos a otear el horizonte, que no estamos solos. Vamos a espabilar de una vez, que somos unos privilegiados, por mucha pandemia que nos haya pillado, retransmitida en vivo y en directo.
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