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29/12/2021

EN QUE NOS HEMOS EQUIVOCADO

¿Qué hemos hecho mal? Para que a nuestros hijos les guste el Nesquick, el pan de molde con Nocilla, que prefieran las patatas fritas de bolsa a las caseras, a las que les echan kétchup y mayonesa; y sobretodo la pizza con piña. Estos niños que no han visto nunca una cafetera que no sea de cápsulas descubrirán en un exótico viaje las plantaciones de café y se sorprenderán al ver los granos, que les traerán por el olor un recuerdo de infancia. Hay que haber tomado Cola Cao, que no hay quien lo disuelva, pan de la Agapita, que por la tarde está duro, si es que queda algo, para saber lo que es bueno. Para saber lo que cuestan las cosas.

¿A quién se le ocurrió poner piña a la pizza? Quizá al cocinero se le cayó un bote de piña en la masa y por orgullo bautizó al resultado como tropical. El azar y la necesidad. Ya lo decía Axtérix, que fue un belga el que inventó las patatas fritas, se le cayeron en aceite que hervía en una enrome marmita, para hacer alguna lindeza con el enemigo. Sí, está genial eso del mar y montaña. Mezclar sabores, dulce y salado. Mi madre le echaba mermelada a la carne, mogollón de mermelada. El melón con jamón, está incrustado en mi ADN. Pero un buen jamón, del negro, sequito, con su grasa, como mucho se come con pan, que ni picos necesita.

La elección de galletas conlleva más tiempo y atención que la de pareja. El ya añejo surtido que abarcaba las María Fontaneda, aceptada la Dorada, hasta las lujosas Chiquilín y por supuesto pasando por las Artinata; se ha complicado a velocidades supersónicas. Ahora el espectro va desde las galletas con o sin avena, con o sin relleno, chocolate de todos los colores, cremas varias, galletitas bañadas, formas de rosco,... ¿Donde están esas galletitas redondas, de mantequilla, que alguno se ponían en los dedos como brillos que no pasan y se las comía a bocaditos? 

Pero el tema es ¿en qué nos hemos equivocado para que esta generación que viene, pobrecitos?, que encima de comer sólo pan de molde, la madre le quita los bordes, que están duros. “El niño. Pobre”. Me recuerda a las aves que elaboran un poco el alimento antes del alimentar a sus crías, cuando son bebés, pero nuestras crías nos sacan la cabeza y seguimos con las mismas. Este niño que no rebaña la tapa del yogurt. “¡¿Te dejas eso?!”- un descompuesto padre no puede sino rechupetearla. ¿Qué hemos hecho mal? Esta sobreprotección los va a dejar al albur del futuro, sin herramientas. De verdad solos ante el peligro.

¿Qué hemos hecho mal? ¿Qué caramelos comen nuestros hijos? ¿Qué chuches? ¿Saben lo que son los quicos? Esos rompedientes que se compraban a las quiosqueras con mitones, sin control alguno de calidad. El regaliz que había que ablandar a lametazos. Las pastillas de leche de burra, que tenían distintos colores y sabían todas igual. Los dedos de fresa, duros como piedras. Y sobre todo, los caramelos de cubalibre. Recuerdo una vez que mi padre me pidió uno, lo probó y me preguntó dónde lo había comprado; él siempre respetuoso con sus hijas, desde pequeñas, me dijo que lo eran de niños esos caramelos. Si es que hasta las chuches ahora son de mírame y no me toques, todas son gominolas, ¡ay de esos adoquines maños, o los caramelos de piñones que guardaba mi abuela como tesoros para regalarnos! Beben Coca Cola Zero y están siempre cansados. Tienen frío con una brisa, les molesta el sol en los ojos. Duermen con calcetines y sudadera. ¿Qué va a ser de ellos?

No saben quién es Guillermo ni han leído el Guardián, “es de pensar”. No saben quién es Giorgina ni torres de Mallori. Eso sí, se han hecho la “láser”, piercings, y quieren probarlo todo. ¿TODO QUÉ? Eso sí, adoran a los súper-héroes. ¡Bien!

Son unos melindres, pusilánimes, de mantequilla. ¿O será que soy mayor? Je. Je.


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