Seguidores

31/12/2017

COMER EN EL CHIRIVITO


Comer en el Chirivito es comer en casa. Y sé bien de lo que hablo. Comer en el Chirivito es una experiencia tan bonita porque es sencilla. Tan sencilla que es difícil de imitar. Comer en el Chirivito es que te den de comer. Lo mejor, lo que hay. Sin pretensiones. Con intención. Con atención. Con gusto. Con cuidado. Con mucho cuidado. Comer en el Chirivito se puede hacer eligiendo de una carta que parece breve. Pero no lo es. O dejándose aconsejar. Con honestidad, sinceramente, te darán lo mejor que tienen. Pensado para ti. No insisten ni acosan. Prefieren que el cliente se quede con hambre antes que cebarle. Dejan espacio y tiempo para que piense si quiere algo o no. Mantienen la distancia.

 

A pesar de que todos los platos tienen más que receta, una fórmula, precisa, exacta, aunque está medido al último decimal cada ingrediente; a pesar de eso, como en casa, siempre puede haber sorpresas o novedades. Un poco de granada en el humus, una burrata con frutos secos o un trampantojo sin querer. O queriendo. La comida evoluciona, como las personas. Y mejora lo que puede mejorar. Los ingredientes y la oferta culinaria cambian según la época del año y el humor o el amor del cocinero. Quien ha leído "Como agua para chocolate" sabe que en la cocina hay mucho del corazón. El Chirivito crece y aprende como un ser vivo.

 

Llegar al Chirivito tiene un factor común: Salvo capricho, no se elige. Te dan de comer en el Chirivito. Comes y bebes como si fueras a casa de alguien. En brazos. La medida justa. Hay bocados tan ricos que dan ganas de "abrazarse al de al lado". Se llamará ahora maridaje, lo que se siente allí es que es para ti esa bebida, y ese bocado. “Prueba este vino que te va a encantar”

 

Se comparten mesas con desconocidos. La música es buena. De pronto llega un cliente con un paté hecho en casa y se lo regala a los dueños. Otro lleva una botella o un membrillo casero, un chorizo o un queso para compartir. De paso les dan la pieza entera para que lo disfruten los
dueños con su familia. Como no hacen reservas quien quiere sitio va pronto, se instala con un libro en la mesa elegida y espera.

 

Cuando el cocinero inventa, saca algo nuevo, se elevan las barbillas, los ojos buscan y se empieza a oír un rumor quedo “yo quiero eso, yo quiero eso”. Sin saber de qué se trata, el olor, el color y la sorpresa disparan todos los sentidos, que no la envidia, sino las ganas de probar. Así nacen los nuevos platos.

 

Es un esfuerzo enorme por hacer justo lo que han hecho: un sitio agradable al que ir a tomar algo rico, de la mejor calidad y a un precio muy económico. Uno de los dueños asegura que lo mejor del Chirivito son los clientes. Como dice una de ellas: "tienen lo que se merecen”. La realidad es que los comensales tienen nombre, forman parte del proyecto. Da alegría pasar un buen rato gracias a alguien que disfruta tanto de lo que hace. Que pone tanta vida y tanta pasión en su trabajo. Y en su día a día. Felicidades por este año.

29/12/2017

EL OLOR DE LAS PALABRAS


Me gustan los libros. No para llenar ni para decorar. No. Me gusta leer libros. En papel. Tocarlos. Pasar las hojas. Me gusta el olor del papel. Que cambia de un libro a otro, de una colección a otra, según la edad. Y también depende de las veces que se ha leído. Depende de quién lo ha leído antes y cuando.
Me gusta marcar las páginas. Encotnrarlas dobladas por otro no me importa en absoluto. Me encantaría encontrar comentarios de otros cuyos ojos han pasado por esas páginas. Lo que se les ocurrió al leerlo. Se lee solo pero hay un vínculo entre los que han compartido lectura

ELLOS, LOS MUY QUERIDOS


 
Ellos muy queridos, los que se han ido. Que se han marchado del todo.  Ellos que, para vivir, vivieron y para morir se fueron en silencio. Pesaron en vida. En el mejor sentido de la palabra. Fueron pesos pesados. Pesaban sus palabras, pesaban sus ideas, su criterio pesaba. Como una pluma pesa, cayendo lenta sobre una colcha de hojas de otoño. Su voz. Su autoridad. Su voz nos acompaña. Su voz se oye. Imponentes en forma y en ritmo. Capaces de escuchar y sonreír. Reírse de sí mismos, respetando silencios y distancias. Perdonándolo todo excepto la ofensa a su gente. Razonando despacio, sin levantar la voz, o sí.  Su voz, entre otras mil. Ese tono grave que se sostiene en el atardecer, que se pierde ahora detrás de las montañas. Se hace bruma como el recuerdo.

Aplastante y grato tener un guía en la oscuridad que es a veces la vida. Inmenso el vacío sin ellos.

Es bestial como se echa de menos a un padre. Brutal su recuerdo. Los hijos huérfanos lo son para siempre. No pasa un solo día sin que le recuerdes. Día es una unidad de medida que se me antoja larga para medir la añoranza. Un segundo quizá es exagerado por imposible. Aunque hay días y semanas y meses en que el recuerdo es constante. Te acompaña como la proporción entre el radio y la longitud de la circunferencia.

Vuelvo al principio cada rato, a veranos de mar y arena y castillos. Guitarras y canciones. Viajes largos a lugares cercanos. Maleteros llenos. Vuelvo al principio cada rato: a recuerdos prestados porque no estuve allí, porque no tenía edad para recordar ahora. Vuelvo al principio cada rato: al monte, a las fuentes escondidas, a comidas muy largas. Vuelvo al principio cada rato, a disquisiciones sobre los animales o los libros. Vuelvo al principio cada rato para no llegar nunca al final y ver que otra vez no estás aquí.

Los novatos en el tema, los recién estrenados miramos incrédulos a los experimentados, a los que lloraron su pérdida hace años. Y la siguen llorando. Pero: ¿Cómo lo han hecho? ¿Cómo han llegado hasta aquí? ¿Cómo han sido capaces cada día de levantarse, de dar el siguiente paso? Al despertar, después de por fin haber conseguido dormir una noche; los ojos hinchados por el llanto nocturno te recuerdan que es cierto. No es una pesadilla. No es un mal sueño. Otro día más vas a vivir con ello. Y entonces tu cuerpo es una losa de plomo que no se quiere mover. Hay una resistencia a enfrentarte con el nuevo día. Es una mezcla de incomprensión y escepticismo.

Fueron y son ejemplo. Quisiera encontrar la esencia de su recuerdo para poder guardarla y enseñarla a los que vienen después. A veces tienta la idea del sustituto. Para poner en él todo el amor y toda la demanda. Pero no vale. ¿Cómo que idealizarlo en la memoria? De los buenos, los muy buenos sólo hay buenos recuerdos.

 

 

 

27/12/2017

NO MÁS BRIDGET JONES


Bridget Jones era cojonuda. ¡Pero, basta de imitaciones! Vamos a ver, una cosa es sentirse identificada con ella; por el agobio con el peso, el abandono, los amores imposibles; los posibles que fastidia en sesión continua porque tiene una empanada de campeonato; la madre que le trae por el camino de la amargura; la proximidad al final de la edad fértil que desboca su comportamiento; el exceso de alcohol o de helados. La soledad. Los amigos incondicionales. Esos que le dan la razón aun viendo como se estrella. Porque saben que no escucha. Que solo quiere que estén ahí. En resumen, se trata de una parodia de la mujer profesional de los 90 en adelante, en la Europa occidental.
No suma todo en una misma persona, ni en un día en la vida de nadie. Es mentira. Es una peli. Una serie de pelis. Nadie tiene tantos vestidos ni tantos zapatos ni es tan infeliz y tan feliz, ni bebe tanto y está tan guapa y lozana día siguiente. Nadie vive en el centro de Londres en una casa de lujo ganando cuatro perras. Nadie se equivoca sistemáticamente en el trabajo sin consecuencias. Nadie se enamora y desenamora de tipos tan listos y tan guapos tan seguido. Ni hay tantos y si los hay no le hacen caso todos uno detrás de otro. Nadie tiene un grupo de amigos en el que todos son perfectos, guapos, ricos, con tanto tiempo, con esa disponibilidad... Es de mentira.
B. J. tuvo la habilidad de juntar situaciones tristes y horribles y hacernos reír con ellas. Dejar que en la mujer de la que habla se sienta identificada la lectora. Que el lector reconozca a una amiga en B. J., o pero ya está. No vale hacer imitaciones ni copias baratas de la idea. No todas las mujeres son ella. Y además, no hay un Darcy para cada una.

 

26/12/2017

TODOS ESTABAMOS ENAMORADOS DE TODOS



Época confusa la adolescencia, duración variable. Estado cambiante. Animo sinusoidal. Esos años apasionantes durante los que no sabes hacia dónde ir.
"Todos estábamos enamorados de todos".

Qué verdad. Nacimos libres. De padres libres. Y nos encontramos en situaciones que no sabíamos resolver. Sin límites. Con el campo abierto a infinitas posibilidades donde elegir. Sin criterio, verdes e inexpertos. Con sed de vivir, de experiencias, de novedades y descubrimientos.

Uno se cree en esa etapa que es el primero del mundo que ha llegado allí. Siente que nadie antes había sentido la disyuntiva y la necesidad de elegir entre dos cosas igual de apasionantes. Uno es protagonista de su vida.  No puede ser de otra manera. Va escribiendo su historia. 
Es  durante esos años cuando vas descubriendo a los otros, los haces formar parte de tu mundo. Se vuelven imprescindibles en tu día a día. Te importan tanto como tu propia familia. Tu familia que hasta hacia poco era tu único referente. De pronto tus amigos son más. No es que hayas dejado de querer a tus padres o hermanos, es que tus amigos, elegidos por ti, te entienden y comparten contigo tu risa y tu pena. Piensas que tus padres están tan lejos que no das crédito al recuerdo de que en algún momento fueran tu eje, el único motor de tu vida.
De la noche a la mañana tomar un bocadillo en un banco, con tu amiga del verano es crucial para deshacer los nudos de tu madeja de dudas.
Tus referentes quedan velados entre tanto amor y emociones intensas. Cada minuto tu mundo puede dar la vuelta. Se mezclan las lágrimas y la risa. Lloras de amor y sin solución de continuidad tu mirada se ancla en los ojos del otro y sientes que esta vez es para siempre. No entiendes nada. Solo sientes. Y nadie te entiende.
Es una pena que en ese momento de necesidad extrema, de piel de quemado, no se recurra al que sin duda ea el más incondicional de tu todos los amores, que es el amor de padre, el regazo de la madre. Que a la postre un día recogerá tu llanto y todos tus trocitos, empaparás su hombro y por fin en sus brazos entenderás que ha pasado lo peor. Entre hipos y suspiros te preguntarás: Dónde has estado todo este tiempo? A tu lado. No tenía palabras bonitas quizá. No podía salirte al encuentro, pero siempre estuvo ahí, en vela.

CUANDO CADUCA EL DOLOR

Cuando caduca el dolor. ¿Cuándo caduca el dolor? Cuando caduca. Me gustaría encontrar la fecha a partir de la cual ya es fruto ajado. Desde cuando pierde tu poder. Su poderío. Desde cuando ya se puede sonreír, ya deja de haber pena. Y amanecen días de sol y se intuyen sonrisas. Quiero hallar la fecha taladrada, que da entrada al principio del fin. Para estar preparada. O no. Que sea sorpresa.
 
En el espacio tiempo que deja el aire pasar las gotas. Es esa lluvia fina que en los huesos encuentra acomodo. En el color intenso que tus ojos reflejan todas las tardes, en el estío y en el hastío quiero sentir la risa, quiero saber de besos y de alegrías. ¿Donde estás corazón?, tan escondido. ¿Dónde está tu corona de arena y sol?. Noto témpanos finos en las miradas. Siento el invierno entrando por mis mañanas.

Quisiera con un beso izar el día. Que fuera mi bandera toda la vida, de amor, de risas claras y de armonía. Quiero encontrar tesoros en las palabras. Quiero que cada fruto sea semilla. Que germine el cariño. Acabar con los campos anegados de llanto. Que haya sido barbecho. Y por fin brote briznas. Quiero ver esas yemas llenas de vida. Y de esperanza . ¿Qué puede haber mejor que regalar? Que venga la primavera y acabe con este luto.
¡Qué palabra! Pedazo de mi monosílabo. Rotundo, pequeño y sólido. Tan fácil de entender. Tal difícil de usar. Sin emoticono que la sustituya. Se basta por sí misma
 No dejes que te manipulen. No te pongas a merced del otro para que te quiera. No renuncies a ti para gustarle. Cuando te modele, ya no te querrá. Porque no serás real. Habrá un momento en que no podrás fingir. Entonces estarás roto. Sin fuerzas.
Di que no. Aunque te duela. A pesar de tus dudas. A pesar de tus deseos de ser para el otro. Nunca podrás adivinar todo, no podrás predecir cada deseo. Eso sólo vale si te sale de dentro. Si es verdad. Si está lleno de amor y generosidad. Si tu renuncia es sincera. Si no hay miedo en tu decisión. Miedo a que no te quiera. Miedo a ser tú.
 
Protégete. Los animales heridos se arrastran como serpientes. A todo dicen que sí. A nada dicen que no. Se humillan. Se avergüenzan y se entregan sin amor. Con miedo a perder. Sé valiente, di que no. Malo es quien permite a un ser querido llegar a ese punto donde se anula. Malo también quien lo protagoniza y se entrega al juego macabro del desamor. Los amores cobardes no llegan ni amores ni a historias, se quedan ahí. Ni el recuerdo los puede salvar... Ni el mejor orador conjugar.
No te subyugues. No pierdas de vista tu criterio, escucha, convéncete, pero nunca renuncies a tu esencia para que te quieran, porque serás el primero en despreciarte, en dejar de quererte. Decir que no es ponerte por delante. El “no” es un “no” siempre, para niños y mayores. Es poner un límite al otro, no hacer un caldo de cultivo para un abusón o un cretino; es darle la posibilidad de sentir que hay líneas que no se deben cruzar en las relaciones de cualquier tipo. Y dar pautas para saber las consecuencias de incumplir las normas.  El “no” sirve para mucho. Es la primera regla. Un mandamiento. El origen de las leyes. El principio del orden y la convivencia. Está lleno de amor.


 

29/11/2017

LOS VAQUEROS ROTOS



En esto es en donde yo me noto mayor. En plan de " en mis tiempos" o " cuando yo tenía tu edad". Hay un punto en la vida en el que ocurre ese cambio, ese chip, esa tecla que indica que algo profundo ha cambiado. Dirán que hay inventos importantes que lo revolucionaron todo. Para mí son los pantalones vaqueros.
En los años 70 todos los europeos llevábamos pantalones vaqueros. El vaquero tenía mucha simbología. En parte era señal de libertad, de frescura en el modo de vestir. Nuestros abuelos no tuvieron tal prenda. Ni nuestros padres, nacidos en la Guerra española o la posguerra la vistieron de niños. Era conocida por las películas del Oeste. Los petos, los vaqueros con grandes cinturones. Pero fue después cuando invadió nuestra moda. 
¿Qué puede molar más que un pantalón vaquero bien puesto con una camiseta blanca reluciente?. Que se lo digan a Bruce. El "jefe" ya lo sabía. Es el atuendo perfecto.
Respecto al vaquero, a escondidas se confiesa que con él te achicharras en verano y te pelas de frío en invierno. Anécdotas. Pamplinas. Enemigos ocultos que todo lo tienen que criticar.

Nosotros en los 70 llevábamos Lois, Lee, Wrangler...o alguna otra marca más canalla todavía. Sólo los más afortunados, de padres sensibles o con money money, o que viajaran...¡a Canarias!.  Porque aunque nadie se acuerda hubo una época en que los niños venían de Paris y las calculadoras de Canarias. Solo algunos, digo, tenían la 'potra' de conseguir un LS...Los bolsillos traseros se deformaban, bien por el paquete (duro) de cigarrillos ¿qué serían los vaqueros sin el Marlboro?, o por llevar la cartera, el mechero (cipo). Los usábamos un invierno, y la primavera siguiente, y en verano, y el otoño, y otra vez en invierno. Se compartían con los hermanos de talla parecida, y al cabo empezaban a clarear. Entonces molaban más. De pronto una rodilla transparentaba. Eso era estupendo. Tu madre corría a ponerte una rodillera. Bueno. Ya se  caería. En los muslos, del roce, era frecuente que empezaran a salir hilos blancos que te entretenías en enredar entre tus dedos. Rascabas aquí y allá. Y el pantalón, cada vez más querido, cada vez más tuyo. Cada vez más hecho a ti. Cogía tus formas, tus costumbres. Era perfecto. Podías poner parches, remiendos. El bolsillo trasero agujereado por un boli o un portaminas. Pero cada pantalón era único y diferente a todos los demás. Como las personas. Tenían su identidad.

Recuerdo a un chico de mi colegio que llevaba tan roto el pantalón que se le veía la parte de abajo de los calzoncillos. ¡Una revolución! Recién enterrado Franco. Iba tan pancho. Todo un líder.

Lo que para mí supone el colmo de la estupidez es romper un pantalón nuevo a posta. Peor: Comprar un pantalón nuevo roto y lavado a la piedra, por supuesto mucho más caro que uno de su color original, azul marino. ¿Que historia tiene esa prenda?¿Qué significa esa pierna al aire con miles de hilos atravesando un roto que va de costura a costura? Y quinientas niñas con el mismo modelo de roto, de parche, de bordado. ¿Dónde está la personalidad? ¿Dónde la elección? ¿En el tamaño del agujero. Esos pantalones, recién comprados, están literalmente para tirar. Son una birria. Y punto














 



26/11/2017

¿Y QUIÉN LIMPIA LUEGO TODO ESO?

Fue una pena la muerte de Peter Sellers. Sí. Se habla de lo gracioso que era. ¿Pero alguien recuerda de todo lo que rompía? ¿No hay memoria del follón que organizaba allá por donde pasaba? ¿Todo lo que se le caía, con lo que tropezaba? Sería a propósito, pero ¡qué torpe! A mí es que eso no me hacía gracia. Me ponía y pone nerviosa. Pienso en la currada de limpiar la tontería, en cómo van a arreglarlo todo. Soy incapaz de separar hechos y consecuencias. No digo yo que no tuviera su punto. Un punto de risa floja. Para el que le haga gracia. Sí, como cuando alguien se cae por la calle porque pisa una hoja de plátano de TBO o se le engancha el tacón en una rejilla. Que no tiene gracia.
Una película es para disfrutar. Confieso que en algunas lo paso mal por motivos varios. Pero tienen en general fundamento. Se basan mis razones en la trama. Se deben al dolor que sufren los protagonistas, a su padecimiento, que comparto con empatía que me desborda. Sufro con ellos miedo que pasan, los sustos que reprimen, que a veces me hacen gritar más que a ellos mismos; por su condición de protagonistas, obligados a contenerse para no ser descubiertos. Y también lloro por la tragedia de la que son núcleo y parte afectada, por el amor que se profesan y se acaba. Y me troncho de risa cuando lo pasan bien.
Soy a fin de cuentas buen espectador. Pero cuando se rompe todo.... No lo entiendo. El colmo es cuando matan o hacen daño a un niño. Vamos a ver: Si uno tiene la capacidad de inventar, de hacer el guion como le da la gana, ¿qué necesidad hay de hacer daño a los niños? En esas ocasiones me pierdo, se me despista el argumento. Fibrilo. Entro en una resonancia verbal que resulta insoportable para mi compañía. Empiezo con un ¿para qué? ¿están tontos? Y eso que me aguanto muchísimo, desde que mi proceso interno de incomprensión ha entrado en funcionamiento. Y eso que llevo rato contenida.
Cuando alguien me habla de El Guateque me pongo mala. Además de recordar alguna fiesta adolescente en la que calentaba la silla esperando a que alguien me sacara a bailar. Acontecimiento que cuando ocurría no hacía más que reforzar mi tesis de "no tenía que haber venido". Reforzar mi idea de que estaba mejor en casa, con Los Cinco, El Guardián, El Hobbit o lo que tocara según edad. O hablando con mi padre, escuchándole. O contándole a mi madre o cocinando en su caos de recetas medio inventadas y riquísimas. Propias de un científico. Eso. Además de recordar el horror de algún guateque adolescente el Guateque es el resumen de ser un patoso, colarse en una fiesta, hacer que todo te salga mal. Me supera. A cierta distancia están la películas del Oeste en las que en la paz del Saloon entra de pronto a través de esas puertas que no llegan al suelo y dejan pasar luz a raudales en la oscuridad del bar, entra el malo y se organiza la de San Quintín, El único que se preocupa por los muebles y las botellas es el camarero, hasta cierto punto, cuando las balas silban, se esconde detrás de la barra mientras la pelea llega a su clímax. Se rompen las sillas, las botellas, las mesas. Un desastre. Los malos y los buenos acaban su pelea y se van tan panchos. No puedo con ese caos. Imagino cuantas veces habrán rodado la escena y cuántas sillas y botellas destrozadas. Es superior a mis fuerzas.
En general las pelis tienen de malo que acaban y no sabes que pasa después. En el caso de películas como El Guateque tienen de bueno que cuando acaban no tienes que preocuparte por quien arregla ese desaguisado luego. Con mi admiración y respeto a Peter Sellers. Y mi más tierno recuerdo.
 

19/11/2017

¿TE ACUERDAS DE CUANDO HABLABAMOS SEGUIDO?

 
Se olvidan las palabras.  Como cuando se habla en un idioma que no es el propio y el concepto está en alguna parte, se ve el objeto y no sale su nombre;  se siente, está la emoción y no aparecen las letras que forman el vocablo. Falta una conexión , es un hilo finísimo el se ha roto e impide la comunicación, la posibilidad de compartir y salir de uno mismo, abrirse al mundo.
 
El adulto vuelve a la cuna, a la distancia con el otro. No consigue que le entienda el mundo que le rodea. Con la desesperación ensanchada porque es algo perdido. Al contrario que el bebé, acercándose en el camino del aprendizaje, el adulto se aleja.


 Cuando no se halla la palabra, cuando por mucho que se busque en los cajones de la memoria, no se encuentra nada; cuando se fabrican o aprenden técnicas para facilitar el recuerdo que igual se diluyen en un líquido grisáceo, ese mercurio (Hg, no planeta) que llenaba termómetros, tan útil, se convierte en enemigo feroz que engulle en su espesura la memoria. Cuando se hace acuoso el contenido del cerebro, donde todo baila buscando lazos para conectar, en ese momento brota de la garganta y la mirada algo parecido al pánico. En los alrededores del estómago nace la incertidumbre. Se va agrandando el espacio entre lo que se siente y lo que se es capaz de decir. ¿Y si el olvido se asocia a la desaparición? Del amor, del azul . Del dolor o la alegría. ¿Es posible dejar de sentir lo que no se puede expresar?
La familia, los libros, los amigos, incluso Internet son herramienta contra el olvido.  Ayudan a encontrar. Pero si se olvida que el verde se llama verde, o qué significa encarnado: ¿desaparecen entonces el bosque o las cerezas?. Si olvidas cielo, mar, si no te sale cual es el color de los ojos en los que te ves cada mañana, entonces ¿no hay horizonte? ¿Y si el olvido ocurre antes de la ausencia? Del amor del azul.... ¿Qué va a hacer internet entonces? ¿O ACASO ES EN PARTE CULPABLE?

16/11/2017

UNA CONSULTA AL 1003 TELEFONO DE INFORMACION

UNA CONSULTA AL 1003

-                     “Bienvenido al servicio de información de telefónica, le atiende Conchi Martínez, ¿en qué puedo ayudarle?”

-           “Quiero el número de teléfono de La Cervecería Chamberí”- contesta uno, el ingenuo demandante.

-                     “¿En qué localidad?”- demanda a su vez Conchi. Es posible que Conchi, que a lo mejor es de Ávila, ¡gran ciudad! sitiada por históricas murallas. Es posible que Conchi, claro, desconozca la fama del conocido barrio madrileño, casi tan conocido como el cocido, las chulapas, la Almudena, no sé. La vasta tradición del susodicho barrio. Es una posibilidad.

-                     “En Madrid” –  El demandante aún no ha perdido la paciencia, quiere reservar mesa para cenar. Se ha enterado de que tienen un jamón espectacular, y unas costillitas que sólo de pensarlo se le está haciendo la boca agua.

-                     “Chamberí, Chamberí... No. Pues con ese nombre no me viene nada”

-                     “¡Vaya!, Podría buscarlo por Restaurante quizá, o Bar. ...”

-                     “¡Ahhh!” – Contesta Conchi sorprendida de tu ocurrencia, muchos sinónimos tiene a mano el que quiere cenar por ahí. “Un momentito por favor...”

-                     ... (silencio)

-                     “Pues no, no me viene nada ¿No sabe la calle?” - Conchi empieza a pedir demasiado.

-                     “Me parece que está en la esquina de Covarrubias con Luchana” – Contesta, lleno de recursos el que tiene ya el apetito desordenado. Que está viendo el jamoncito, el queso, pan con tomate, en fin. Que tiene un hambre que no ve.

-                     “En Luchana no me viene nada, y en Covarrubias tampoco, ¿no sabe el número?” – Conchi no tiene pudor al preguntar, que barbaridad. ¡Puñetas! Si supiera tantas cosas no estaría llamando a información.

-                     “¿El nombre del dueño no lo sabe?

-                     “Pues no, señorita, no sé el nombre del dueño” – Hace rato que has perdido la paciencia, estás a punto de perder algo más: el decoro, la buena educación, las buenas maneras.

-                     “Por Chamberí, como cervecería, no me viene nada. Viene Chamberí - Bailes de Salón, Chamberí - chatos, Chamberí - chispas... Mire, me viene Cha, cha, cha discos de ocasión, Champanería la burbuja alegre, Chapatas y Baguettes, Chapó Disco - Pub, Charcutería Luis, Charo complementos, Chatines ropa de cero a dos años...” - Conchita, Concepción, María de la Concepción, ¡cállate!, puñetas, estás pensando, pero te lo callas. A punto de reventar.

 

Finalmente, tras mucho ruido de teclado y unas cuantas monedas en la cabina, en medio de la lluvia madrileña, Conchi te dice alegremente:

-           “Tome nota por favor”

Y te enchufa a una máquina que deletrea amablemente el número solicitado. A pesar de que el número tiene siete dígitos y el prefijo es correcto, por desgracia corresponde a un fax anónimo, a una carnicería, o te contesta Manolo diciendo que eso no es ningún restaurante, que ya está bien de llamar, ¡coño!

Y te has gastado unas 200 pts (o el equivalente en euros multiplicado por el coeficiente que le corresponde) y te has cogido un catarro y no tiene mesa para cenar con tus amigos que han venido a Madrid y quieres agasajarles. Total ¿por qué tengo yo que pagar con mi dinero, mi tiempo, mi salud (por el catarro, y también por el mosqueo), la incompetencia del servicio de información más caro que existe? Porque no es servicio y mucho menos de información.

 

13/11/2017

LAS PALABROTAS. CON PERDON


No hay nada como una palabrota para expresar de modo conciso y preciso determinadas emociones. Útiles para ahorrarse un bofetón, una hora de diván o una buena charla tras la celosía, de rodillas. Eso sí, hay que confesarse de la grosería. Aunque yo creo que no es muy grave. Basta con arrepentirse, un poco. Lo volverías a hacer, así que no es un arrepentimiento eterno, no vale para siempre. Un buen taco, a tiempo, hace que salga el aire de los pulmones, la angustia se evapore y no se somatice.

Estar hasta los cojones no es lo mismo, ni de lejos, que estar harto, cansado de una cosa, ni que te invada la ira y el enfado rezume por cada poro de tu cuerpo porque algo te resulta particularmente insoportable, contrario a tu criterio y no sabes cómo desarticularlo debido a que o bien no tienes autoridad ni dominio para que cambie por razones obvias, que pueden ser naturales (el tiempo), o artificiales (tus superiores, los políticos). En cualquier caso son ajenas a tu influjo. Se puede estar también hasta las narices, o el moño o hasta la coronilla, como decía mi abuela. Se trata de una sensación la que se traduce en palabrota, que no expresa exactamente lo mismo que las protuberancias. A lo mejor mi abuela tenía más poder del que tendré yo nunca y muchos menos superiores a los que la impotencia te impide dirigirte con la libertad y el plazo que haría evitable el estallido último de tenerte hasta los cojones. Pero cojones, y en menor medida huevos o pelotas, tiene una sonoridad y una contundencia tal que el efecto liberador es mucho mejor. No hace falta ser hombre para estar hasta ahí, aunque resulta más sencillo siendo varón el uso de tal voz.

 

Ser un hijo de puta no significa que tu madre sea una mujer que cobra a cambio de favores sexuales. Tampoco ser un hijo de la grandísima puta quiere decir eso. No. Ser un hijo de puta tiene varias acepciones, algunas buenas, en fin: positivas. Cuando un tío tiene mucha suerte, o algo le ha salido muy bien, o liga con una chavala estupenda, su amigo se alegra, con un ¡Qué hijoputa! Todo junto. Ser un hijo de puta es como ser malo, canalla, un desgraciado, alguien sin escrúpulos, vil, capaz de desdecirse sin despeinarse, traicionero, falso. Todo mezclado en la coctelera. Para lo que sería menester un párrafo o media hora de explicación se resumen en un contundente es un hijo de puta. Dicho despacio, con todas las letras (mayúsculas mejor) y en voz alta o muy alta. No sé si denota algo de admiración, pero sobretodo está lleno de desprecio. Aleja al usuario del destinatario. Los separa. Abre una brecha. Es una piedra en medio de un río. Una piedra que está sola. Holden, el protagonista del Guardián entre el Centeno, le llamaría cretino a ese hijo de puta que tienes en mente ahora.

 

Otro taco que sí que es útil es cojonudo, porque cojonudo es cojonudo. No es bueno, es mejor, solo sinónimo de acojonante. Mola muchísimo, es de subidón total. Dicho de alguien, le pone guapo, le hace crecer. Significa lealtad, camaradería. Significa que es redondo, que lo tiene todo. Es tan concreto que debes abrir mucho la boca para decirlo. Los gestos han de acompañar el sonido porque el vocablo está lleno de pasión.

Y la última y más redonda de las palabrotas tiene cuatro letras y sólo se puede decir en español, por portar una letra que sólo en tal lengua es usada y existe. No la escribiré porque es muy fuerte. Un hombre ilustre la sustituía por “concho”, que no es lo mismo. Pero él era así de elegante. Tal vocablo es útil en el enfado, acompañado de un buen puñetazo en la mesa, de esos que dejan recuerdo desde la muñeca al meñique.

Es muy recomendable y liberador el uso de las palabrotas. Con perdón. La verdad es que oídas resultan ordinarias y claramente candidatas de ser sustituidas por un sinónimo. Eso sí, no es lo mismo.

25/09/2017

EL LIBRO FRAUDE


Es ese libro que cuando lo acabas te intentas acordar del idiota que te lo recomendó. Pero es que lo peor es que te lo lees entero. Eso me acaba de pasar.
Tres tomos, de más de 300 páginas cada uno. En cuanto sale el personaje en cuestión, el malo, sabes que es el malo. Porque sí. Es muy listo, muy guapo, muy estupendo. Pero es el malo. Y la chica va a caer en sus brazos como una tonta. Te pasas toda la novela con la esperanza de que se de cuenta. Como no puedes hablar con ella, con la chica, porque el libro está escrito, te alegras cuando un amigo suyo le desvela lo evidente. Pero la muy lerda no se lo cree. No lo ve. Tu no entiendes nada. Piensas dejar el tocho, que te pesa en la barriga y en el bolso y mandarlo a la porra. No. Sigo un poco más, que seguro que en este capítulo ya se entera. Pues no.
Al final, pasa lo que temías desde la página 10 o 12, Se enrolla con él, le besa, le flipa. La caga. Con perdón, mete la pata hasta el fondo. Tiene una familia estupenda que lo está viendo venir. Ella, tan lista, a por uvas. Tiene parientes medio magos, que le avisan. Ni caso. Y ya desde el beso se despista del todo, lo hace fatal. Sólo comete errores. Y hasta el último momento, cuando la simetría del libro es perfecta, es decir, cuando quedan 10 o 12 páginas, en un capítulo lo resuelve todo. Se da cuenta. El libro se acaba. A ti se te calma un poco la angustia pero 'en la cara se te dibuja un '?'
Suspiras porque al menos la chica conservará su puesto de trabajo y su familia. Pero te dan ganas de escribir al autor y ponerle los puntos sobre las íes. Te has pasado diez días durmiendo poco, no has visto un telediario. No has hecho caso a conversaciones. Total, para nada. A lo mejor es que ésa era la idea. Mantenerte atento sabiendo que sabías el final para que te quedaras, fueras partícipe. Muy complicado el razonamiento del súper ventas. Eso sí, funciona. Con película y todo. La culpa es mía, por seguir leyéndolo.

22/09/2017

LOS HIJOS DE MIS AMIGOS SON MAYORES QUE YO


El niño tiene 35 años. Es imposible, porque yo, que nací ahora hace más de 52, me acuerdo de cuando su madre se embarazó. Recuerdo el susto. Oigo las medias palabras. Contar o no. Estoy viendo el revuelo que se organizó en nuestras vidas en ese momento que quizá fue un punto de inflexión. La silla de montar, la hipérbola. Todo con ese embarazo. Que no fue mío, pero fue nuestro. Seguimos de cerca las emociones adversas, las alegrías y la confusión de un bebé que iba a nacer cuando nosotros, los que hubiéramos podido ser madres o padres, recién salíamos de nuestra infancia. Recuerdo a esos futuros abuelos, jóvenes y lozanos: unos felices, otros reprimiendo el oprobio. Unos con el qué dirán en run run y los otros plenos de alegría ante la vida que venía, que no la enfermedad, Que sospechaban por la actitud arisca y distante, de la niña madre.

Y resulta que ahora el niño tiene 35, es médico en el ramón y Cajal y su barba pica. No puede ser. No tiene sentido que sea mayor que nosotros. Yo no entendía a mi abuela cuando decía que ella tenía 28 años. Su pelo morado, sus dedos huesos hermosos. Su  porte esbelto. Faldas largas, camisas de seda. Elegante y altiva. Cuello de astracán, collar de perlas. Pero sobre todo, mi padre y mis tíos, que habían cumplido más de 40 todos. Pues mi abuela cada año cumplía 28. Ahora lo entiendo todo. Cada uno tiene una edad ancla, de la cual no es que no quiera desprenderse. Simplemente esos son los años que tiene. Por mucho que diga el calendario.

Para los sin-hijos el asunto de la edad ancla es mucho más sencillo. Porque nunca les pasan, ni por la izquierda ni por la derecha. Ellos sí pueden ser Peter Pan. Aunque somos todos iguales. Tenemos nuestro ancla. Que no es zona de confort. Es un punto gordo y feliz de nuestra vida alrededor del cual queremos seguir girando.

15/09/2017

LLAMAME A CASA


 

 

 

 

Hace unos años, no tantos como pueda parecer, llamar por teléfono tenía su gracia. En ocasiones eran actos de coraje. He oído un anuncio en la radio que empieza así "cariño, que estoy con los compañeros de trabajo, no me esperes levantada" y la mujer contesta cariñosa "tu pásatelo bien”. Eso es lo que se puede calificar como una llamada de teléfono valiente. La evolución, y el nacimiento de los móviles, nos ha hecho pusilánimes. Nos aleja. Escribir una carta tiene un alto nivel de compromiso y digamos de 'valor'. Requiere reflexionar, juntarte con tu pena y tu alegría. Acordarte del otro. Hacerle llegar tu vida para acertarle a ti. Llamar a una casa es distinto, claro. Pero también requiere una preparación, concentrarse, pensar en el otro. Estructurar un poco lo que quieres contar, tu plan, tu historia. Ese gusanillo que se implantaba en tu centro de gravedad, próximo al ombligo, con el temor a que el padre contestara, o a que no estuviera en casa y algún cretino se te hubiera adelantado para proponer un plan. Quemando quedaba el auricular al cabo del rato si la conversación había cuajado. Tu oreja plana y colorada y una sonrisa imborrable llenando tu cara. Por no hablar del miedo a escuchar "dile que no estoy", que se podía oír nítido a través de los dedos de tu hermano que no tapaban todos los agujerillos del auricular. Y tu hermano "díselo tú" en canalla venganza conservada en frio.
Ahora te llaman al móvil, que tienes silenciado. Oficialmente por no distraerte, por no molestar. En realidad: Para tener el control. Suena el móvil, miras la pantalla y si te da la gana, no contestas.  Puedes ignorar la llamada, rechazarla, dejar que suene... Puedes hacer que el otro no tenga ni idea de si es que no querías o no podías hablar. Pospones la decisión de tu mentira o excusa al momento que te venga bien. Te has convertido en un capitán de las sardinas. Usas la tecnología para protegerte y evitar tomar partido, para no enfrentarte. Ya le contarás luego que estabas ocupado, no lo oíste o no te sonó. Lo que se te ocurra.
 
El colmo es bloquear a alguien. Me parece canalla. Ya no solo es la falta de sorpresa al descolgar lo que se pierde, porque tienes grabados los números, incluso con fotos asociadas; sino que se adquiere el poder de eliminar a alguien de tu lista de contactos porque sí. Lo que puede ser una herramienta útil contra acosadores en realidad se usa para no resolver conflictos entre amigos o amores. Para no enfrentarte. Te bloqueo y punto. ¿Qué manera es esa de comunicarnos? Cuanto más avanzan las posibilidades, cuanto más sencillo lo tenemos,  más mezquinos nos volvemos.  ¿De qué absurdo poder nos sentimos imbuidos para permitirnos no dejar que un amigo nos vuelva a escribir, a llamar?  Nos queremos acercar a los Dioses. Era mucho más sano contestar, oir su voz, que te revive el conflicto y te ayuda a perdonar.
 
Es bueno el esfuerzo por recordar el número de ese nuevo amigo, que has buscado en la guía, o has conseguido tras investigar con otros conocidos. Preguntar disimulando tu interés para que no te tomaran el pelo y empiecen a hacer preguntas. Hacer el esfuerzo.  Estar atento.
El mayor del usuario hoy es perder su lista de contactos. Lo que yo pienso: Bienvenida sea la caducidad programada. Hacer una limpia viene bien. 600 contactos es un disparate. Su se te estropea el móvil da gracias a Dios. Liberarás espacio sin recurrir a un informático. Harás una purga natural para acercarte a lo esencial. Los números de teléfono importantes caben en una tarjeta de visita, de cartón, escritos con un Bic.
Ahora apuesto a que si miramos nuestra lista de contactos no hemos hablado con la mitad de ellos en los últimos dos años. Y no nos sabemos el número de nuestros mejores amigos. Eso sí. Estamos en un grupo de "guasap" del trabajo, en otro de hermanos, en el de cuñado, padres, pádel. Ya no llamamos ni para felicitar un cumpleaños. Ni para dar un pésame. Mucha comunicación incomunicada, sin contacto. Porque cuando no puedes tocar al menos te consuelas con oír. Ya ni eso. Mensaje al canto y se acabó. Anda, llámame a casa. A lo mejor dejo de comunicar.
 

 

 

 

 

 
 
 
 

.

 
 
 


 

 

20/08/2017

ABRO PARENTESIS COMO BILL GATES VENTANAS

Hay personas a las que es difícil entender. Empiezan a contar una historia e inmediatamente abren paréntesis. Era el relato de Alejo, que acaba de ser padre. Se han acordado de un detalle imprescindible acerca del protagonista. Que tenía un primo en Alemania, por ejemplo. Solo con nombrar el germánico país centro europeo, no pueden evitar aludir a la rica cerveza que allí se despacha. Describen tipos y colores. Son grandes dibujantes. Mencionan las copas en las que se consume, con tapa algunas. El defecto fundamental es la temperatura, caliente para su gusto. La alusión del calor les lleva sin solución de continuidad al cambio climático. Porque para calor el que han pasado este año en junio. No recuerdan nada igual. No tienen más remedio que meter una cuña de política porque está en contra de los países que no han firmado el protocolo de Kioto. A quienes culpan sin fisuras del cambio climático. De ahí a manifestar su profundo odio al capitalismo hay unas línea tan fina que ni siquiera evita traspasar. Ahora empieza a ser realmente complicado seguir su discurso.
Han abierto tantos paréntesis que el oyente ha olvidado el principio de la historia. Son miles de ventanas, el perplejo interlocutor no sabe si reír o llorar porque no entiende su es una anécdota o una tragedia. Teme meter la pata, ser maleducado. Quizá haya sido despiste suyo, falta de atención.
 
Entonces ocurre el milagro. Ella (suele ser una ella) vuelve a Alejo, el recién estrenado parte cuyo primo bebe cerveza caliente en Alemania. Cuyo gobierno lucha contra el cambio climático y a pesar de las apariencias no forma parte de lo que considera el eje del capitalismo. Cierra todas las ventanas. Paréntesis redondos, cuadrados y llaves. Fundido en negro. La hija de Alejo es Sara, como su abuela.

UNA VIDA DE CINE



Todos quieren vivir como en las películas, como en las revistas. Lo que empezó como una diversión, el cine, en el que había héroes imposibles, malos malísimos y buenos celestiales. Lo que en su día era un entretenimiento y sí, había modelos tanto masculinos como femeninos envidiables... Se nos ha vuelto en contra. Quién no ha querido ser la bella Lauren Bacall, la flaca de

Humphrey?, o qué hombre no ha pretendido ser el estupendo Marlon Brandon? En fin, heroes. Eso sí, se cierra el telón con un beso. Y después? Qué pasa luego? Se casan? Tienen hijos? Se enfadan? Se miran siempre con ojos iluminados de chispas?



 

 

 El modelo no es mamá o papá. El modelo es una señora que casi no tiene cejas, de delgadez imposible y lánguida mirada. Nunca se es suficientemente delgada. Decía Coco Channel. Bobadas. Mi abuela cuando me veía gordita me decía "ahora sí que estás bien"... Que se te noten los huesos es síntoma de pasar hambre, no es símbolo de felicidad, es que algo va mal. No es verdad eso de "yo como de todo" No. Mienten las flacas. Pasan hambre.
Tampoco es verdad que todos los besos son como el primero. Hay que alimentar el fuego cada día. Hay que regar has amistades para que vivan. Y cada logro es fruto de esfuerzo. Nada es regalado ni resultado de la buena suerte. La fortuna se labra, poco a poco. Igual que no se aprueba sin estudiar. En qué películas hay exámenes y suspensos? Las pelis son lo que son. Estamos sumergidos ya en una generación de seres intolerantes a la frustración porque su vida no es como sale en la tele. Y no entienden nada. En la tele nada duele. Es un chasquido lo único que hace falta para lograr algo. Ni se lee, ni se escucha. Cada vez se habla menos. Cada vez es todo más rápido, más inmediato. El choque con la realidad es brutal cuando cae el telón después del beso. Qué pasa luego?