Seguidores

04/06/2020

EL PADRE GUAY





Dícese de ese padre que se embute unas bermudas luciendo pelambrera en sus extremidades inferiores, blancas como el papel; unos náuticos, polo de marca blanca de color atrevido y recién planchado, con los cuellos subidos tapando el cogote, y se echa a la calle los sábados de final de primavera, con sus polluelos recién peinados, bien temprano por la mañana.

El padre guay entre semana no existe. Sale pronto. Llega tarde. Solo está para asentir o imponer una calma ficticia con la autoridad que el cargo le imbuye. Porque es el padre guay. Y se pasa el día currando. Se le obedece por defecto. Y se le quiere sin condiciones. Es distinto que la madre, que reparte su tiempo entre llevar a los niños, deberes de mates y análisis sintáctico, las sábanas y la compra, la comida y el polvo. Tienen el trabajo dividido, él troncos, frutos y flores, ella riega lo escondido. Es cansado, por eso al llegar la noche, ella descansa a su lado, las manos, en su costado. Todas las cosas cuidan, cada uno según su talante, él lo que tiene importancia, ella todo lo importante. A ella le huele el pelo a tortilla de patata. Síntesis del amor: la cocina. Prorratea minutos entre actividades variables. Busca un rato para un café o hacerse las mechas. Se organiza sin agenda como si tuviera un planificador insertado en el occipital.

Tales horarios de salida padres - hijos repeinados son a veces fruto de un momento de estrés de la madre. Tras renunciar a que cada uno recoja lo suyo y se haga su cama, opta por animar a todos a salir. En una hora lo apaña ella. No quiere enfadarse. Maneja un humor de reina de las emociones. Invita a una excursión a comprar cruasanes o visitar los columpios vacíos. El padre guay adora a la madre. Y la madre adora al padre guay. Él adora su humor y su amor. Ella a él igual. ¡A la calle! La familia entera huele a Nenuco, los niños orgullosos imitan al padre subiéndose el cuello de sus polos a juego tapando la nuca, bermudas iguales. Las niñas lucen vestidos mínimos y lazos que recogen coletas a ambos lados de la cara. Salen de casa escopetados tras aplicar besos metralleta en el moflete de la madre que sonríe.

El padre guay no tiene manos para todos sus hijos. Pero la mayor, con su vestido de nido de abeja, se encarga de los mellizos, que ya saben andar. Y el padre enhebra las manos de los medianos. Cruzan las calles cual del Mississippi se tratara. Entre emoción y vanguardia. Embarga sus almas la emoción de la conquista del día. Las barbillas altas y las risas sonoras. Desayunan, pasean, disfrutan de los columpios recién barridos. Vuelven con flores y regalos para la madre santa que ya está preparada, la casa hecha, la lasaña en la nevera, lista para la cena o la comida. No hay plan.

El padre guay en cuarentena ha extendido sus salidas desde los avances de fases. Se le ha visto en el mercado y la papelería. El padre guay ha sido descubierto por vecinos diurnos con los que nunca habían coincidido. El padre guay ha conocido a otros padres guay. Su red social ha rebasado la línea de las reuniones de trabajo y le ha acercado a su barrio, a su casa. Ya no es padre de fines de semana. El padre guay nunca será la madre, ni falta que hace. La madre guay le quiere montones. Y viceversa..


2 comentarios: