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19/09/2021

AGITADORA DE MELENA

Esas agitadoras de melena que apasionan a los hombres y desquician a las mujeres. Esas agitadoras de melena nunca serán especie en peligro de extinción y mucho menos protegida, pues se nutren del desasosiego, de los momentos de crisis, de la debilidad. 

Esas agitadoras de melena que con predisposición y tino arruinan cualquier relación por estable que parezca, o que sea. Esas acaparadoras de atención en los eventos, provocadoras de tsunamis, miopes, sin proyecto a largo plazo. Solo buscan la conquista, una muesca en la cartuchera. En cuanto identifican presa, se arremangan y arrancan con su maquiavélico plan. Suenan los motores, prepárense. Que ella no pretende más que ser el centro de atención de las hormonas masculinas, succionadoras de alegría. Usan falsos perfumes que rezuman feromonas. Buscan el halago y la atención. 

No tienen un objetivo, es sólo su ego lo que alimentan. Se quieren a sí mismas como no quieren a nadie ni querrán. Son altas o bajas, gordas o flacas. Las hay más y menos rubias. Da igual. Son escanciadoras de misterio. Aduladoras de pacotilla. Seres abyectos y absurdos cuya existencia misma no hace más que reafirmar al bondadoso ser que hay bajo un buen hombre. A ese que desordenan y enloquecen a golpe de melena y atención. Poniendo morritos y haciéndole sentir imprescindible.

Ese hombre bueno que sale a cenar, a comer, con su novia o mujer y se encuentra sin proponérselo con una aduladora de melena, de pronto se siente encumbrado, entendido, querido, atendido como nunca lo había ocurrido antes. Confundido contesta con educación y prudencia responde y atiende a las peticiones y demandas de la insistente comensal. De pronto se encuentra frente a una mujer que le acorrala, que le aísla, que bambalea ese pelazo que huele a flores y deseo. No se ha dado cuenta de que está solo con ella. Y a ella, sin público, no le interesa. Cubre de nuevo sus rodillas. Apaga el pitillo y se anuda una coleta. Sin espectadores no hay presa que merezca.  El inocente afectado no sabe lo que ha pasado y todavía le espera la del pulpo en el coche, de vuelta a casa. Y él sin enterarse. 

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