Empezaron siendo los ciegos, el Cupón. El para hoy. Los vendedores llevaban gafas negras que tapaban sus ojos ciegos. Aún hoy esas pupas se llaman de "para hoy". Tuvo una época de transición, que no sé si coincidió con otra más sonada, se me mezclan los recuerdos; en esos años se erigió como "la ilusión de todos los días". Una música pegadiza acompañaba al anuncio y al momento mismo de la salida del bombo de las bolas. Dicen en las promociones que, cuando juegas tú, jugamos todos. Bueno. Bueno. Bueno. Que cuando juegas al cupón de la incertidumbre colaboras en una gran labor social. No digo yo que no. Han hecho bien en tunear el eslogan. Ya no es la ilusión, si no la colaboración en una causa. Vale, pero ¿a ti te ha tocado el Cupón? pues a mí tampoco. Solo hay un "sí" en el ¿alguien conoce a alguien que conozca a alguien a quien le haya tocado el cupón? Ni el cupón ni el sueldo Nescafé. Tal para cual.
Vender ilusión no es bonito, porque es que yo me ilusiono de verdad. Es comprar el cupón y ya lo estoy visualizando. Empiezo a repartir. Esto para mi madre, que se compre la casa en la playa que siempre quiso, esto para mi padre que nunca quiere nada, algo querrá. Esto para mi suegra, que lo disfrute y lo celebre. Para mis suegros, los dos, que repitan por fin su viaje a Florencia y suban a Fiesole a mirar que todo sigue igual y es diferente a pesar y gracias a los años, Paris, Londres, a visitar amigos y lugares del pasado. Hermanos y cuñados estarían cubiertos. Primos incluidos. Los pinares de Segovia, ese gua heredado del que mi abuelo decía que no valía ni para que lo enterraban a uno, convertidos en balneario o lugar de recreo. Ya me encargo yo. . Y para mí chico la casita subiendo a la Sierra. La suya. Y que pueda cumplir sus sueños. Si se trata del extra, hay redoble de tambores.
Yo si tengo que colaborar, colaboro, pero no me dejen soñar a lo tonto, que ya bastante me engaño yo. Ahorraríamos un pico en imprimir los billetes. Es cierto que da trabajo a mucha gente, pero la ilusión
no se debe vender, si es quasi imposible, encima, me parece fatal.
Las posibilidades reales de que te toque el premio, el extra de verano,
están lejísimos de las de la lotería de Navidad. Los matemáticos y estadísticos
conocen el infinitésimo asociado a esa probabilidad vestida de ilusión, que se no cumple. Porque no se
cumple. Pero la. vida es así. Hay un vendedor muy cerca de ti es sinónimo de "hay una ilusión", "hay una alegría". Asociar el dinero con la ilusión no es ni
mucho menos sano. Si bien es cierto que ayuda a una visión edulcorada de algunos acontecimientos, tampoco amortigua ciertas eventos, y como lo vida está llena de sorpresas, se puede ser muy infeliz estando forrado. Vivir los sábados en un barco que parece un yate de "vacaciones en el mar"; tripulación y champán no evita los meandros, pero mientras llegan, oye, se no está mal. Así que defiendo la felicidad y la ilusión que supone disfrutar de las cosas que no tienen precio pero valen mucho. La ilusión es mía, es muestra, no se puede comprar. Te toca cada día, eso sí.
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