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28/09/2021

PICARDÍAS O PIJAMA

El otro día nos contaba una amiga, muy querida por cierto (se puede querer sin tiempo) , una anécdota sobre un incendio que hubo en su edificio. Tiempo ha. Cuando pensábamos que éramos felices. En ese Madrid encantado, recién despierto. En nuestros micromundos ordenados por el trabajo, los niños, la familia y el ocio.

 Mientras ella se entretenía en el ordenado relato, del que no perdí ripio, por cierto; yo no podía dejar de imaginar ese edificio en llamas en Arturo Soria, junto al Centro comercial. Ese conjunto formado por varios bloques, de casas enormes, un vecino por planta. Viviendas de recibidor, cuarto de estar, salón, salón comedor, cuarto de la chica, office y terraza.  Jardines frondosos que esconden piscina y tenis. Mientras ella amplificaba con datos precisos su historia, yo notaba que me estaba distrayendo. Mi atención derrotaba por meandros laterales, sin perder de vista el curso principal.

Ella, alta y delgada como su madre, como su madre, morena salá, ha parido cinco veces y sus hijos crecen como cipreses de lápiz, dando la bienvenida y con una esbeltez acompañada de elegancia que es la envidia del barrio. Familia de siete, padre de ancho corazón lleno de sonrisas. En medio del relato no puedo dejar de pensar en la ropa con la que este equipo perfecto de amor y armonía bajo a la calle ante la alarma.

Es curioso como el cerebro es incapaz de centrarse cuando no tiene respuestas a un detalle insignificante. De pronto se para y es un coche en una cuesta arriba que se cala, ya no puede arrancar. Es como si alguien hubiera apretado a la tecla Fast Forward, comúnmente conocida como FF o fiu y se hubiera saltado una parte en la cinta. Es una película censurada. Se va acumulando alrededor del ombligo una inquietud que finalmente te impide escuchar el resto del relato. El bloqueo llega sin avisar. No sabes si la niña que alertó del fuego volvía de una fiesta o de una discoteca. Tampoco importa. Ahora dudas si salía o entraba. A lo mejor lo has entendido mal y era una chavala que salía a correr de madrugada. No has entendido la hora del siniestro. En tu cabeza la imagen es un amanecer de invierno. ¿Es tu imaginación y confundes el sol con las llamas? El relato toma vida en tu interior. Hay un grupo de gente alrededor del Coloso en llamas. Los bomberos intentar atajar las llamas más altas con sus flexibles escaleras. Esos cuerpos serranos trepan por paredes, rompen cristales, invaden estancias de las que sacan en brazos a una mujer mayor que pobrecita, con su sordera y las pastillas que toma para dormir, ni se ha enterado. De la cama, tendida, la ha alzado uno de los héroes. Su cara despistada y agradecida conmueve al público que se agolpa a esa hora temprana. El padre que ha ido a comprar churros, la madre, el niño, el abuelo, los amigos.

Pero la pregunta es "¿cómo bajaste a la calle?" EL narrador, narradora, en este caso, se ha saltado un dato fundamental para tu composición. Para poder hacerte la idea completa. El interlocutor se sorprende ante la pregunta. No la encuentra relevante. S-i. Sí lo es. El resto de tertulianos apoyan tu moción, les has leído el pensamiento. " En pijama" trata de atajar. Como la conocemos, insistimos "Pijama o camisón", "camisón", confiesa. "Pero camisón, ¿cómo?, ¿tipo Woman Secret de cuello vuelto, de Zara encajes algodonados cual en la Casa de la Pradera estuvieras? ¿Seda y encaje?" "Seda y encaje" Todos nos lo temíamos. A mí cuando me cuentan algo así, pienso en el frío, es en invierno cuando las chimeneas se quedan encendidas, cuando un rescoldo puede saltar del hogar, una chispa puede provocar una calamidad. Es en invierno. Hace frío. Y aunque no lo haga, el desamparo de tu casa en llamas congela la sangre de tus venas, necesitas calor, un abrazo. "Pero te pusiste bata" La sola idea de ver a tu amiga y a sus hijas en tirantes un amanecer de Arturo Soria, te congela la mente. "Sí, me puse bata, de boatiné” Lo suponías "¿Y zapatillas?" "calentitas". Ya lo tienes todo. Ellos, caballeros y niños, con pijamas de algodón o franela, de cuadros azules y blancos, con bolsillos y unas zapatillas de deporte. La sudadera que dejan siempre en el suelo al acostarse es en la que cruzan los brazos mientras tiritan.

 

No pasó nada. Se conocieron los vecinos. Las llamas no eran tales, algo al principio, solo humo. Mucho miedo y la alegría de la visita del cuerpo de bomberos.

 

 

 

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