Sinónimo de: "yo no quiero decir nada, pero". Mal empezamos si
es ésa la introducción de una conversación. Esa frase es un preaviso de lo que
va a ocurrir, es el anticipo de un futuro ventoso. Bomba de relojería
encapsulada, envuelta en aparente bondad, en vehemencia. En esa comprensión fingida
del que escucha sin atención, buscando el hueco para su juicio. Análoga
situación a la que acontece cuando el conferenciante anuncia que va a encajar
su presentación en el tiempo estipulado. Date por muerto. Acurrúcate en el
sillón como puedas. Va para largo. Rebasará el tiempo asignado con creces. Es
un “dime de lo que presumes y te diré de lo que careces” en plan muerte
anunciada. ¡Agárrate que vienen curvas! Señales triangulares en carmín.
Mal andamos. La frasecita en cuestión puede darse en situaciones de todo
tipo. Por ejemplo, tú vas a contarle un problema a tu marido, mujer, a tu jefe,
a tu hermano; a tu padre o a tu madre, a una persona, en fin, en la que tú
confías, que tiene un ascendente sobre ti. Un amigo, que amigos hay de muchos
tipos, aunque amigos de verdad, son un punto y aparte: los hermanos que eliges.
Eso es otro cantar. Te acercas, con tu saco de angustia pegado al alma; con una
preocupación que no puedes contener; un dolor que no te cabe; unas ganas
enormes de compartir para entender, para resolver. Al decir las cosas en voz
alta a veces parece que se encienda la luz de la comprensión y no se necesita
nada más que alguien con la paciencia de escucharte para devolverte el rumbo.
Esa brújula imantada cuya aguja no deja de girar, por fin encuentra su Oriente,
como la Perla. Nada más y nada menos. “Te lo cuento, a ver si así lo entiendo”.
La reacción del contrario, debida seguro a sus ganas de resolver, de ser útil,
apoyarte o ¡vete tú a saber a qué debida! su voluntariedad. La voz a ti debida. O la voz a ti de vida.
La parte contratante de tu primera parte, o sea sé, el escuchante, lo que te
dice es no que no le gusta hablar mal de nadie, pero. Sin más. Subido a un pódium
de ilustración y prudencia. Escueto, presuntamente cándido y misterioso;
dispone quizá de datos encubiertos, esconde razones que pertenecen al mundo del
secreto de Estado. Si te lo dice tendrá que matarte. Lo único que va a ocurrir
a partir de ese momento, es que se van a repartir bofetadas, se van a sortear
las culpas. Se rifan responsabilidades y castigos con aparente justicia. Pero
es al cabo un sorteo en el es más que probable que te toque alguna papeleta.
Nunca sabemos quién te puede venir con una respuesta de tal calibre, y no
es cuestión de ser desconfiado a discreción. Pero es más que recomendable
practicar una reflexión previa y cuidar mucho con quién compartes tu inquietud;
porque a veces algo nimio se hace bola de nieve en pendiente. Se vuelve contra
ti en plan boomerang y el cacharrazo que te da es inmenso. No es bueno soltar
bombas que el otro sospeche que le pueden llegar a afectar o de las que de
algún modo se sienta responsable. Estamos un poco solos, debemos hacernos cargo
cada cual de lo nuestro. Asumir los errores y meteduras de pata, ser humanos en
nuestra confesión. Y no criticar. Y compartir lo bueno, la alegría. Que cada
uno lleva su propia mochila de miseria y de pena. Así es que me guardo mi
lastre. Por si las moscas.
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