En el término medio está la virtud. Hemos pasado de la talla única (TU), a la
“oversize”. Vamos a ver. La talla
única no existe. Todo empezó con la ropa holgada, “jipilondia”, una falda que
se ata con lazada o un pantalón con gomilla en vez de botón y cremallera. Se
trataba en general de ropa permisiva, adaptable a épocas de medidas cambiantes
de cintura, torso u otros. Flores en el pelo y permisividad en la conducta.
Borrando fronteras en los mapas y en lo cotidiano. Pero el contenido del
termino ha evolucionado.
Llámase ahora talla única, a aquella impresa en la etiqueta de esa
diminuta ropa que venden en tiendas de adolescentes o veinteañeras. Corresponde
a un tamaño imposible, pantalones de cinturas y perneras mínimas y jerséis y
camisas y camisetas variables según modelo. Si osas a preguntar a la
dependienta a qué medidas corresponde la talla única; ella, que es de las que
la utiliza, sonríe condescendiente tras la mascarilla. Imposible detectar una
mueca de desprecio. Pero en la sonrisa afable que sale de su mirada, te aparta,
te excluye, te coloca en tu sitio de madre, persona mayor o gorda. No apta.
Calles enteras con establecimientos pegados unos a otros, repletos de
niñas escuálidas acompañadas de progenitores pacientes. ¿Quién fuera fumador
para encontrar excusa y salir a mezclarse con el gentío? Colas infinitas a la
entrada de los probadores, chavalas dispuestas a sufrir por intentar adaptarse
al estándar de la talla única. Preparadas para la decepción. Niñas que salen
con la camiseta por encima del ombligo, lorzas de quinceañera gordita al aire y
al lado, otras que esconden el pico delantero, por holgura, tras la hebilla del
pantalón. El mismo modelo, una embutida, a otra le bailan dentro los
huesecillos. Venden también colgantes y pendientes, pulseras y otros caprichos,
que no son más que baratijas codiciadas cual tesoros por esa manada de chavalas
iguales. Perfumes a juego con el atuendo.
Se trata de ropa exacta a la que se dispensa en otras tiendas que no
están tan de moda. Además, suele ser de peor calidad y de talla única. En fin,
que todo son desventajas. Es lo mismo. Ahí es donde quieren ir. A frustrarse
unas, a lucirse otras. Porque la talla única les vale a las niñas que aún no
han desarrollado. Les da un aspecto de Lolitas que resulta inquietante. También
se embeben en ella un estereotipo de chavalas que no sé muy bien de qué se
alimentan. Será del aire, aire. Porque estar así de flaca es casi una utopía.
Resulta incompatible con la vida y con esas hamburguesas que se zampan los
viernes por la noche. Todas vestidas igual.
Ahora, será consecuencia teórica de la pandemia, ha nacido la talla
Oversize. Innecesario. Ni tanto ni tan calvo. Vamos a ver, parece que les han
mangado la ropa a sus hermanos mayores. Todo les queda enorme, antes no se
apreciaba la silueta por ausencia misma de ésta; ahora porque todo se tapa. No
entiendo la manía de poner de moda ropa que no favorece. El tamaño oversize no
pretende incluir las mollas en el canon de belleza. Desengáñate. Solo les
favorece a las mismas. "Cógete la xs", le dice la dependienta a la
chavala, 1,80 m de estatura, "si no, vas a ir hecha un cuadro". Solo
les sienta bien a las extraflacas, a las que da lo mismo qué te echen encima.
Las que nos ensanchamos, las que somos bajitas para nuestro peso, nos queda
esta ropa como a un Cristo dos pistolas.
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