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27/11/2018

CUANDO UNA FAENA SE CONVIERTE EN UNA OPORTUNIDAD

A veces lo que parece una faena es más bien una actuación. Algo que uno mismo provoca para pararse y reflexionar hacia dónde se está dejando llevar. Por ejemplo: Ocurre algo supuestamente malísimo. Hay muchas maneras de enfrentarlo. Sin hablar de esa coletilla “todo tiene un lado bueno”, que es una falsa tirita. Porque hay cosas que no tienen un lado bueno. Ninguno. Se ponga uno como se ponga. Pero en ocasiones, en ocasiones veo muertos. Lo que en un principio puede ser el fin del mundo es en realidad el único camino para mejorar tu vida. Para no seguir sin mirar. En ocasiones es la manera, en la vorágine en la que convertimos nuestra vida en estos tiempos modernos, de parar y pensar. ¡Qué razón tenías Charles! 
En mi caso, en plan confesión, y sin que sirva de precedente; la gota que ha colmado mi vaso ha sido el despido colectivo que ha ocurrido en mi empresa. Despido que me ha afectado en primera persona, si no, no tiene gracia. Yo nunca me hubiera ido. La estabilidad que me daba mi trabajo era mayor que mi ambición. No he querido tener subordinados ni ser jefa. Es más, nunca he querido tener una jefa. Ese es otro tema. He cambiado de directores, de contenido, pero he tenido mi mesa, durante más de un cuarto de siglo. Hubiera seguido. He aprendido mucho trabajando y me lo he pasado muy bien en el ejercicio de mi profesión. He procurado hacer de cada etapa la más interesante.  Sin elegir, metida en la corriente de lo que me tocaba. También es cierto que la tranquilidad me ha hecho soportar situaciones de tedio e injusticia. He vivido el mundo al revés.
Pero de pronto me despiden. Y lo que desde fuera es un drama, para mí fue una liberación. Me quitaron la tapa de la olla y empiezo por fin a cocer a fuego lento. He visto todo lo que no he hecho. Lo más importante, he visto que nunca he dedicado tiempo a lo que de verdad importa. Lo que es mi prioridad por encima de todo. Tiempo para disfrutar y cuidar de lo que es importante, los míos, mi familia. Espacio para estar atenta, para abrazarles, para decirles cuanto les quiero. Estar en casa, mirar qué calcetines están rotos, preparar una tortilla, esperar a los míos y hablar con ellos más, mucho más. Cómo hacer más cómoda y feliz la vida a la gente que más quiero. Como prioridad; no yendo a Leroy Merlin a última hora para hacer un apaño. No. Más bien cogiendo una tela antigua y remendando pantalones. No subcontratando el ejercicio de ser madre, mujer de, hija de, hermana, amiga. Esa delegación nunca da alegría. He visto cómo día tras día aparqué mis verdaderas pasiones, mis verdaderos amores con un agotamiento impuesto. No hace falta decirlo, el cansancio provoca un mal humor con traducción inmediata. Nunca fui valiente para parar yo la máquina. Ahora se ha encendido la luz. 

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