No es miedo, es terror.
Leer las noticias vía Internet y que una te vaya llevando a otra, porque lo
sugiere tu máquina con un "probablemente te interese". Igual que los
anuncios que salen a la derecha de la pantalla. "Advert" dicen los
ingleses. Ojo al dato. Tan próximo a "advertencia". Te entretienes
cerrándolos y respondiendo al motivo: porque no me interesa, porque lo veo muy
a menudo. Pero los anuncios siguen. Las sugerencias también. La razón es el
tiempo empleado un día en leer algo similar, porque entraste en una página por
error, una web que vendía zapatos hechos a mano en una isla del océano pacifico
donde las mujeres visten de abalorios y los hombres desnudan su piel al sol. O
por haber buscado, pongamos, las monarquías de los países nórdicos y su
relación biunívoca con los tulipanes y la muerte. Tema objeto tan digno de tesis doctoral como
cualquier otro. A partir de momento el cual saltan pops en tu pantalla sobre
reyes y princesas. Ahorcamientos y ahogamientos fortuitos e inexplicados.
Noticias sobre el sol que nunca sale en invierno más allá del paralelo
“cincuentaytantos”. Y todo porque un día buscaste una noticia absurda, ni
siquiera recuerdas por qué.
No digamos ya si lees
libros en un ebook o en la Tablet, iPad o lo que tengas. Te conviertes en un
caballo con anteojeras, que va dirigido. Que mira donde le dicen. Que pierde la
visión lateral. Vas de una recomendación a otra y acabas exactamente donde la
máquina con sus algoritmos te dirige. Los “si tal entonces cuál” (conocidos
como “IF”) eligen por ti la mejor opción. Rombos y flechas de un diagrama que
alguien diseñó e instaló. Personaje que a lo mejor no ha leído una novela de
amor en su vida. O de misterio. Pero a ti la máquina te lleva. Más de dos años
leyendo libros de ensayo, o policiacos. Uno tras otro, has devorado la
descripción sórdida de la muerte y los asesinatos que hacen los nórdicos. Te
has tragado todos los tochos de los británicos interpretando de la guerra civil
española. Y sigues.
Es el futuro. O no;
porque casi que me quedo con el encorvado hombre de los bulevares cuyo desorden
en su librería sólo es atribuible a una desgracia sin par. Véase incendio o
demolición. Pienso en una guerra. En el día después. Pero él, milagrosamente,
encuentra lectura que recomendarte en su caos. Como en Rumor. La librería del cole. La librería azul, que
decía Nuria, hoy convertida en un “opencor”; donde al entrar el olor del papel
impregnaba tus sentidos. Podías abrir los libros, tocarlos, mirar más allá de
la portada y el resumen de la contraportada. El librero de Rumor, ¡Qué nombre!
te dejaba espacio y tiempo. Y solo intervenía para responder a tus dudas o a tu
petición de ayuda. ¡Libérate! Elige.
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