Me estoy alimentando
Con un nuevo programaSu imagen estimula
Mi amor informativo
Me estoy reconstruyendo
Con un buen telefilme
Dibujos animados
Que aniquilan el cine.
El
Aviador Dro y sus Obreros Especializados tuvieron una inspiración premonitoria
con su adjetivo a la caja tonta. ¡La televisión es nutritiva! No solo eso, es
que se está convirtiendo ya en nuestra única fuente de alimentación, emocional,
informativa y corporal, fisiológica. Ampliemos televisión a pantalla y ya no
parece que exagero. Acusación con la que he convivido desde que tengo uso de razón.
Estamos solos. Solos. ¿Tú quién eres? No eres nada ni nadie. Un telespectador
que quiere ser protagonista de una telenovela, de una serie. ¿Eres de
policiacas o de románticas? ¿O acaso un tragaldabas que no filtra? ¿te tragas
cualquier cosa? ¿Eres del tipo compulsivo o indiscriminado? Si has visto alguna
vez Forjado a Fuego eres autentico, o si te enganchan los programas de ese
americano medio con un casoplón de cuidado que permite que un desconocido le
haga la reforma de su casa, pero luego la vende si no le gusta…ahí ya entramos
en terrenos delicados. Se trata de nivel experto lo tuyo.
El
consumidor de serie se ha convertido en un sujeto pasivo. En realidad, no
tenemos vida. Queremos ser Grey, Ally McBeal, Fraiser o que el doctor
House se nos enamore. Series de médicos, periodistas, abogados, adolescentes,
amigos, bares, psiquiatras hermanos. Y no digamos la casuística criminalística.
¿De verdad silban las balas en Miami como se aprecia en CSI? ¿Es tan insegura
Nueva York? Los hermanos policías de padre policía. La policía que se enamora
del escritor, el viudo que ayuda a la teniente para vengarse. En fin. No se extrañarán,
señores de esas carreras de nuevo cuño tan en boga. ¿por qué la nota de corte
es tan alta medicina? No se cree nadie que las vocaciones aumentan así. Es el
efecto llamada de las batas en la pantalla. Todos queremos trasplantar
corazones. Eso que hace unos años era finito se ha expandido sin control a
través de las plataformas múltiples. Esas amanitas que nacen en las esquinas
envenenan nuestras vidas con amores imposibles, casas de chocolate, escenarios
de vidas falsas. Plató de salón o dormitorio. La vida inventada de otros, pasa
a ser nuestro más preciado deseo. Cada uno se identifica con uno o varios
personajes. Doctor Jekyll, Mr. Escondido. Es en ese salón donde quiero estar,
que me atienda ese doctor australiano ante los síntomas de mi malatía, que ese
psiquiatra de programa de noche escuche mis cuitas y se enamore de mí cuando me
vea al salir al bar donde se saluda con un brindis, bajando las escaleras. Quiero
cocinar tortitas a diario y hacer barbacoas en mi jardín. Quiero esas escaleras
que no van a ninguna parte. Quiero ser periodista o abogado de un bufete de
estupendos y estupendas, donde todo vale, donde las reglas son flexibles. Las
porcelanas imposibles y la perfección de la escena. No quiero focos. Quiero esa
vida.
La
esquizofrenia diaria que nos obliga a permanecer unas horas en el teórico mundo real en el que ganarnos el
sustento, sea como sea, y el personal, tirados en una cheslón, viendo películas,
capitulo tras capítulo de series infinitas, de las que estás al borde de formar
parte. Conoces la personalidad de los personajes, cómo van a reaccionar. Les
sientes tuyos, forman parte de tu rutina, de tu vida. No entiendes cómo es que
no te nombran en las conversaciones. El día menos pensado, besas al
protagonista, que se ha enamorado de ti. Te vistes de novia, das a luz en
directo, o te pegan un tiro. Al niño enfermo terminal, lo han curado tus
cuidados.
La
pandemia y sobretodo el aislamiento le ha venido al pelo al estado de soledad
en el que estamos inmersos. Brindando por internet, celebrando bodas on line y
abrazándonos sin tocarnos. Nos reunimos sin vernos. Estudiamos sin compañeros ni
profesores, recluidos. Nos hemos vuelto islotes en un mundo de mentira. En el
que lo único visible es lo que sale en la tele. Así las series son nuestras
vidas. Somos reclusos de los lujos y los recursos.
Antes
Friends, Cheers, Doctor en Alaska, se emitían una vez a la semana. Colombo, Se
ha escrito un crimen, Heidi, Marco, Verano azul. Un continuará en un capitulo requería una cuota de paciencia que la
idea de la inmediatez que prima en nuestros días no aceptaría. La abundancia en
la que ahora nadamos, nos haría insoportable la espera, nos parecería
imposible. Normalmente los capítulos se cerraban a diario, quedando siempre una
dosis de intriga para que el televidente volviera a la semana siguiente. No
eran películas cerradas.
Ahora
pillas Escorpión, o Lucifer, y en un fin de semana a base de comida basura, te
lo liquidas, Sin hablar con nadie, sin compartir, sin cambiarte de ropa. Es el
disparate de la socialización, es el fin del hombre. Sin ducharse, de la cama
al salón, sin quitarse el pijama, sin afeitarse, sin levantar las persianas,
sin abrir las ventanas. A cal y canto en nuestra propia oscuridad, sin que
nadie nos rebata. Solos. Solos. Solos. Cada vez más solos. Y como vida social,
el trabajo. Es la muerte de la familia y los amigos.
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