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14/05/2015

LA VERGÜENZA

Hay una situación en la que el hombre pierde la vergüenza: el fútbol. Un hombre es capaz de cualquier cosa por su equipo. Es capaz de malcomer durante semanas para comprar una entrada. Trabajar sin descanso, pero eso sí, si hay partido, es sagrado. Comer con su suegra, ir a ver en partido en territorio enemigo porque lo televisan en Canal Plus, o sólo en un bar.

Pero lo peor es el atuendo: esa camiseta que se compró a los 17 años es ideal para ver el partido de eliminación del Madrid contra la Juve. ¿O no?. Da igual que sea un impecable ejecutivo que huele a Eau Sauvage durante todo el día. Jamás se quita la americana. Luce corbatas de margaritas y camisas de colores cálidos pero atrevidos. Gemelos en los puños, zapatos de cordones o castellanos y calcetín siempre de hilo. En invierno traje oscuro, a veces americana azul y pantalón gris, o al revés. Si hace mucho frío bufanda y abrigo o barbour si va en moto. En verano camisa de manga larga. Los trajes claros se saltean en su atuendo. Pero el día de la eliminatoria se transforma. Para poder gritar los goles en el Bernabéu tiene que ponerse esa camiseta con el número nueve. Le da suerte. (A su equipo) Lo cierto es que le queda corta. A pesar de que el tío se mantiene impecable. Sí, pero tiene casi 55 y la edad no perdona. La camiseta le queda 'entallada' y marca esa barriga que tan bien alimenta con su cerveza de los viernes: una Alhambra bien fría y unas almendritas. Este personaje puede ser Javier, que tiene abono del Madrid de toda la vida.

Pero es que este financiero exitoso y estupendo, se sienta con su camiseta con el nueve tatuado al lado de Julián (El July), exitoso y estupendo como el primero y que también tiene abono, la misma camiseta y vende churros en Chamberí. Y tapa sin vergüenza sus mollas con la licra que tiene el nombre de Ronaldo en su espalda. Julián tiene la camiseta con la que juegan ahora...el último grito. ¡Faltaría más! Comentan Julián y Javier los avatares del partido, y de la vida. No se han visto nunca fuera del estadio, no se reconocerían.

Da igual el Madrid que el Córdoba o el Atleti, porque la pasión y la falta de vergüenza es la misma. ¿Qué sería de un buen roquero si no fuera del Atleti y en medio de una actuación, que por gajes del oficio o traición del destino ha caído el día de la final de Copa...qué sería de él si no se pusiera a sus 50 tacos esa camiseta blanquirroja que guarda como un tesoro? El fútbol es así, igual que une, aleja, pero es una pasión que hace a los hombres perder la vergüenza...las mujeres las perdemos con más facilidad...
Por no hablar de Natalia, que se casó por amor con un existenciaista 20 años mayor que ella. Un rollo de tío, se vieron todas las pelis subtituladas, aburridísimas. Hablaban y fumaban, él era insociable, no había manera de mezclarle con ningún amigo. Con todos discutía. Ella se aisló, leyó el Ulises,...viajaban a la Europa lluviosa para oir Ópera. Eduardo era un petardo. Pero todos tenemos nuestros secretos y resulta que Eduardo tenía una camiseta del Barsa de cuando vivió en Barcelona...y se la sigue poniendo, en casa, en la calle. Para el mundo y la ópera por su Barsa. Natalia no sale de su asombro.
 
Ayer, ordas de camisetas blancas inundaban la Castellana, todos unidos con el propósito de machacar a los italianos....invisibles... Los cláxones animaban el ambiente, las banderas ondeaban desde coches y motos. Hijos de la mano de sus padres asistían muy serios al espectáculo, bocata en mano. Las aceras están llenas de cajas de cartón donde los chinos aprovechaban la ocasión para vender cervezas frías, patatas fritas, cualquier cosa. Puestos con banderas, pines... Las terrazas llenas... En fin. Otra vez será

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