Te echo de menos. Te echo muchísimo de
menos. Siento que me falta un trozo. Dicen que cuando le amputan a uno un
miembro, te sigue doliendo. A mí no para de dolerme. Es un agujero que se ha
abierto en mi centro físico y metafísico. Es tan grande que soy transparente
casi y sólo rodea a mi enorme vacío una fina membrana, que me sostiene para
seguir siendo un completo. Me pregunto cómo puede dolerme, si no hay nada. Si
no estás. Y te has llevado una parte tan grande de mí que todo es ausencia. Así
lo veo. Así me siento, vacía.
Te echo de menos todo el rato. Con los
olores, un movimiento cualquiera, las canciones, cualquier sonido, en la piel
me faltas, con lo dulce y con lo salado te siento. En cada calle hay recuerdos
que alertan mis cinco sentidos y me quieren acercar a ti. Todo me lleva a
pensar en ti. Y a notar lo mucho que me faltas. De la vigilia al sueño, que
tanto me cuesta conciliar. De la mañana a la noche. Y al revés. En mis
pesadillas y mis despertares. Echo de menos tu voz y tu silencio. Echo de menos
poder contarte. Echo de menos tu calor y tu abrazo. Echo todo de menos.
Debe ser que el hueco que tengo es tan
grande que me faltan los pulmones, o un trocito. Porque casi no puedo respirar.
Se escapa el aire y me asfixio. Soy una rueda pinchada. Te echo tanto de menos
que creo que podría romperme en cualquier momento. Te echo de menos y noto tu
huella en cada rincón. Como la que deja tu cabeza en la almohada. El aire está
impregnado de ti. El aire de la calle, el aire del mar. El viento en las
montañas. Tibio tu gesto y tu sonrisa ancha y desordenada. Te echo de menos
cada segundo que late mi corazón. Te echo muchísimo de menos. Tanto que no sé
cómo puedo levantarme. Tanto que me sorprende seguir viviendo. Será la inercia.
No sé. Es algo distinto a la tristeza. Es más. Es una falta constante. Una
silla vacía que se mece.
No hay comentarios:
Publicar un comentario