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02/09/2018

YO TODO SE LO DEBO A SALINGER



Hay una generación que se lo debemos todo, o casi todo; que no es lo mismo, pero es igual, a Salinger. A Salinger y a su guardián. O a Salinger y su guardián. O al Guardián de Salinger. No lo sé.

Da igual casi lo que contara el libro. Aunque es lo más importante, lo que cuenta. Da lo mismo la historia. Aunque la historia es la esencia. Pero cómo lo cuenta. El camino que descubre, a través del lenguaje para filmar el trozo de vida que narra. Es fascinante. Limpio, fresco y tan directo que da susto. Quita todos los filtros de los que el lenguaje convencional dispone, para edulcorar y hacer bello el relato. Desnuda el cuento. Le quita la piel.

Le debemos a Salinger. Porque nos enseñó que lo que se siente se puede decir tal cual; que existen palabras, expresiones, para todo aquello que bulle en tu alma. Que es mucho más sencillo. Y doloroso. Que basta una sola voz. Una interjección resume el dolor y la alegría. Nacieron vocablos viejos que en nuestra boca eran una seña identificativa de comprensión. Porque sólo quien se había leído “El Guardián” podía utilizar la palabra cretino con propiedad. Se estableció una red de comunicación secreta por la que todo aquél que había leído el Guardián, pertenecía, sin saberlo a una sociedad que nació a la sombra. Teníamos algo en común de lo que no era necesario hablar. Y era mágico.

He leído a mucha gente que a su vez ha leído a Salinger. No hace falta que confiesen. Sé que están agradecidos, y en su literatura rinden honores cada día al maestro. Por eso quiero expresar yo también mi agradecimiento. Porque me conectó en su día los extremos de los cables que me permitieron descubrir que mis emociones tenían forma y letras. Me ayudó a simplificar. Gracias
He leído a mucha gente que a su vez ha leído a Salinger. No hace falta que confiesen. Sé que están agradecidos, y en su literatura rinden honores cada día al maestro. Por eso quiero expresar yo también mi agradecimiento. Porque me conectó en su día los extremos de los cables que me permitieron descubrir un día que mis emociones tenían forma y letras. Me ayudó a simplificar. Gracias

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