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02/09/2018

ESE NIÑO QUE SE PASA EL DIA LLORANDO


En el hospital, recién nacido un bebé oí algo que me dejó marcada cual res. “Si al mes no sonreíste, mala madre tuviste”. Es verdad. Por deducción concluyo que el niño del 4º derecha tiene una madre canalla. Desde que nació no ha parado de llorar. Por favor, ¿no pueden consolarle? ¿no tendrá hambre? ¿Sueño? ¿Caca, pis, el pañal sucio? ¿Calor? ¡Frío! ¿Estará enfermo? Le dolerá algo. No puede llorar siempre un niño. Siempre hay una razón. Lo dramático, es que ya no es un bebé, que el chaval va al cole con una cartera más grande que su espalda. Viste un uniforme precioso, de camisa blanca, corbata y pantalones cortos de cuadros verdes. Jersey de pico color azul marino. Zapatos castellanos y calcetín corto, a juego con el jersey. La ruta le recoge en la esquina de casa. Y él vuela sonriente y feliz hacia las puertas que se abren automáticas a las risas o al sueño de la mañana. Es ajeno a la llantina que le espera cuando vuelve a casa.

He llegado a la conclusión de que su madre es mala. No puede ser otra cosa. O su padre. O los dos. No se oye otra cosa más que su llanto en cuanto cae el sol. Llora, llora y llora sin consuelo y de pronto una voz masculina suelta “a dormir” y él enmudece para coger fuerzas y volver a berrear. Visualizo que ocurre en cuanto sale por la puerta el de la voz grave. Aunque estoy empezando a imaginar, después de noche tras noche sin consuelo, que la instrucción la puede dar desde otro cuarto, sin levantarse, el padre, mientras afila los cuchillos para la próxima maldad que maquina. Mientras escucha las fechorías de las que se enorgullece la madre al atardecer. Mientras se quita el disfraz de persona con el que tapa su traje de bruja. “A dormir”. Y ya está.

Los niños cuando lloran, lo hacen para comunicarse. Porque no saben hacerlo de otra manera. Pero a este pobre chaval, que ya vuelve con deberes del cole, no le calmaron en su día. No le cambiaron el pañal ni le arrullaron y ahora llora porque lo ha hecho siempre. Llora por todo, no porque sea un mimado o esté malito, llora para dormirse, como hacía de bebé cuando tenía motivos. Cuando no le calmaron, cuando lloraba por sed, hambre, por lo que fuera. Ahora lo hace por costumbre. Es su forma de encontrarse con el niño que fue, de conciliar el sueño. Y de tanto llorar me va a hacer llorar a mí también. El que no quiera tener niños que no los tenga. Y el que se crea que hay que dejar que los niños lloren hasta que se hagan mayores, pues que tampoco tenga hijos. O que vivan muy lejos. Que no quiero verlos.






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