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11/09/2018

EL RUNRUN



Vivir del runrún. Y no de correr-correr.  El runrún ese que dicen que mata al hombre debido insistente ejercicio que del uso del mismo que hace la parienta. Mata la paciencia y la alegría. Es mentira que cotillear es bueno. Es mentira que criticar alivia.  Quien necesita no queda nada, Castilla en agosto. Un erial. Un desierto.

El runrún mata la alegría, destruye a las personas, acogota la felicidad. Impide la vida. Hace más daño que una enfermedad. ¿Has visto a fulano? Pues no sabes cómo iba ayer. Yo no quiero decir nada, pero parece mentira de lo buena familia que viene y él por ahí tirado como una colilla se pasa las tardes. Que dicen que le han visto con Mengana. Otra que tal baila. No me digas. Si hija. No me cuentes. No si yo no te quiero decir nada, pero es que su hijo va con la tuya. A ver, que tu hija es buena buenísima. Pero ya sabes dime con quien vas. Y así, la vida entera. Con las amigas, con el marido, con los hijos, compañeros. Malmetiendo, como un sacacorchos, hundiéndose y rompiendo a la vez. Y zurra, y dale. ¿Qué no quieres decir nada? ¡Lo que te habrás callado! Es increíble. Menos mal que no quería decir nada. Cuando una conversación empieza por ahí, mal asunto. Hay que salir corriendo. Porque lo que viene después solo puede ser veneno. Hacen círculos de criticas y dimes y diretes en los que no hay títere que aguante su cabeza. Ni por un momento pienses que tu no eres foco. En cuanto te alejes, cogerá carrerilla pues mira lo que me ha dicho, hay que ver lo rara que está , si yo no he hecho nada, pues no sé por qué se enfada.

No me extraña que el hombre muera antes que la mujer. Porque eso no hay quien lo aguante. Es un desgaste físico, mental, emocional. No queda nada más que el chisme, el cotilleo. Siempre hablando de los otros. Lo que hacen, lo que no hacen, lo que les dicen o les dejan de decir. Al final todo es malo. Si uno habla, por lo que cuenta; y si se calla por lo que oculta. Las mujeres runruneadoras no tienen límite, son insaciables. Además, cuentan tanto que olvidan. Porque su incontinencia es bestial. Lo que les entra por un sentido lo escupen por otro. Es imposible pedirles silencio. Por mucho que les digas que no quieres oír. No dejan nada. Ni espacio para el otro. Invaden y ocupan como la lava. Matan la vida y no dejan brotar. No descansan. No se puede luchar contra ellas. Solo se puede coger distancia.

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